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mateo. 


Di unos suaves golpes a la puerta con mis nudillos y luego de que mi hermana me indicara que podía entrar, lo hice.

—Hola, mocosa —me senté en su cama.

Ella cerró su computadora y se giró en la silla.

—Hola.

—Oye, una consulta —rasqué mi mejilla y fruncí levemente el ceño—. ¿Por qué le contaste lo que te pasó a la Josefa? —pregunté sin rodeos.

Ella me miró sorprendida y le tomó unos segundos contestar—. Yo no... ¿Qué? ¿Ella se te dijo? —se cruzó de brazos.

Asentí—. Estábamos hablando y se le salió —me encogí de hombros.

>> Oye, no te estoy juzgando —aclaré cuando vi la forma en que me miraba—. Y no te enojes con ella, no lo dijo de mala forma —la defendí—. Por el contrario, cuando me lo dijo vi esa admiración en sus ojos —sonreí—. Ella se sentía alagada de que le confiaras esa parte de tu vida y si te soy sincero al principio me pareció extraño, pero me siento orgulloso de ti, Romi, muy orgulloso. Pero quería saber por qué lo hiciste, de dónde vino esa confianza.

—No sé —murmuró—. No lo pensé mucho antes de hacerlo, fue como que... sentí que podía —comenzó a jugar con sus dedos sobre sus piernas—, así que lo hice —se encogió de hombros—. La Josefa y yo no somos muy distintas después de todo.

Fruncí el ceño—. ¿Cómo?

Mi hermana negó con la cabeza—. Nada, no te preocupes.

Quise insistir un poco, pero preferí dejar las cosas así, ya que por más que a mí me gustase la Josefa, no podía ir por la vida preguntándole a los demás sobre hitos de su vida. Si quería saber algo sobre ella, tenía que esperar a escucharlo de su propia boca.

Suspiré y asentí—. Qué bueno que te lleves bien con la Josefa —cambié de tema.

Ella sonrió un poco—. ¿Querrás decir que qué bueno que me lleve bien con mi próxima cuñada?

Solté una pequeña risa—. Ojalá buena tan fácil como decirlo.

Su sonrisa se borró—. No lo es, pero vale la pena intentar.

—Estoy hasta el pico —el Lucho de dejó caer a mi lado en el pasto.

—Todos lo estamos —murmuró la Vale frente a nosotros mientras leía un texto y destacaba.

Efectivamente, como mi amiga rubia dijo: todos estábamos hasta el pico, ya que estábamos en época de exámenes y ya casi terminando el año escolar.

Si soy sincero, la verdad es que durante mi primer año sí estuve muy estresado en época de exámenes, porque aún no aprendía muy bien cómo se suponía que debía estudiar. Además, había ramos que me costaban y estaba tomando tutorías con cabros de años mayores, así que vivía el día a día corriendo por doquier.

Hoy en día, aunque sí tenía que estudiar mucho, porque hay que conservar la beca, había aprendido a repasar casi todos los días lo que habíamos pasado durante el día, por lo que ya no me era tan pesada esta época.

Vislumbré a lo lejos a la Josefa saliendo de la cafetería, así que tomé mi mochila y me levanté.

—Nos vemos luego —me despedí de mis amigos y comencé a trotar para alcanzar a la pelinegra—. ¡Josefa! —grité y muchas personas se voltearon a verme. Claramente ellos no se llamaban Josefa.

—Hola —me saludó cuando llegué a su lado, mientras tenía su mano sobre su frente por el sol.

—Hola —me moví un poco para taparle la luz y que pudiera ver mejor.

—Gracias —me guiñó un ojo—. ¿Qué pasa?

Que tengo ganas de darte un beso.

—Nada —sonreí—. Quería hablar contigo.

Gracias a que ella era de tez blanca pude notar cómo se ruborizaba un poco y me contuve las ganas de sonreír aun más.

—Ya terminé mis clases, solo vine a comprar un sándwich —alzó la mano en donde lo traía.

—¿No lo comiste adentro?

—Nop, tenía frío adentro.

—¿Frío? —fruncí el ceño.

—Tenía frío en los pies —respondió—. Soy de tener presión baja y mala circulación —explicó.

Asentí y guardé esa información en mi cerebro, ya que más tarde podría serme útil.

—¿Quieres comer aquí afuera?

Asintió—. Sí, esa es la idea, ¿me quieres acompañar? —enarcó una ceja.

—Sí.

Caminamos un poco más hacia una de las mesas y nos sentamos uno frente del otro. Ella sacó su termo y desenvolvió su sándwich.

—¿Sabís qué? Me dio hambre, espérame aquí —dejé mi mochila y ella asintió.

Caminé hacia la cafetería y me formé detrás de las dos personas que estaban en la cola. Compré un sándwich de ave mayo y luego salí del edificio para volver a mi lugar, con la Josefa.

—Volví —anuncié.

—Sí, ya te vi.

Bufé y me senté en donde anteriormente estaba.

Desenvolví el sándwich y comencé a comer, ya que ella ya lo estaba haciendo.

—¿Quieres té?

—Ya, un poco, por favor —me tendió un poco en la tapa de su termo y luego de tragar hablé—: ¿Y eso que no trajiste un sándwich de tu casa hoy?

Negó con su cabeza—. Mi papá ayer tuvo que viajar donde su hermana y a la Carla y a mí nos da flojera cocinar tanto, así que preferí traer plata y comprarme algo.

—No sabía que tu papá tuviera una hermana.

—Sí, es menor que él por cinco años. Tiene un hijo pequeño de tres y está enferma, así que mi papá fue a ayudarla un poco mientras llega su pareja.

—¿Y cómo vas con los exámenes?

—Bien, nunca me ha ido mal, pero hay un ramo que me cuesta harto, para ese es el que más he estudiado, tengo el certamen el viernes.

—¿Y estudias tú sola para ese ramo?

—No, me ayuda una compañera a la que le va bien, con ella resuelvo mis dudas. ¿Y tú? ¿Hay algún ramo en el que te vaya mal?

—Mh... No sé si mal, pero el que más me cuesta es farmacología, no tengo muy buena memoria, así que tengo que estudiar harto.

—¿Y este es el último año que lo tienes o en tu especialización también hay?

Negué mientras tragaba el sándwich, el cual vale aclarar estaba muy rico—. Solo este semestre, no sé si en las otras especializaciones hay, no me acuerdo.

Seguimos hablando de nuestras carreras hasta que yo tuve que irme porque tenía una clase, así que me despedí, aguantando las ganas de darle un beso en la mejilla, ya que no sabía cómo podía reaccionar y prefería evitar cualquier tipo de malentendido.

—Nos vemos —acomodé mi mochila en mi hombro y boté mi basura el cesto.

Ambos nos habíamos levantado, ya que ahora ella se iba a su casa.

—Chao, cuídate.



capítulo sin editar porque no tengo tiempo, besitos<3 

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora