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 Capítulo sin editar, leer la nota abajo.

Mateo. 

Apagué el motor del auto de mi papá y cerré los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás. No podía creer todo lo que había pasado en un solo día. No tenía idea en qué momento una tarde tan simple se transformó en una de mierda.

Me froté el rostro con las manos antes de suspirar y salí del auto cerrándolo y poniendo la alarma.

Al entrar en mi casa mi mamá, papá y hermana estaban esperándome en el living. Cuando vine a dejar a la Romi hace unas horas tuve que darle unas explicaciones a grandes rasgos a mis papás sobre lo que estaba pasando y luego salí rápidamente de mi casa para correr a la comisaría.

—¿Nos vas a contar ahora qué fue lo que pasó? —mi mamá se cruzó de brazos.

Suspiré y asentí antes de ir a la cocina a tomar agua, al volver me senté en un sillón individual.

—Hoy cuando fui a buscar a la Romi a la clínica me encontré con... ¿una amiga? —fruncí el ceño y negué con la cabeza—. Una chica de la u, y me cae bien así que la invité a comer helado con nosotros, pero ella tiene... tenía —me corregí—, un pololo medio aweonao, controlador y cada vez que nos veía juntos se ponía celoso —rasqué mi mejilla—. Hoy estuvo un poco más descontrolado y exaltado y quiso pegarme, pero la Josefa se interpuso y terminó dándole un combo —masajeé mis sienes y suspiré—. Luego su hermana y el pololo de su hermana salieron de la casa y lo echaron, así que llamaron al papá de la Josefa y tuve que ir a declarar para que ella interpusiera una demanda contra el weón —resumí—. Por eso vine a dejar a la Romi rápido.

—¿Ella cómo está? —preguntó mi mamá con cara de preocupada—. ¿Le pegó muy fuerte? ¿Fue a un doctor?

—Su hermana le hizo curaciones y en la comisaría constataron lesiones, más allá de eso no sé —recargué mi espalda en el respaldo del sillón.

—¿Pero cómo estaba? ¿Muy mal?

—Un... poco, no sé, estaba triste, pero creo que también aliviada, no me dijo mucho, estaba cansada y su papá me dijo que la llevara a su casa altiro...

—¿Tú? —Mi papá me interrumpió confundido—. ¿Por qué las llevaste tú?

Parece que hablé demás.

—Es que... después de salir de la comisaría nos quedamos hablando un rato... Ella me pidió que no le dijera a nadie de la u lo que pasó y así —mentí.

La verdad es que la Josefa no me había pedido eso, pero fue algo que automáticamente asumí, yo no tenía porqué hablar de eso con alguien —que no fueran mis papás, a ellos les debía una pequeña explicación— sino era mi tema, sería una completa falta de respeto.

Hablamos un poco más del tema y luego caminé de nuevo a la cocina para buscar algo para comer, porque todavía no tomaba once y ya eran alrededor de las nueve y media de la noche.

—Oye —salté asustado en mi lugar por la repentina irrupción en la cocina y me volteé a mi hermana, que me estaba sonriendo angelicalmente.

—Me asustaste, weona —suspiré y cerré el refrigerador luego de haber sacado algunas cosas.

—Perdón —se cruzó de brazos—. Oye... tú... ¿crees que...? —se aclaró la garganta e hizo una mueca. Fruncí el ceño porque era bastante raro ver a mi hermana nerviosa—. ¿Crees que podrías darme el número de la Josefa?

—¿De la Josefa? —pregunté sorprendido.

—Sí, yo... quiero hablar con ella —apretó los labios.

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora