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Josefa.


—Jojo, ven a desayunar —mi hermana tocó la puerta.

—Voy —le dije en voz alta para que escuchara del otro lado de la puerta.

Me miré frente al espejo que tenía en mi pieza.

Estaba sentaba sobre mis rodillas en el suelo de mi habitación mientras me examinaba en el espejo de cuerpo entero. Ya había pasado una semana desde el día en que el Cristóbal me golpeó por equivocación y fui a denunciarlo.

En el fondo me sentía mal por haberlo hecho, porque finalmente él no quería golpearme a mí... Pero no podía seguir mintiéndome e intentando tapar el sol con un dedo: durante los últimos años de relación él había ejercido violencia sicológica sobre mí y yo necesitaba estar lejos de él, lo más lejos posible.

El moretón aún estaba un poco verde, pero lo peor ya había pasado. Claramente no iba a ir a la universidad en ese estado, llamaría mucho la atención, así que hablé con mi jefa de carrera y le expliqué lo que había pasado, llevando conmigo un papel que testificara que estuve donde los pacos poniendo una denuncia.

Toqué mi pómulo suavemente. Como el peor momento estético ya había pasado, con ello también se había ido el peor momento en cuanto a dolor físico.

Me levanté del suelo y me puse mis pantuflas antes de bajar las escaleras e ir a la cocina. Mi hermana entraba hoy más tarde a clases, así que como yo me estaba quedando en la casa podíamos desayunar juntas.

—¿Quieres té o café?

—Té —le respondí.

Me pasó una bolsita de té y me fui a sentar, ya que la mesa estaba puesta.

—El papá dijo que la mamá ya había hablado con él —informó—. Así que la próxima semana viene.

Sonreí emocionada—. Bacán.

Hace poco más de dos meses que no veíamos a nuestra mamá, así que estaba feliz que de acudiera a mi llamado de auxilio. Si bien tenía una muy buena relación con mi hermana y mi papá, necesitaba en estos momentos un abrazo de mi mamá. Lamentablemente, solo iba a poder estar aquí una semana, no podía dejar su trabajo botado tanto tiempo.

—¿El Cristóbal ha intentado comunicarse contigo? —preguntó a los segundos de haberse sentado en su silla.

Mordí el interior de mi mejilla y negué con la cabeza—. No, pero siendo sincera creo que pronto lo hará, está dejando que me calme y no me sienta tan amenazada —respondí en voz baja.

Sentí su mirada sobre mí, sin embargo, no saqué mi vista del pan que me estaba preparando.

—Me perturba un poco que lo conozcas tan bien y que sepas exactamente lo que va a hacer.

—No te perturba que sepa lo que va a hacer, te perturba lo que va a hacer —aclaré.

—Bueno, sí, es eso. De hecho, ambas.

—No te preocupes, la verdad es que no creo que intente hacer algo contra mí, el Cristóbal no es tonto... solo... —suspiré—. No sé, no quiero pensar mal de él.

—Jo...

—Ya, ya sé que suena tonto —la interrumpí y dirigí mi vista hacia ella—. Pero lo conozco desde hace muchos años, Carla, y sé de lo que es capaz, en serio. Él puede... haberme hecho daño sicológicamente, y sí, sé que eso es ya bastante malo, pero no me hizo daño nunca físicamente. Él no me va a hacer daño, por lo menos no así —le aseguré.

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora