016 parte I;

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[Sin editar]

Josefa. 



—¿Qué quieres? —pregunté al llegar al frente del Cristóbal.

Él se intentó levantar de la banca, pero puse una mano delante, en una señal de alto, por lo que volvió a sentarse.

—Yo... Quiero hablar, Josefa, ¿puedes darme unos minutos? Prometo no hacer nada más que hablar, confía en mí, por favor —me miró con súplica en sus ojos.

Tomé una honda respiración y asentí, en el fondo aún confiaba un poco en él, no como para hablar con él en un lugar privado, pero sí para darle unos minutos en público.

—Habla.

—¿Te quieres sentar?

—No —respondí cortante—. Prefiero estar parada.

Él asintió y se pasó las manos por la cara antes de mirarme con tristeza—. Yo... Necesito que entiendas que no quería golpearte, no era para ti, era para ese weón... Pero sabes que yo no te golpearía nunca, Josefa, por favor créeme —lágrimas comenzaron a caer de sus ojos y las secó con rapidez—. Yo no...

—Ese es el problema, Cristóbal —lo interrumpí—. Aunque no me querías golpear, sí querías golpear al Mateo. ¿Tú crees que es normal agredir físicamente a alguien solo porque lo viste hablando conmigo? Porque nosotros no estábamos haciendo nada malo, nunca te engañé y tú aun así actuaste de forma violenta... y ya sabemos cómo acabó todo —fruncí los labios y me crucé de brazos.

—Lo sé —murmuró mirando hacia el suelo—. Yo... La fiscalía me hizo tener una cita con un sicólogo y ahora tengo citas semanales —admitió—. No... no sé si esto de verdad me va a ayudar a quitar este... enojo, este odio que siento aquí —se tocó el pecho—. Pero quiero intentarlo, quiero mejorar... Y no solo por mí, también por ti.

—Yo no voy a volver contigo, Cristóbal.

—Lo sé, pero tú fuiste la que me aguantó todo este tiempo... Y te hice mucho daño cuando tú no eras la responsable de mi enojo... Aunque ya no vayamos a volver quiero mejorar también por ti, porque de alguna forma el saber que ya no voy a volver a hacerte sufrir y eso... es suficiente para mí.

Lo miré unos segundos con el ceño fruncido, sin saber qué decir exactamente—. ¿Eso es todo?

La decepción llenó su rostro y por un momento me sentí mal, pero me dije a mí misma que ya no tenía por qué preocuparme por sus sentimientos; que yo ya no era su polola y no tenía que buscar formas de hacerlo sentir mejor.

—Sí, eso... Eso era todo —asintió con la cabeza—. Yo... en serio espero que algún día puedas perdonarme, Josefa, no me... No me gustaría que alguien como yo amargara tu vida. Tú... Tú mereces mucho más.

Un nudo se formó en mi garganta ante la vulnerabilidad que reflejaba. Por un momento pude recordar cómo era nuestra relación hace años; la forma en la que él parecía siempre buscar cómo hacerme feliz; los regalos que me hacía; la manera en la que se preocupaba por mis sentimientos... Pero él ya no era el mismo y definitivamente yo no era la misma.

—Espero que te vaya bien, Cristóbal. Sé que en el fondo tú no querías causarme tanto daño —murmuré lo suficientemente alto para que escuchara.

—¿Qué onda, Josefa? —preguntó mi hermana apenas abrí la puerta de la casa.

Suspiré y me saqué la mochila y la chaqueta mientras le contaba a la Carla sobre mi conversación con el Cristóbal. Primero estuvo muy enojada acerca de que aceptara, sobre todo teniendo en cuenta que él aún tiene una orden de alejamiento, pero luego comprendió que nos debíamos una conversación, y aunque no estuvo de acuerdo en que lo hiciera sin nadie —de mi familia— cerca, me felicitó por haber accedido solo si era en un lugar público.

—Por favor no hables nunca más con él sin que uno de nosotros esté cerca, ¿ya? —me rodeó con sus brazos.

—Lo prometo.

—Ya, me voy a servir helado, me empezó a doler la boca otra vez —bufó y se levantó del sillón, en donde ambas estábamos sentadas teniendo la conversación.

—¿El Axel va a venir a tomar once?

—No —dijo con el ceño fruncido—. Peleamos ayer y no hemos hablado —caminó a la cocina y la seguí.

—¿Por qué? Ustedes casi nunca pelean.

Sacó el helado del congelador y luego de ofrecerme siguió hablando—: Creo que es exactamente el hecho de que casi nunca lo hagamos el por qué no sé qué hacer ahora —hizo un puchero mientras servía el helado.

—Pero, ¿por qué pelearon po?

Ella se quedó quita un momento y me miró de soslayo antes de guardar el helado. Fruncí el ceño y tomé mi pote y una cuchara.

—Si te digo prométeme que no me vai a juzgar, ¿ya? —me apuntó con el dedo índice.

—¿Qué hiciste, Carla? —le pregunté—. ¡Weona! No me digai que lo cagaste —me tapé la boca con una mano mientras abría los ojos sorprendida.

Mi cara se desfiguró todavía más cuando ella se quedó mirando su helado, sin responder.

—¡Carla Ramírez! —le grité—. ¡Dime que no cagaste al Axel!

—No, no lo cagué —murmuró, pero no parecía cien por ciento segura de esa declaración.

—¿Y entonces? —pregunté con desconfianza.

Comenzó a mover sus pies, señal de que estaba nerviosa, por lo que yo también me puse nerviosa.

—Yo... En serio no lo engañé —aclaró—. Pero... Estuve enviándome mensajes con un chico —hizo una mueca con sus labios—. No creo que yo haya sobrepasado ningún límite de infidelidad, pero dejé que él me coqueteara y... Ayer el Axel estaba tomándome una foto en mi teléfono y llegó un mensaje de él... Así que él cree que lo engañé y no me contesta el teléfono —hizo un puchero.

—¿Por qué dejaste que él te coqueteara si estás pololeando? ¿Ya no te gusta el Axel? —pregunté confundida y un poco dolida, ya que a pesar de que la Carla era mi hermana, el Axel se había convertido en un pilar fundamental en mi vida y no quería que sufriera, menos por mi hermana, porque eso inevitablemente perjudicaría nuestra relación.

—No, no es eso —negó inmediatamente—. Yo amo al Axel, te lo juro, pero cuando ese chico me habló... como que me gustó recibir esa atención... El chico ni siquiera me atrae, es lindo, sí, pero no me gusta... Solo me gustaba la atención que recibía de él. Y ahora el Axel no me contesta y no me siento capaz de salir de la casa, así que no sé qué hacer —se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar.

Suspiré y dejé mi helado en el mesón antes de ir a abrazarla y dejar que se desahogara.

Lo que ella había hecho no estaba bien, pero merecía el beneficio de la duda y de explicarse luego de tantos años de relación. 

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora