epílogo;

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Mateo. 


—¡Apura, Mateo! —me gritó mi hermana.

—¡Ya voy, Romina! —le grité de vuelta enojado.

—¡No sé cómo te demoras tanto si te fui a despertar hace rato ya!

—¡Dejen de gritarse que no estamos en la feria! —gritó mi mamá y bufé exasperado.

Terminé de peinarme y asentí hacia mi reflejo al espejo, me veía bien.

Salí del baño y caminé al living, donde tenía la chaqueta del traje negro.

Sí, me había comprado un traje para esta ocasión.

—¡Ay, que te ves lindo! —mi mamá se acercó y tomó mis mejillas entre sus dedos.

—No me aprietes la cara po, me va a quedar roja —fruncí el ceño.

—Si te quiero apretar la cara lo voy a hacer porque soy tu mamá —apretó más fuerte y se rio.

—Qué desquiciada —murmuré cuando me soltó.

—Uy, qué amargado, quién diría que vas a ver a tu polola —me molestó.

—Mamá, deja de molestarlo, que vamos tarde —mi hermana acudió a mi rescate.

—Ya, se cuidan por favor —le dio un beso a la Romi en la mejilla y luego a mí.

—Lo que se traduce a que no tomen tanto y lleguen sanos y salvos —dijo mi papá saliendo de la cocina con su delantal y una paleta de madera en la mano, ya que hoy el tocaba cocinar a él—. Secundo la petición, no quiero que mi auto llegue chocado, gracias —sonrió.

—No te preocupes, papá, yo cuido al Mateo —mi hermana menor sonrió.

—Confío en ti, mi amor —le dio un beso en la frente.

Quise protestar, pero sonreí por lo fácil que parecía un gesto tan simple como darle un pequeño beso en la frente a la Romina, aun cuando para nosotros era un gran avance. Hoy en día, gracias a las sesiones de terapia, mucha paciencia y apoyo, podíamos hacer gestos tan simples como abrazos o besos a mi hermana sin tener miedo a que se sintiera incómoda.

Finalmente, transcurridos bastantes años desde lo que le pasó, no puedo decir que está "curada", porque no sé si hubo algo que curar, pero puedo jurar que ella se siente mucho mejor consigo misma, es cuestión de solo verla hablar, expresarse o relacionarse con el resto. Ha sido un largo camino que hemos recorrido los cuatro juntos y me siento orgulloso de todos nosotros.

—Ya oh, vamos nomás, que vamos tarde —tomé la chaqueta del traje y le di un beso en la mejilla a mi mamá.

—Sí, vamos —mi hermana tomó su bolso y el chaleco negro para caminar hacia la puerta.

—Cuídala, ¿ya? Llámame si pasa cualquier cosa —susurró mi papá.

—No te preocupes —asentí.

Tomé las llaves y salimos de la casa para luego ir a subirnos al auto de mi papá. La Romi puso música y le envió un mensaje a la Josefa de que ya íbamos en camino.

Tomé un camino por el que naturalmente no iba —porque según el GPS era el que menos tráfico tenía—, así que no llegamos tan tarde.

Mi hermana bajó antes de que yo estacionara el auto porque no le gusta llegar tarde a ningún lugar, así que estaba un poco nerviosa.

Caminamos entre la gente y fuimos a ubicarnos al lado de la familia de la Josefa. Todos estábamos un poco felices y ansiosos por ella, ya que hoy iba a recibir su título... con honores. Estuvo todo su último semestre enfrascada en su tesis. Afortunadamente, no la hizo sola, ya que trabajó con dos compañeras de carrera que, según lo que ella me dijo, trabajaron a muy buen ritmo y de forma simétrica.

Péscame poDonde viven las historias. Descúbrelo ahora