Mikey desea fervientemente que Draken sea su alfa.
A su vez, por un lado, Chifuyu cumple quince años y Baji no podría estar más feliz.
Y por otro lado, Mistuya quiere estar soltero y Hakkai llora.
Las primeras veces y las primeras atracciones siempr...
I'm torn between fulfilling my wildest dreams To satisfy the beast inside of me And a grounded love that raises me high above The grabbing hands of cowards and of thieves
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No hubo un punto cúlmine en el que la fiesta terminó; simplemente fueron cayendo uno a uno. Mikey no tardó en irse a dormir, Draken y Mitsuya se fueron a dormir a la casa de Pah, que era la más cercana luego de la de Baji, mas prefería morir antes que enfrentar a un Baji recién despierto; Yuzuha y Hakkai fueron de los primeros en irse, Kokonoi e Inupi se quedaron dormidos el uno sobre el otro en el sofá, Chifuyu se quedó dormido en el suelo de la sala junto a Takemichi y Emma tuvo que echar a Baji y a Peyan.
Y asimismo a Koko e Inupi cuando despertaron por la mañana temprano.
Draken, por su parte, llegó unos minutos tarde y se estresó por ello. Bajó de su moto y se aproximó a paso apremiado a la conglomeración de gente, incluso dejando atrás a quienes habían llegado con él. Al primero que se cruzó fue a Baji, quien llevaba una cara de que mataría al primero que le mirara con un atisbo de desdén.
—Se nos ha hecho tarde y hemos salido pitando —exhaló a modo de disculpa por su retraso que no le interesaba a nadie, y menos a la persona frente a él; todos estaban cansadísimos. Dio una vista panorámica al santuario y sus alrededores y comentó—, pero veo que aún así faltan unos pares de los que debían asistir, y eso que no éramos muchos.
—Así es, pero a Smiley lo pasaron a buscar luego de la fiesta, así que no esperes que lleguen temprano.
—¿Lleguen? —enfatizó, mirando hacia el grupo detrás de Baji—. Pero si Angry está ahí mismo.
—Eso ya lo sé —gruñó—, pero quien le ha pasado a buscar ha sido otro de los capitanes.
—No me jodas que se ha quedado a dormir en casa de Mucho otra vez —murmuró Draken, lamentándose mientras se masajeaba el puente de la nariz.
—Ajá —asintió, cruzándose de brazos, con la mirada perdida—. Así que toma asiento porque tendremos suerte si llegan para las seis de la tarde.
—Y Mikey ya debería de estar por llegar —aseguró en vano.
—Mikey no vendrá —le aclaró, devolviendo su mirada a él.
—¿Qué? —le cuestionó—. Fue él el que insistió en esta reunión.
—Que ya lo sé también —objetó, impaciente—, pero ayer se sintió medio mal y hoy directamente me llamó para decirme que estaba resfriado y con fiebre.
—¿Y por qué no me ha llamado a mí? —le cuestionó. Había sido más una pregunta para sí mismo que para él.
—A saber —se encogió de hombros—. Sus problemas maritales son cosas de ustedes, no mías.
