4.- Chispas

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La hora de la cena siempre había dos mesas, la de los adultos y la de los niños. Este tipo de jerarquía fue impuesta por el alfa del hogar para mantener un control dentro de por sí en una desordenada casa en termino medio. En pocas palabras dejen comer chingada madre.

Por obligación, Lemy tenía que estar en la mesa de los niños con Lacy, Lynn III, Lupa, Leia, Lizy, Lulú y Lani. Y cabe aclarar que la cocina es más grande de lo que parece.

— Lupa así que... Lemy y tú son hermanos – dijo Leia casi riéndose.

— Cállate... No sabes cuánto odio que mencionen que tú y yo somos familia, ahora no quiero que sepan que soy la hermana del greñas de panocha – Lupa le arrojó guisantes a la cara.

— Oye, estoy comiendo – dijo Lemy poniendo catsup a su nugget de pollo.

— Ups... – por accidente, Lizy derramó su vaso de jugo en el suelo.

— No pienses así Lupa... No tiene nada de malo que Lemy sea tu hermano, solo mira a Lyra, ella quiere que aprenda la palabra de Rengoku o algo así – dijo Lacy quitándole la botella de catsup a Lemy.

— Hay cosas más importantes para hablar – decía Lynn III luego de beber un poco de jugo. — ¿Alguien sabe que es el Enchiridion? ¿Y tiene algo que ver con las enchiladas? – de repente, recibió puré de papa en la cara. — ¡Lani!

— ¡Jaja! ¡Ba! ¡Ba! — Lani reía mientras golpea la mesa con mucha alegría y cuando estaba apunto de arrojar más comida, le lanzaron arroz.

— ¡Jejeje! — Lulú empezó tirar comida a todos en la mesa.

Mientras que todos en los niños se lanzaban comida, Lizy bajó de su silla y tomó su vaso de dinosaurio del suelo. Salió de la cocina y fue a la mesa de los grandes, caminó hacia su mamá y le jaló la camisa para llamar su atención.

— Mami, mi jugo se cayó, me das más jugo por fi – dijo Lizy alzando su vaso hacia arriba.

— Claro mi amor – Lana tomó el vaso de su hija y le sirvió más jugo de uva. — Ten cuidado a la próxima, ahora termina tu cena.

Cuando Lizy regresó a la cocina, la mesa de los grandes seguía estando bien pinche aburrida, nadie hablaba, todas parecían piedras porque las madres estaban nerviosas y las hijas no dejaban de pensar en el elefante de la habitación.

Y Lincoln se la pasaba a toda madre, ya que comía de todo lo que había en la mesa, arroz, ensalada, puré de papa, todos los tipos de salsa y condimentos que había e incluso no le importaba que su pedazo de carne estuviera quemada. De gustaba la comida como si fuera la última cena del desierto.

— Lincoln... ¿Cómo te va en el trabajo? – dijo Leni con una pequeña sonrisa.

— Mmm... Muy bien, el perro de la estación cumplió quince años – dijo Lincoln después de limpiarse la boca con la servilleta.

— Eso es asombroso.

Mamá ¿Quién es él? – susurró Lyra a su madre, ya que estaba sentada a un lado del albino.

Después hablamos de eso – dijo Luna para zafarse de hablar con su hija.

— Se podría decir que tú trabajo es muy llamativo... Jeje entendieron – dijo Luan.

— ¿Qué? – Lynn no le entendió.

— Olvídalo...

— ¡¡Ya no puedo seguir como si nada hubiera pasado!! – Lola vociferó levantándose de su silla muy alterada. — ¡Lincoln necesitas saber la verdad, tu eres el p–

Una llama en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora