8.- Fuego

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Mientras conducía la camioneta roja de su hermana Lynn, Lincoln fue al bachillerato a pasar por Lyra y Liby porque la misma Lynn le pidió que lo hiciera para que intentara formar un vínculo afectivo con sus hijos.

Después de escuchar esa semejante mamada, Lynn dejó de reír y le pidió que fuera nomás porque si.

Durante el trayecto a la escuela de los demás niños, el albino intento comenzar una plática con sus dos hijas hablando un poco de los gustos de cada una, sin embargo, ellas estaban sumergidas en su propio mundo.

Cuando llegó a la escuela, estacionó el auto en la calle a un lado de banqueta esperando a que sus bendiciones subieran al coche.

Mientras todas subían al auto y tomaban cada una sus respectivos asientos, Lyra comenzó a contar cabezas.

— Son 5, falta uno... ¿Alguien sabe dónde está Lemy? – preguntó Lyra molesta por no encontrar a su único hermano.

— Se metió en problemas, está en la oficina de la directora – exclamó Leia revisando los mensajes de su teléfono.

— Este idiota... – Lyra enfureció. – Voy a buscarlo.

— No, mi trabajo es responder por él, voy yo... – El albino bajó del auto dejando la ventana abierta. — Lyra te dejo a cargo – se alejó del carro y entró en la escuela.

Al dirigirse a la oficina de la directora, Lincoln no tenía idea en como expresarse, por un lado estaba preocupado de que le haya sucedido algo malo a su hijo y por el otro estaba molesto sí en realidad lo castigaron por su culpa. No sabía que pudo haber hecho Lemy, así que su única opción era mantenerse imparcial y escuchar la versión de los hechos.

Cuando encontró a su hijo sentado en una silla al lado de una puerta, se acercó al niño sin dudarlo y detenerse frente a él.

— Lemy... Mírame... – dijo Lincoln cruzando los brazos.

El niño levantó su cabeza y miró fijamente a su padre con una mirada triste.

— ¿Qué pasó? – preguntó Lincoln sin cambiar de postura.

Lemy sentía un poco de pena por decirle algo tan vergonzoso que creería que perdería su respeto que su padre le tenía él, sin embargo, decidió a darle más confianza.

— Yo... Yo no quería... – fue lo que pudo decir Lemy.

— ¿Qué? – el albino se puso en cuclillas y sintiendo una enorme preocupación. — ¿Dime que sucedió?

— Hace tres años conocí a una niña de la edad de Lacy o Lynn... Al principio, creí que quería ser mi amiga, pero con el tiempo se portó cada vez más rara conmigo. Me seguía a todas partes y me encerraba casi siempre en el armario de las escobas con ella, me obligaba a decir cosas que no quería y otras que no quiero decir...

— ¿Y no pediste ayuda? No sé a alguien...

— Si... Pero cuando traté de pedirle ayuda a Lupa, se rió de mí... Decía que era imposible que una niña como ella hiciera esa clase de cosas, intenté pedir ayuda a los maestros, pero no me creyeron y la directora ni se diga.

— Cielos Lemy... ¿Fue por eso porque estás aquí?

— No... La..la directora nos descubrió en un salón y quiere que hables con ella..

— De acuerdo... ¿Y dónde está?

— Adentro, esperándote...

Lincoln se incorpora y se acercó a la puerta del despacho. Por unos segundos, observó el nombre escrito en el vidrio opaco de la puerta, sabía perfectamente quien era esa mujer.

Una llama en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora