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Sakura era maravillosa; si es que todavía era capaz de soñar, esta era la mujer de sus sueños. Elegante y hermosa como pocas, pero sobre todo dotada de una sensualidad abierta y gozosa, como si fuera capaz de excitarse a sí misma.

Todas las mujeres de su pasado habían caído siempre en los extremos de las emociones; habían Sido torpemente agresivas, o buen demasiado pasivas y entregadas a su voluntad. En tiempos muy lejanos, cuando por sus venas corría sangre propia y él estaba lleno de pasión humana, había subyugado a las mujeres y a los hombres, pues había sido un señor de la tierra y hasta había luchado contra los turcos para conservar su territorio y su poder; pero ahora recordaba aquella vida como algo brutal y sin sentido; para que luchar contra los hombres y, sobre todo ¿Para que convertir el lecho en un campo de batalla?..... Este largo tiempo de existencia inmortal le había probado que la violencia y la lucha por el poder perpetuaban la estupidez en toda las formas de relación humana, incluyendo el amor. Por eso ahora estaba encantado con esa nueva disposición de la gente para buscar caminos "humanísticos" en sus relaciones.

Él sabía que cuando era humano había estado solo, y cuando se encontró en la eternidad, sintió que seguiría solo, más que antes. Por centurias había recorrido las calles de las grandes ciudades europeas y norteamericanas sin encontrar la mínima empatía con aquellos seres embebido en sus propias contradicciones, nadie que pudiera inspirarle algún sentimiento, o siquiera despertar otra clase de apetito que no fuera su eterna sed de sangre.

Su existencia. En este mundo había llegado a ser una manifestación de un aburrimiento enorme y sobrenatural, un fastidio tan largo como su existencia de vivo y de muerto en vida, la causa sin duda eran los hombres; ellos eran peores que los animales; peores que los miseria insectos. Los hombres veían la existencia de seres como él de una manera simplista, superficial; pero también así veían su patético y efímero periodo de existencia.

Ahí radicaba el verdadero problema, en la simpleza. No tenían capacidad de asombro, ni de horror; pero tampoco de fascinación. En el pasado él tenía que protegerse del odio humano, y también de esa especie de enamoramiento que podía producir su personalidad sobrenatural; todo aquello por lo menos era una muestra de respeto. Ahora ya no sentía nada delante de un ser que solamente sirve como alimento y que ya ni siquiera puede llamarse víctima.

PORNORAMA.  ( TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora