EPILOGO

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Violet

Tate, desde que nos despedimos no ha pasado un día en que no piense en ti. Necesito de ti, necesito que vuelvas a mirarme con esos perfectos ojos marrones tan sensibles a quebrarse y derramar lágrimas tan cristalinas, que podrías reflejarte en ellas. Necesito tus mentirosos labios, tan rosados, tan carnosos, tan hermosos que se veían pronunciando un “estoy bien” cuando no era así, o un “no temo a nada” cuando era también una mentira, porque tu le tenias miedo a algo; a perderme.

Y me perdiste.

Y te quebraste.

¿O eso también fue una mentira?

Tate

Cuatro años desde que Violet me miro. Y aunque había prometido que la esperaría no importa si es por siempre, sigue siendo una tortura.

Pero la he lastimado cuando se suponía que sería la única persona que no lo haría, y si sufriendo como lo hago ella me perdona, lo acepto.

No me arrepentiría de haber matado a esos ocho chicos de Westfield, o a esa pareja homosexual, o a sus padres si no hubiera sido que por haber hecho eso, Violet se alejó de mi.

Y he tratado de redimirme; cada Halloween de estos cuatro años he salido de esta casa a buscar a esos estudiantes, pero ellos jamás aparecieron. No me he disculpado con la pareja porque bueno, primero no creo que me quieran ver, segundo, ya ni se si son pareja, también gracias a mi. No obstante, siguiendo lo que hemos acordado, hablo con Ben, el padre de Violet quien es la única persona que se digna a hablarme aun cuando lo ayude a arruinar su vida. Nuestras charlas no han cambiado, el sigue tratándome como un paciente y yo a el como a un doctor, solo que ya no le pago, tampoco le serviría de algo. Pero nuestras charlas me ayudan de verdad, me distraen de la tortura que es no tener a Violet.

Oh, Violet.


Dijiste que me vaya. [t.l]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora