Ocho

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"La ídolo del mundo artístico, Ophelia Grimm, dueña de la Galería Polaris, nombra oficialmente como heredera a su nieta de 16 años, Juno Grimm, estudiante de Artes en la Academia Aldrich."

Juno arrugó el ejemplar del periódico y lo arrojó a un lugar aleatorio de su taller. 

Salir del hotel después de eso fue una pesadilla, todos los reporteros se les lanzaron encima, buscando alguna explicación sobre por qué volvía una heredera millonaria a su nieta menor de edad, pero como siempre, su abuela los ignoró hasta que cerraron la puerta de la limusina.

Su primera reacción fue. —¡¿Qué carajo, Phee?!

—No grites, tomé demasiados vodka martinis— la apaciguó con una asombrosa calma. —Mira, he estado hablando con mi abogado y consideramos que lo mejor era dejar clara mi herencia.

—¿Estás muriendo?— preguntó Juno, un poco consternada.

—¡Claro que no! Planeo vivir hasta los 100 años— negó su abuela. —Ya sabes como soy, me gusta tener mis cosas en orden. No quiero cometer los mismos errores de cuando murió June.

Aunque seguía un poco molesta, Juno entendía. Cuando murió su mamá, no había dejado nada arreglado y tardó casi medio año en obtener custodia, aunque era lo que su mamá quería. De no haber dejado todo al azar, quizás aún conservaría su audición intacta. Solo era precavida.

—Me retorcería en mi tumba si el inútil de tu padre acabara con mi fortuna— siguió. —Así que todo irá para ti cuando yo muera, las propiedades, las joyas y mis acciones, pero depende de ti hacerte cargo de la galería, También dejé una parte para Sally, pero tu eres mi heredera.

Las noticias habían estado retumbando sobre la decisión de Ophelia, aunque no había nadie más a quien dejarle la herencia. ¿Una beneficencia? No creía en esas cosas. ¿Donarlo para la escuela? Ya hacía suficiente. ¿Dejarle el control a su padre? Primero muerta, según su abuela.

Siendo objetivos, no había nadie más a quien dejarle su fortuna.

Juno decidió que dejaría de estresarse por eso. Siempre supo que heredaría la fortuna de los Grimm, pero siempre creyó que sería más mayor antes. No quería pensar que Ophelia lo hacía por precaución, quería ganarse ese privilegio, tal como demostró al ganarse su apellido.

Cerró la puerta del taller y comenzó a cocer a mano las bases para los trajes. Quería tener unas bases básicas antes de comenzar a hacer más detalles y para tomar las medidas adecuadas de los actores en base a su forma corporal. En sí no eran nada ostentoso, solo una tela blanca con costuras simples, pero disfrutaba cocer a mano. Una vez empezara encendería las máquinas.

Puntada, jalar, puntada, jalar. Repitió el proceso una y otra vez con los 10 trajes, dejando para el final los de los protagonistas. Con la ayuda de Elly tenía una imagen más clara y empezaría antes a confeccionar. Ophelia quería ayudarla, pero ese proyecto le pertenecía solo a Juno.

Sintió una palmadita en su hombro y dio un salto tan fuerte que arrojó su kit de costura. A sus espaldas estaba Amelia, la chica que iba a hacer la limpieza los jueves, también impresionada.

—¡Lo siento, Srta. Grimm!— exclamó, alzando las manos para que viera que no le haría daño. —Es que Madame me pidió que le avisara que no suba a su despacho.

—Primero, ya te dije que me llames Juno— respondió. Amelia era solo un año más joven que ella. —Y en segundo, ¿Qué pasa? ¿Hay visita?

Amelia se mordió el labio. —Pues... no creo que debería decirle...

Deseo a una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora