Nueve

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Thaddea

Ir a esa fiesta fue un error, pero ella no tenía ni una palabra al respecto. Su padre le dejó en claro desde que era niña que era su deber llevarse bien con el hijo mayor de los Evans. Solo esperaba que su "amistad" no fuera a convertirse en una propuesta de matrimonio arreglado al futuro.

Ella no bebía, tampoco fumaba, así que no habían lugares para ella en esa fiesta. Damian estaba distraído coqueteando con unas chicas de tercer año, así que estaba sentada sola, leyendo en su teléfono. Las noticias seguían estallando sobre el anuncio de Madame Grimm. Su padre le decía que tuviera cuidado con los Grimm, que la mujer era una feminista extrema imposible de ganar.

¿Dónde estaría Juno? Era una de las pocas razones por las que no se había ido temprano. Quería verla y pasar algo de tiempo juntas fuera de la escuela, llegar a conocerse un poco mejor.

Miró a todos lados, pero había mucha gente y no podía distinguirla. Generalmente no le tomaba más de 5 segundos encontrarle en una multitud, pero con todos los estímulos alrededor era casi imposible distinguirla. Juno era sorda, quizás buscaría lugares más apartados de las personas.

Tras media hora sin verla, decidió subir las escaleras. Vio por el rabillo del ojo que Damian entraba con una rubia a una de las habitaciones. Menos mal, no debería preocuparse por él. Más adelante vio al hermano de Juno, un tal Müller, pero no recordaba bien su nombre.

—Oye, Müller, ¿Sabes dónde está tu hermana?

El chico la miró. Tenía los ojos bastante rojos y un porro a medio fumar en los dedos. Tenía un fuerte aliento a hierba, tan fuerte que tuvo que retroceder cuando el chico abrió la boca.

—Esa pequeña... no es mi hermana— dijo, con las palabras corridas. —¿Por qué todos prefieren a esa sorda inútil en vez de a mí? ¡He hecho de todo, pero todos adoran a la hermosa Juno!

—No es inútil. Tal vez sea esa actitud lo que hace que todos la prefieran— gruñó Thaddea.

El chico era más que inservible, además de insoportable, así que lo dejó atrás. Le preguntó a varias personas si habían visto a Juno, pero la mayoría la ignoró, dijeron que no o preguntaron quien rayos era Juno. Hasta que llegó a una chica tatuada de último año que le dijo algo útil.

—Creo que la vi entrando en la sala del balcón.

Thaddea fue a buscarla. No quería irse sin antes haber pasado el rato con ella. No era tonta, sabía que Juno no tenía la mejor impresión de ella y quería cambiar eso. 

Golpeó, pero no respondió nadie. Decidió abrir de todas formas. El lugar estaba a oscuras, sin señales de que hubieran trasladado la fiesta ahí. Lo que más la sorprendió no fueron todas las paredes llenas de libros, los sillones cómodos ni el ambiente que la invitaba a sentarse y leer.

Lo que más la sorprendió era ver a la chica que buscaba, de pie sobre la baranda.

Comenzó a temblar. —Grimm— la llamó, no hubo respuesta. Debió sacarse el audífono.

Por supuesto que no la escuchaba. Juno no daba señales de querer saltar, al menos no una que pudiera ver de espaldas. Parecía un ángel hecho de luz, con los brazos extendidos. Como si en cualquier momento una fuerte brisa la hiciera extender sus alas para llevársela hacia los cielos.

No podía perderla. No de nuevo.

—¡Grimm!— volvió a llamarla, esta vez con más fuerza, aunque sabía que no podía escucharla.

La chica se balanceó suavemente al frente. "No, no, maldita sea". Se lanzó hacia adelante y la jaló hacia atrás con fuerza del borde de su chaqueta. Ambas cayeron al suelo, pero Thaddea se posicionó de forma que la chica cayera sobre ella, como una colchoneta de seguridad.

Deseo a una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora