Doce

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No creía que Damian esparciera la noticia. Le pidió ser discreto ya que la relación aún era muy reciente y no quería complicar las cosas. Él le guiñó un ojo y prometió no decir nada, pero no le creyó. Tenía una poderosa carta contra ella y solo era cuestión de tiempo para que la usara.

Thaddea no volvió a dirigirle la palabra en el resto del viaje. Al separarse, murmuró un "adiós" entre dientes y se subió al taxi, seguida por Damian. No pudo preguntarle sobre la carta y de seguro nunca podría. ¿Por qué estaba tan enojada por su "relación"?

Pidió un taxi aparte y volvió a casa. Lo mejor para distraerse era trabajar y tenía mucho por hacer. Si Thaddea iba a odiarla por su "relación", entonces la obligaría a amarla por los trajes.

—Tu padre dejó un mensaje para ti— le dijo Ophelia.

Juno borró los mensajes de la máquina e informó que iría a su despacho. Le pidió a Amelia algo ligero para comer y mucha agua, pues estaría encerrada un buen rato. Lo único que existió para ella las siguientes cinco horas fueron las telas, su máquina y sus útiles de costura. Cada treinta minutos, Amelia le dejaba una nueva jarra de agua con bocadillos, pero apenas volteó a verla.

Cerca de las once de la noche, ya había terminado tres trajes secundarios. Quería dedicarle lo mejor a los principales, lo que ameritaba un día entero donde no estuviera amargada. Guardó los trajes terminados en bolsas con mucho cuidado y fue a los aposentos de su abuela.

Tocó la puerta y entró. —Buenas noches, Ophelia. Que descanses.

—Juno, querida— la detuvo antes de salir. —Sabes que respeto tu libre albedrío, pero me gustaría que llamaras a Walter. O de lo contrario va a volverse muy molesto.

—No tengo nada que decirle— se negó.

—Eso está bien, no le hables. Solo finge que escuchas lo que quiere decir— dijo Ophelia. —Ese chico sin colores me llamó a la oficina diez veces. Hazme el favor para no soportarlos más.

De ser posible, nunca hablaría con Walter. Pero era una petición directa de Ophelia, no podía rechazarla. A pesar de la hora, decidió llamar al susodicho, que le contestó a los dos tonos.

Hola, Jun. Me alegra que...

—Ve al grano, Walter— lo interrumpió, sin paciencia para soportar sus súplicas.

Muy bien. Llevo ocho meses sobrio.

—¿Y eso qué conmigo? ¿Quieres que te felicite? ¿O una medalla?— preguntó. Su sobriedad no significaba nada para ella, no eran familia.

Lo escuchó suspirar. —Quiero tener visitas regulares con Sally. Hablé con un abogado y es posible tener un juicio. Me gustaría tener tu apoyo.

No pudo evitar una carcajada. —¿De verdad esperas que me ponga de tu lado y abandonar a Ophelia? Dios, Walter, a ti te regalaron el diploma en Literatura. No puedes ser tan estúpido.

Solo quiero estar presente, Juno— dijo Walter.

—Pues que pena, porque Sally no te necesita, no hay nada que puedas darle que nosotras no podamos— negó de inmediato. —Te dejaré algo claro, Walter: mientras Ophelia y yo vivamos, no te acercarás ni un kilómetro a Sally. Haremos todo lo posible para que eso no ocurra. Adiós.

Cortó sin esperar respuesta y arrojó su teléfono a la pared con furia. Visitas regulares, ¿Cómo se atrevía? Había condenado a Sally desde el momento en que nació, la condenó a ella y ahora la quería de vuelta, como si no hubiera hecho nada. No lo permitiría, no se acercaría a su pequeña.

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2021 ⏰

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