Querida yo:
Hoy me he dado cuenta de que todo tiene fecha de caducidad, de que nadie va a quedarse por siempre y de que para vivir felizmente primero hay que aprender a ser valientes.
Todo es inevitablemente efímero, somos almas demasiado veloces y cuerpos aún más fugaces.
Estamos tan acostumbrados a que todo encaje y a que todo tenga una explicación que, a veces, nos olvidamos de que, la vida misma, es una metáfora confusa.
Vivimos sin miedo a odiar demasiado y asustados de amar un poco.
Respiramos en una atmósfera de angustia, dónde ser el mejor es sinónimo de ser perfecto, cuando la verdad es que, la perfección es un concepto sumamente embustero.
Querida yo:
Hoy simplemente vengo a recordarte que dejes de buscarle una lectura sensata la vida. No la tiene.