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Iba en el subterráneo de regreso a casa como todos los días, mi zapato izquierdo no paraba de molestarme y mi mano comenzaba a ponerse roja por aferrarme tanto al metálico tubo que evitaba terminara del otro lado del vagón.

Te seré sincero, no estaba atento a lo que pasaba a mi alrededor.

Sabes que me encanta perderme entre páginas e intentaba ahogar mi malestar entre las letras de "Heartless" así que no noté que dos asientos se habían desocupado, ni que el tren se había detenido en la estación y mucho menos que dos personas habían abordado.


Tu acompañante y tú tomaron asiento justo en la fila a mi espalda, supongo que mantenían una conversión muy animada porque de repente te reíste, fue una de esas risas que intentabas ocultar para que la gente no te viera raro. Pensé que solo era producto de mi imaginación, no era la primera que vez que me parecía oírte o verte, pero entonces quien supuse era Catarina confirmo mis sospechas.

"Amo que a pesar de los años que llevamos siendo amigos tu olor a sándalo me siga encantando", dijo ella tomando un respiro exagerado de tu esencia.
Tú soltaste otra risa, pero esta vez no la disimulaste.

Entramos a un túnel y momentáneamente pensé que era perfecto, podría ver el dorado de tus ojos, las sombras serían mis aliadas y así no podrías ver qué tan opacos se habían vueltos los míos, pero decidí no hacerlo; quizás lograbas verme y seguro notarías mi cabello desordenado y los rastros que las ojeras habían dejado.

Salimos de la oscuridad y llegamos a la siguiente estación, por primera vez tuve la necesidad de ver quién había ingresado al vagón y entonces la vi. Una chica castaña se abrió espacio entre la gente y corrió a tus brazos, o por lo menos creo que eso hizo, preferí no ver esa escena que seguro causaría en mí sentimientos que hace mucho enterré o me convencí de haber hecho.
"Cariño teníamos un trato, por lo menos me hubieras avisado el cambio de planes y que vendrías con compañía" dijo la chica.

Tuve el impulso de voltear a verte e interrogarte; ¿quién era ella?, ¿por qué te decía cariño?,¿dónde la conociste? ¿cuánto tiempo llevaban juntos? pero no lo hice, no podía, no tenía derecho.

Nuestra relación terminó hace más de un año y la infidelidad no fue la causa, en realidad fue la rutina. Todo se volvió monótono; en las mañanas ya no había desayunos sorpresa en la cama, las tardes transcurrían en la universidad y todas las noches el apartamento que compartíamos parecía albergar una fiesta, siempre alguno de los dos llevaba amigos para silenciar el vacío que nosotros mismos nos habíamos encargado de crear.

Catarina soltó un bufido, "Michelle, se supone que era una salida de amigos y tú no me agradas del todo".

Creo que seguía teniendo cosas en común con tu amiga.

Casi llegábamos a la estación donde descendería. Por unos segundos me tenté a salir por el costado en el que estabas sentado, pero al instante desterré esos pensamientos; tomé aire, aseguré mi teléfono en la bolsa delantera de mi pantalón, puse el separador, que me regalaste en nuestra primera cita, entre las páginas que había estado leyendo y salí tan rápido como pude.


Me perdí en el mar de gente que se desplazaba entre los pasillos de la estación; a diferencia de los demás mis pasos eran lentos y llevaba la cabeza agachada intentando procesar todo lo que había pasado.

Cuando rompimos hicimos dos promesas; las cosas no se pondrían tensas en las salidas con nuestros amigos y no volveríamos a buscarnos por un año.

No cumplí ninguna de las dos. Las pocas veces que coincidimos en el cine siempre ponía una excusa para irme y tú también lo hacías cuando nos encontrábamos en el boliche, recuerdo que en marzo dejaste de acompañar a tus amigos a fiestas, el gran Magnus Bane nunca se perdería una salida de viernes por la noche así que fui varias veces a tu facultad para asegurarme que estuvieras bien. Te observe de lejos, pero parecías perfecto. Cuando por fin dejé mi orgullo de lado pregunté a tus amigos por tu ausencia, pero siempre respondían que era culpa de los trabajos finales. Yo sabía que no era cierto, aún hoy puedo recordar la fecha de entrega de tu proyecto final, 7 de mayo.
Esa noche la luna estaba cubierta de nubes y la luz de las estrellas apenas era perceptible, no supe cómo, pero mis pies me llevaron al parque en el que solíamos pasar nuestro tiempo juntos. Me senté en el columpio derecho y puedo jurar que sentí como tus brazos suavemente me empujaban. Tu fantasma me perseguía de nuevo pero esta vez no quería huir o esconderme, lo disfrutaría. Disfrutaría escuchar cada canción y secretamente dedicártela , disfrutaría ver bailar a una pareja y pensar en todas las veces que intentaste enseñarme, disfrutaría ir de compras con Isabelle y recordar las críticas que lanzabas al pasar por los aparadores de la plaza.

Tomé las cadenas del columpio y me impulse para elevarme solo un poco, el frío se había vuelto intenso y necesitaba volver a casa para alimentar a Presidente Miau, con un suspiro abandoné el lugar y dejé que la oscuridad me cubriera.

Fue lindo volver a encontrarte, sentir tu aroma y escuchar tu risa, pero me hubiera gustado posar mi mano sobre la tuya para conseguir un poco de calor y oír tu voz, la voz que ha inundado mi mente durante el último año.

Quizás solo necesite dejar de verte como alguien que perdí para entender que fuiste alguien que me marcó, lo que tuvimos fue especial y me gustaría que así permaneciera. No sé si ya estoy listo para dejarte ir, pero juro no estorbar en tu nueva vida, me agrada que alguien pueda hacer que tus pupilas brillen, que tus labios tiemblen, que tus pasos le sigan y que tus risas, el mejor sonido en mi parecer, iluminen todo a su paso, me agrada que alguien pueda devolverte lo que yo te quité.

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efímero | malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora