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Sólo necesitaba ajustar los cordones de mi zapato y estaría listo, por mala suerte o quizás presagio del destino llevaba 5 veces atándolos y en ninguna lo había logrado, al parecer había mentalmente planeado tantos discursos para cuando lo viera que me había quedado sin espacio en mi cerebro.

Suspiré y aparte un mechón de mi frente, o el producto que usé había fallado o ya lleva mucho tiempo agachado peleando con las cintas.

«Alexander me gusta cuando tu cabello es rebelde, me recuerda a nuestra primera cita oficial», su voz cómo un flash cruzó mi mente, el recuerdo de esa tarde mientras estábamos sentados en la banca del parque esperando a que pasará la lluvia tampoco tardó mucho en llegar, sonreí como si pudiera ver la escena reflejada en el blanco de mis tenis.

—¿Estás preparando tu mejor cara para Magnus? —dijo Izzy mientras caminaba por el vestíbulo, su largo cabello negro brillaba más de lo normal y sus botas de terciopelo avisaban su llegada.

—¿De qué hablas? —borré cualquier rastro de alegría de mi rostro.

Arqueó las cejas. Desvíe la mirada.

—Está bien hermanito esperaré para molestarte hasta que lleguemos al lugar.

—Gracias.

—Creo que deberíamos irnos —desbloqueó su teléfono y giró a la pantalla hacia mí— aquí dice puntualmente que todo comenzará a las 4 y aunque el lugar queda a solo unos pasos no quiero llegar tarde.

Le dirigí una mirada acusadora, ella no se inmutó. El chat de Catarina seguía abierto y su reloj en la esquina superior había cambia de 3:46 a 3:47. Aparté el mechón que nuevamente había caído sobre mis ojos y le indiqué con la cabeza que nos íbamos.

El viento de noviembre silbaba recorriendo cada rincón de la ciudad, las hojas aún caían de los árboles cubriéndolo todo con una alfombra marrón con salpicaduras naranjas y en el cielo los pájaros realizaban su recorrido habitual llevando comida a sus nidos. Detrás de mis pasos Isabelle chocaba sus tacones con los bordes del adoquín y yo intentaba calmar mis nervios jugando con los anillos que me había obligado a usar.

El lugar de la fiesta quedaba a 20 minutos caminando de nuestra casa; no creo que lo recuerde, pero un jueves mientras estábamos acurrucados en el sofá viendo una película le conté a Magnus todas las veces que de pequeño había deseado entrar ahí, y después de 19 años por fin el día había llegado.

Las cercas blancas y globos rosa palo amarrados sobre estas daban la bienvenida al lugar, una chica con un vestido del mismo color de los globos daba pasos en círculos por toda la entrada. Isabelle estaba perdida en su celular, pero en cuanto sintió que me había detenido subió su vista y sólo tardo unos segundos antes de dar un grito emocionado, la chica de enfrente dio la vuelta asustada, pude ver que se trataba de la que había creído era la novia de Magnus.

efímero | malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora