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No sé en qué momento me dejé influenciar por Catarina para verte, quizás puedo culpar a su insistencia y mi falta de voluntad cuando pone ojos de cachorrito triste, pero ya estábamos en la estación. Por más que me esforzará no podía dejar de imaginar escenarios fatídicos; tú no estarías en ese tren, se te había hecho tarde y perdiste el viaje, te habías enfermado y no fuiste a trabajar o el peor de todos, algún accidente te había impedido llegar a esa estación.

Recibí un suave apretón en mi mano izquierda que me hizo salir de mis pensamientos,

—Magnus estoy segura que vendrá en ese tren, solo, a tiempo y leyendo un libro, me lo he encontrado varias veces así que deja de imaginar todas esas cosas raras o por lo menos deja de decirlas en voz alta, la gente comienza a vernos feo.

Solo asentí, había estado pensando en voz alta y no creo que haya sido agradable oír mis lamentos. Tomé el cintillo que colgaba de mi mochila y comencé a jugar con el para calmar mis nervios. El subterráneo llegó y no tuve otra opción más que aguantar un poco más el desequilibrio que yo mismo había causado. Tomé un gran suspiro, crucé mi brazo con el Cat y entré en el vagón.

Como si mis ojos hubieran entrenado para ese momento recorrieron en cuestión de segundos el lugar entero: dos chicas reían por un penoso incidente; algo relacionado con un pastel que había caído justo antes de ser entregado, un hombre leía los titulares de las noticias o eso aparentaba; en realidad estaba perdido en la foto de una modelo que se encontraba en la portada, que hombre tan despreciable, una chica intentaba encontrar algo en su sudadera rota, y a su lado estabas tú; un joven pelinegro parado justo a algunos pasos enfrente, tus ojos seguían las líneas del libro que llevabas entre tus manos e inconscientemente movías tu pie, al ritmo de la canción que se escapaba de los audífonos de la misma chica que rebuscaba en su ropa.

Estaba a punto de tocar tu hombro y llamar tu atención, pero un jalón del monstruo de hierro en el que estábamos casi me hizo tropezar, por suerte mi amiga estaba a mi lado y logró detenerme. Me señaló con su cabeza unos asientos detrás de ti, en ese momento me parecía que los lugares resplandecían.

Cat empezó a hablar, sobre no sé qué, con un tono especialmente agudo y fuerte, intentaba llamar tu atención, pero no la notaste así que prefirió no esperar más y usar su truco bajo la manga; comenzó a picar mis costillas y por más que intentaba aguantar mis impulsos no pude contener una risa ahogada, ella sonrió burlonamente y no esperó más para mostrar su siguiente carta.

Amo que a pesar de los años que llevamos siendo amigos tu olor a sándalo me siga encantando —dijo remarcando la palabra sándalo más de lo que debería, para esa altura ya no podía hacer nada más que reírme por sus intentos de que nos notaras.

Entramos en un túnel y por alguna razón se me hizo buena idea que, si te pisaba "accidentalmente" nos notarias, estiré mi pie tanto cómo fue posible y cuando pensé que ya había logrado la distancia adecuada noté que ese pie le pertenecía a la chica de sudadera rota, la pobre dio un pequeño brinco al sentir como su extremidad era aplastada por la mía.

efímero | malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora