IV| ALMA DESNUDA

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BESTIA

∙ʚ•☪•ɞ∙

(Barcelona – Cataluña)

Palau de Belalcázar.

Febrero de 1800...

Llevaba semanas en su territorio.

Tratando de evitar el momento.

De que no llegase, aunque lo anhelase.

Distrayéndose con la venganza que estaba llevando a cabo, mientras lidiaba con las consecuencias de sus actos.

Se había casado.

Unido su vida a una mujer ni en sus más locos sueños hubiese desposado, iniciando porque nunca se había visualizado atado a algo más que no fuese sus ideales.

Se estaba mintiendo.

Solo una persona logró que cambiase su pensar en algunos aspectos, que su mente fragura el pretender una familia, usurpando un puesto que no le competía, pero no por eso dejó de anhelar.

Sebastien, deja de pensar en imposibles que por eso es por lo que te encuentras en esta diatriba.

Se reprendió mientras bajaba del carruaje que lo condujo a su supuesta celebración, ofreciendo la mano a la rubia que le acompañaría para que descendiese sin contratiempo, exhalando con fuerza cuando imprimió agarre en su brazo como marcando un territorio que nunca le pertenecería.

En otras circunstancias haciéndosele soportable, pero su actitud en el tiempo que pasaron navegando, más la presión que sentía en esos momentos lo único que la hacía para no perder el suelo es recordarse que era mujer, y que ese ser que estaba a su lado no era una de las pocas personas que desearía aniquilar por su alma podrida.

Porque el no se sacaba en limpio, pero ella... ella sencillamente no resultaba alguien con la que quisiese residir el resto de su amarga existencia.

Mientras se deshacía del abrigo entregándoselo al lacayo del recibidor, intento por todos los medios de ignorarle, pero su nariz fruncida despectiva, le estaba sacando de quicio como si ella fuese de mejor sangre.

Como si en vez de caminar flotase.

Hasta se limpio la mano enguantada cuando el mayordomo recibió su abrigo como si aquel la hubiese tocado culminando su acción con la frase: «Espero no ser víctima de un hurto porque sus costumbres son algo que pongo en tela de juicio»

Cosa que iba a responder hasta que escucho como lo llamaban, quitándole el aliento.

—Sebastien— su nombre en los labios de aquella resultaba pecado.

Ese mismo que le pareció desde un inicio posar los ojos en ella, y dejar que las vivencias lo absorbieran a tal punto de permitir que se internara en su piel sin opción de arrancarla de su ser.

Odiando que fuese prohibida no por estar en esos momentos ambos comprometidos, sino porque el sentir reciproco sencillamente resultaba imposible.

Porque si fuera otro cantar, el... el...

Tenía que concentrarse, pues estaba frente a ella, su flamante esposa y aquel estimado primo que, aunque intentase no dejaba de beber los vientos por la misma mujer que le había roto el corazón infinidad de veces, no pudiéndolo culpar porque él también estaba preso de ese hechizo con el mismo dolor creciente en el pecho siendo el resultado fehaciente de su traición.

Y no conforme con el cuadro que estaban representando, aparece en escena el dueño del alma de todos los presentes con el único fin de tentar, hacer caer al vacío a más de la mitad de los presentas con tal de cumplir su cometido.

EL CORAZÓN DE LA BESTIA (EL LOBO DE ALBEMARLE) *INADECUADOS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora