ÚLTIMA BATALLA

348 61 5
                                    

ES MOMENTO DE TOMAR LO QUE LE PERTENECE A MANOS LLENAS

ÁNGEL CAÍDO

(Londres – Inglaterra)

Cheshire – Chester.

Hall.

Octubre de 1807...

Aurora era su muñeca de porcelana.

Esa que protegía con su propia vida, para ser solo el quien la quebrase y recomponía.

Aquella que era un martirio ver sin poder tocar, y lo peor del asunto es que no sabía en qué momento lo gobernó hasta el punto de ponerlo como un imbécil dócil a su merced.

No obstante, no se arrepentía, porque las migajas de afecto que le daba eran suficientes si de alguna manera estaba llegando de verdad a ella.

En el pasado hizo todo mal, pese a que seguía pensando que actuó en consecuencia cuando su sangre siempre sería un impedimento para tenerle cerca.

Para poseerla.

En todo caso, cada acto de sumisión lo efectuaba porque no podia perderle.

No de nuevo.

La complacía en lo que fuese necesario si eso lo hacía indispensable para su alma.

Hasta mató a su madre, y le habia entregado a su propia hija.

Sin ningún remordimiento de consciencia, porque ella era lo único que le interesaba.

Lo único que su cerebro y corazón aceptaba.

De igual manera era un alivio no tener cerca a la chiquilla, teniendo en cuenta que resultaba ser el karma en su máxima expresión, y ya tenía suficiente con Aurora como para añadirle uno más, y no precisamente porque la culpa lo carcomiera, sino porque no confiaba en su auto control.

No tenía uno, y siendo idéntica a su perdición su perfección caería por su propio peso, acarreando unas consecuencias que Aurora no perdonaría, y ella era su vida.

Todo con tal de poseerla en un futuro no muy lejano.

Consiguiendo con su paciencia, que hasta la más mínima acción como compartir la habitación no se percibiera como un abismo, contrastando con su mirada soberbia y sonrisa retadora mientras se peinaba las hebras de oro con el peine de plata, a la vez que portaba ropa de cama traslucida cubriendo a duras penas con intensión el prohibido cuerpo que habia sido suyo.

Toda esa secuencia demostrándole que seguía siendo tan inalcanzable como la primera vez que lo habia manipulado, porque no era un imbécil o un ciego que no veía más allá de sus narices.

Solo la dejó ser si era la única manera que le permitía estar cerca.

Algo patético, teniendo en cuenta quien era y el miedo que producía, pero la paciencia obraba de formas inesperadas y pronto seria suya para siempre.

Se dejó de estupideces y con un par de pasos cruzó la estancia para poner una rodilla en el suelo quedando a su altura.

Con la mano temblándole procedió a apartar el cabello de su cuello hasta dejarlo expuesto.

Dejó de peinarse, mientras veía en su reflejo una sonrisa de medio lado expectante.

—Te tengo un regalo —susurró mientras besaba su extremidad haciéndola suspirar.

—Sabes que soy de gustos exquisitos —replicó sin parecer fascinada con el supuesto detalle.

—Y por eso me esfuerzo por complacerte según tus peticiones —ahora pasó la nariz por este, percibiendo su aroma adictivo sin parar pese a sentir su cuerpo rígido.

EL CORAZÓN DE LA BESTIA (EL LOBO DE ALBEMARLE) *INADECUADOS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora