Primera Parte: Nuestro encuentro.
Todos aquellos que entraran a los campos de concentración de Auschwitz, eran recibidos por la frase que yacía sobre las puertas de la entrada: Arbeit macht frei -el trabajo os hará libres-.
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- Hijo, siéntate derecho- pidió la mujer, mirando con sus brillantes ojos color carmín al niño de siete años que estaba sentado al otro lado del asiento de cuero negro. Con su mano, la cual estaba cubierta por un guante blanco, tocó la pierna de dicho menor, para hacer que su orden se escuchara más enfática.
El pequeño, quien se recargaba contra la ventana, en un esfuerzo por aplacar la curiosidad que sentía de ver hacia el exterior, obedeció de inmediato; aunque fue posible notar el ligero puchero que se asomó a sus infantiles facciones.
La mujer sonrió con sus labios pintados de rojo. Su piel blanca, combinaba a la perfección con su cabello rubio y corto. Su abrigo blanco, y el sombrero también blanco que lucía, denotaban claramente el origen aristocrático de aquella dama. Aunque, aún sin tales trajes finos, era posible admirar su clase social, a través de sus gestos y su vocabulario. Era una mujer fina, de rasgos envidiables; una dama alemana educada.
- ¿Ya vamos a llegar?-preguntó el niño, frunciendo el ceño con obvia impaciencia. Sus ojos también rojos brillaban con la queja que no había sido pronunciada. Sobre la piel blanca de su cuerpo, yacía una camisa blanca, cubierta en su mayor parte por un chaleco de lana azul marino, y pantalones cortos de tono gris. Sus pies eran protegidos por zapatos negros, y sus piernas por medias azul marino.
- La paciencia es una virtud. ¿No te han enseñado eso tus tutores?- contestó la madre, centrando la mirada por unos cuantos segundos, sobre el chofer que manejaba el automóvil Mercedes Benz 770, de color negro.
- Nunca les presto la suficiente atención.- afirmó el menor.
- La honestidad es una de tus cualidades, Katsuki- profirió ella, sonriendo ante la confesión previamente dicha. - ¿Recuerdas a Miriam, la sirvienta?- preguntó, mirando al niño.
-¿La que no cree en Jesús?-interrogó el menor.
- Ella sí cree en él, solamente no lo reconoce de la misma forma en la que lo hacemos nosotros. Es parte de una religión llamada judaísmo- explicó la mujer.
- Ella es estúpida- afirmó el pequeño.
- No te expreses de esa forma, hijo. Los judíos solamente tienen creencias distintas. Son personas, y merecen ser respetadas- corrigió.
- Supongo...- susurró el niño, balanceando las piernas, y mirando hacia la ventana.
- Ella me mencionó un lugar donde venden un pan exquisito. Así que decidí venir a comprobarlo yo misma- explicó.
- ¿Y por qué querías que te acompañara?- preguntó el rubio.
- Es nuestra pequeña 'aventura'. ¿No te suena interesante?- interrogó. -Normalmente no tenemos mucho tiempo para estar juntos. Esta es una excelente oportunidad. - comentó, tocando con su mano cubierta por el guante, la mejilla del pequeño.
- Supongo- repitió el menor, alzándose de hombros. Fue en ese momento, cuando el automóvil se detuvo.
- Hemos llegado, Señora-habló por primera vez el chofer. Se bajó del auto, y le abrió la puerta a la mujer.
- Vamos, hijo- pidió la madre, antes de bajarse. El niño, obedeciendo, la siguió, bajándose él también y mirando el lugar donde estaban.
Frunció el ceño, cuando miró la pequeña panadería, entre dos locales más. Una barbería cuyo rótulo estaba a punto de caerse, y una librería cuyas ventanas estaban cubiertas de polvo. Sin lugar a dudas, no era este un lugar para las personas ricas.
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Arbeit Macht Frei
Historical Fiction= Todos aquellos que entraran a los campos de concentración de Auschwitz, eran recibidos por la frase que yacía sobre las puertas de la entrada: Arbeit macht frei -el trabajo os hará libres-. = Izuku es un joven judio que trabaja una panadería junto...