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Y no creen que los nazis tuvieran un plan para la eliminación en masa de los judíos.
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Cuando la resignación finalmente se abrió paso en su mente, descubrió el valor que había intentado reunir por tanto tiempo, para así atreverse a intentar llegar al lugar de donde provenía el humo negro. No tenía ya nada que perder. Todo le había sido arrebatado. Ahora solo necesitaba saber dónde estaba su abuelo. Necesitaba saber si aún vivía.
Por esa razón, mientras trabajaba en el campo a horas de la tarde, buscó el momento perfecto para escabullirse. Dicho momento ocurrió cuando los soldados alemanes que los vigilaban comenzaron a gritarle a una persona que al parecer no trabajaba al ritmo requerido.
Dejando su pala en el suelo, corrió sin mirar atrás, esperando no haber sido visto. Sabía que allí ni siquiera los suyos eran de confianza, así que no le extrañaría si daban aviso a los soldados. Por eso, el único pensamiento que recorrió su mente, era el de alejarse lo más que pudiera, escondiéndose detrás de cualquier edificio, o superficie que pudiera cubrirlo de los ojos de los alemanes. Sus pasos no eran tan rápidos como hubiera querido, pues su cuerpo se encontraba en un terrible estado de debilidad. No sabía siquiera cómo había logrado sobrevivir por tanto tiempo.
Se encontró a sí mismo escondiéndose detrás de un montículo de paja. Con cuidado, miró por el lado de éste, para buscar la columna de humo.
Podía llegar, se repitió en su mente, el lugar no estaba tan lejos. Podía superar esa distancia sin ser detectado.
Pero apenas intentó ponerse en pie, tuvo que lanzarse al suelo. Su corazón latía rápidamente, mientras se mantenía inmóvil, escuchando cómo dos personas, claramente alemanas, hablaban exactamente al otro lado del montículo.
-... una mujer...- Se mantuvo en completo silencio, intentando calmar su respiración.
-Toma una del campo de las mujeres. Las judías son buenas putas, aunque las gitanas no se quedan atrás- Apretó los puños, mordiéndose el labio. El enojo se hizo presente al oír las risas de ambas personas. El odio comenzó a crecer en su interior. ¿Eran todos los alemanes así? ¿Bestias sin corazón?
Y sin embargo, tan pronto hubo pensado eso, recordó a Katsuki. No podía evitarlo, cada vez que el odio lo acechaba, pensaba en él.
Había escuchado decir que todos los alemanes estaban de acuerdo con estos campos de tortura.
-No creo que este sea un lugar seguro... mi familia tiene varias casas fuera de Berlín...- Pero ante esto, su mente de inmediato recordó aquellas palabras. Sus ojos se suavizaron ligeramente y una triste sonrisa se asomó a su semblante. No, no todos eran iguales. No todos querían que esto sucediera. No todos estaban de acuerdo con esto.
No podía odiar a los alemanes si eso significaba odiarlo a él también. No podía simplemente ignorar todos esos recuerdos. Porque, después de todo, eso era lo único que le quedaba. Y ni siquiera los soldados podrían quitarle sus recuerdos.
Se concentró en escuchar, manteniéndose en completo silencio. Descubrió pronto que solo el sonido del viento se escuchaba. Al parecer los soldados se habían alejado.
Se atrevió a salir de su escondite, mirando detenidamente sus alrededores. No había ningún alemán cerca.
Aprovechó esto para correr. Correr hacia el lugar que buscaba, ignorando la debilidad de su cuerpo y las protestas de su mente. Todo a su alrededor era una mezcla de colores que se movía con cada paso que daba. Lo único que tenía sentido era la columna de humo que veía, acercándose cada vez más.
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Arbeit Macht Frei
Historical Fiction= Todos aquellos que entraran a los campos de concentración de Auschwitz, eran recibidos por la frase que yacía sobre las puertas de la entrada: Arbeit macht frei -el trabajo os hará libres-. = Izuku es un joven judio que trabaja una panadería junto...