Capítulo 36

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—Sé que quieres vivir. Tu forma de ver el mundo, tu forma de pensar y de actuar no es de alguien que quiera abrazar tranquilamente a la muerte que llega anticipada.

Dorian se alejó del rostro de Chloe sólo para ver cómo unas lágrimas fugitivas escapaban de la cárcel de sus ojos.

—Ay, dulzura —se movió a un lado y de los hombros la alzó hacia él, hacia su pecho. Y para su sorpresa la hundió en un abrazo protector. 

Era algo extraño para él ya que nunca había abrazado a alguien, sin embargo, sin saber exactamente qué hacer, sólo siguió sus instintos e intentó adivinar qué era lo que ella quería. Sentirse protegida, ¿no? Que alguien la acobijara diciéndole:

—No te preocupes, todo estará bien. Confía en mí. 

Chloe, por otra parte, no podía entender la extraña reacción de Dorian.

Su abrazo, sus palabras, su mano acariciando su cabello. Todo era inusual en él. Al menos hasta donde ella sabía.

Luego de lo que pareció un momento eterno en donde sólo ellos dos estaban, donde la rotación de la Tierra se había detenido y el tiempo había dejado de pasar benevolente a su creciente cercanía, Dorian se aclaró la garganta y se separó enseguida de Chloe, dándole la espalda y llamando a los gritos a Luke y a Alexis para seguir entrenando con Isabella.

Junto con ellos salieron Paul y Jaxs para seguir con el entrenamiento de Chloe, el cual, al igual que el de Dorian, duró hasta la noche.

La última noche que estarían ahí antes de irse.

—No podemos quedarnos mucho tiempo en el mismo lugar —había explicado Paul—, de lo contrario, será más fácil que nos encuentren. De ahora en más tendremos que vivir como fugitivos.

Cuando la noche llegó Paul, Jaxs y Alexis se durmieron en la misma habitación mientras que el resto se durmieron en la habitación contigua a la de ellos, pero cuando ya eran las tantas de la noche, Chloe se despertó algo incómoda y observó a su alrededor.

De alguna forma se sentía un tanto inquieta, así que para no molestar ni a Luke, ni a Dorian ni a Jeffry decidió salir a la cocina para comer algo.

Quizá la incomodidad que sentía era el hambre manifestándose en un complejo disfraz.

Sí, quizás era eso.

Ya en la cocina se sirvió un trozo de pie de manzana que había quedado en la heladera y se apoyó sobre la mesada para poder observar el exterior por la ventana.

La luna parecía verse más grande de lo que en verdad era, pero sabía perfectamente que eso era única y exclusivamente obra de su mente,  que intentaba por todos los medios posibles exagerar todo lo que pasaba e, incluso, aparentemente todo lo que veía.

—¿Chloe? —escuchó detrás de ella. Al voltear vio que Dorian estaba parado en el marco de la puerta observándola— ¿Qué estás haciendo despierta a esta hora? —curioseó.

—Yo podría preguntarte lo mismo.

—Me cuesta dormir en las noches. ¿Cuál es tu defensa?

—Hambre creciente por un delicioso pie —le mostró su plato con la porción de pie a medio comer.

—Supongo que ese es un buen motivo.

—Es de los mejores motivos que encontrarás nunca.

—¿Enserio tengo que creer eso?

—Pues no, pero sería bonito si así fuera —se encogió de hombros y le dio la espalda para seguir comiendo.

Ambos habían quedado en silencio, pero Chloe sabía que Dorian seguía allí, podía sentir su mirada clavándose con destreza en su espalda, lo cual la ponía algo nerviosa, más sin embargo, luchó por mantenerse serena y tranquila.

Cuando por fin terminó de comer, lavó rápidamente el plato y luego lo colocó en el escurridor, para que al voltear con intención de irse, se encontrase a diez centímetros con mucha suerte de Dorian.

—Te voy a colgar un cascabel en el cuello —dijo Chloe, pues se había asustado levemente con la presencia tan próxima de Dorian hacia ella.

—¿Por qué no lo haces? De seguro me queda fantástico —bromeó dando un paso hacia Chloe, quien rápidamente recobró la distancia dando otro hacia atrás.

—Creo que estás siendo demasiado creído —comentó.

—Y tú demasiado temerosa —se acercó otro paso hacia ella.

—Tengo razones para serlo, ¿no te parece? —retrocedió un paso más.

—No. No me parece —confesó y dio otro paso.

—Pues qué lástima, porque a mí sí me parece —retrocedió de nuevo.

—¿Enserio? —un paso más hacia adelante.

—Enserio —otro paso hacia atrás.

—¿Como cuales? —se acercó un paso más.

Chloe dio un paso más sólo para que su espalda chocara contra la mesada.

—Como esta.

—¿"Como esta"? —sonrió de lado— No puedo entenderte, ¿me explicas? —se acercó un paso más.

—Siempre estás acosándome.

—No te estoy acosando, te estoy acechando —le corrigió y volvió a dar otro paso. La distancia entre ambos ya era casi nula.

—Eso es todavía peor. Como un animal acechando a su presa.

—Es exactamente así —dio un paso más y su cuerpo ya rozaba apenas el suyo. Chloe, incómoda, desvió su mirada para no tener que ver su triunfadora sonrisa que tanto le irritaba—. Tú dices que soy un animal, ¿no? Yo digo y afirmo que tú, Chloe Phow, eres mi presa, y deseo comerte.

—Pero... dijiste que tenías que esperar hasta mis diecinueve años.

—No necesito esperar tus jodidos diecinueve para comerte aquí, y ahora —con una mano le levantó el rostro a Chloe desde el mentón y con el brazo libre le cerró el paso apoyándolo sobre la mesada que estaba detrás de ella.

Mostraba una sonrisa un tanto despiadada, como si dentro de él realmente estuviera alojado un animal salvaje. La respiración de Chloe comenzó a acelerarse.

—¿Te intimido?

—No —respondió ella enseguida, como un reflejo.

Como si tuviera preparada esa respuesta.

—No me digas. Entonces ¿por qué estás tan agitada? —levantó su dedo índice y lo apoyó sobre sus labios, entreabriendo su boca para dejar sonar su nerviosa respiración.

Chloe alejó su rostro de él pero tan pronto como lo hizo Dorian sólo la acorraló aún más contra aquella mesada sin darle oportunidad alguna de moverse. 

—Te tengo, dulzura —le volvió a sostener el mentón y la besó salvajemente, como si estuviera desesperado, como si quisiera realmente devorarla.

Como si quisiera exprimirle gota a gota su vitalidad hasta no dejar nada de ella. 

Chloe intentaba alejar su rostro pero cada vez que lo hacía Dorian la sostenía más fuerte. P

odía sentir el deseo en sus frenéticos besos. Podía sentir esa creciente desesperación que tenía por hacerla pedazos. Y quizá hasta disfrutaría caer en decadencia por él.

Quizás sí.

En medio de ese salvaje beso Dorian tomó de los muslos a Chloe y la apoyó en el borde de la mesada sin soltarla, apretando sus piernas, queriendo deshacerse de una mordida de toda esa ropa que se interponía y que tanto lo irritaba.

Prontamente ella de igual manera fue intoxicada por el deseo que emanaba de los poros de Dorian y entrelazó sus piernas a su cintura para tenerlo aún más cerca de lo que ya estaba, si es que eso era posible.

Sin detener el beso, Dorian escabulló una de sus manos bajo la remera que Chloe llevaba puesta y cuando encontró el sostén bajo su palma, de un sólo tiro se lo sacó para disponer con total libertad de sus senos, los cuales una vez libres los masajeaba, apretaba e incluso molestaba pellizcando sus pezones y haciendo que ella soltara pequeños gemidos y tensara su cuerpo contra el de él.

¿Yo? Caperucita. ¿Tú? El lobo © [√]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora