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Una vez atracaron en el puerto, Lith le pago a un marinero para guardar silencio y dejar que ataran su barco con la promesa de que no saquearían el suyo si les dejaba su lugar de embarque. El idiota accedió sin pensarlo; Eran piratas, ¿Enserio creía que no le saquearían?

Lith empezó a vestirse de caballero como había planeado. Se haría pasar por un amable caballero que había sido invitado a la corte para entrar en contacto con el heredero y permitir así abrir la entrada a sus hombres para que, mientras secuestraba al príncipe, ellos pudieran saquear el reino.
Ya se dirigía al castillo mientras Henri dirigía el caballo con su magia, había creado una sombra para que los habitantes del reino que las vieran pasar pensaran que había un hombre dirigiendo el carruaje y en este solo había un caballero y su damisela.

Funcionó a la perfección.

Sus hombres en cambio, se dividieron para entrar una vez diera la señal de que podían. Lith lucía impresionante, con su traje de caballero y su pelo cortado para similar los cabellos cortos de los hombres de la realeza. Henri llevaba un vestido largo, rojo sangre a conjunto de un cabello largo retocado con su magia para parecer rubio y sedoso, ella siempre había preferido su color, pero decidió que no molestaría a nadie que jugará a los disfraces con Lith una vez.

Y entraron en el castillo.
Lith bajo del carruaje primero y le ofreció la mano a su damisela. Henri sonrió tontamente y le dio la mano bajando y cogiendola del brazo delicadamente una vez tocó tierra. Juntas empezaron a caminar hacia la entrada del castillo. Allí esperaba un mayordomo que las saludó haciendo una reverencia, preguntó sus nombres y Henri le lanzó un hechizo sin que se diera cuenta ,que provocó que el mayordomo sencillamente respondiera un <<sí>> abriendo los portones del palacio sin duda alguna.

Entraron y tras mirarse fugazmente ambas accedieron con la cabeza, dispuestas a separarse y empezar a poner el plan en marcha. El palacio era enorme, precioso y majestuoso, tenía unos ventanales oscuros que parecían llegar al cielo y unas alfombras rojo carmesí decoraban los suelos brillantes. Lith empezó a subir las escaleras mientras dejaba que Henri avisará a sus hombres para empezar a saquear las reliquias.
Pero Lith sabía que ella tenía lo más complicado del plan.
Iba a secuestrar al príncipe.

Empezó a subir las escaleras más rápido, aprovechando que de momento no había visto ningún caballero del armamento vigilando los diferentes aposentos. Había estudiado con recelo los mapas del castillo y sabía perfectamente a donde debía dirigirse para ir a la habitación del príncipe.
Y la encontró. Unos enormes portones el triple de altos que ella se erguían justo por encima de su cabeza. No parecía haber nadie vigilando, pero a la esquina se oían pasos así que decidió esconderse en las cortinas oscuras de el ventanal de enfrente.
Al momento pasaron caballeros del armamento y Lith, una vez oyó los pasos por delante suya, se lanzó hacia ellos dos por la espalda. Les dió con el mazo de su espada, la cual llevaba en su espalda simulando que era un estuche de dibujo como los de la realeza, dejándolos inconscientes sin darle tiempo a que vieran su cara ,los ató, escondiéndoles detrás de las cortinas.

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Henri abrió los portones traseros a los hombres de Lith, y les hizo tomarse a todos un sobre de sus hiervas.
Había preparado un conjuro para que fueran más ligeros y menos ruidosos para así poder atracar más fácilmente las reliquias del reino. Los guió por donde indicó Lith, manipulando con su magia a los mayordomos que se fue encontrando, los cuales se llevó consigo para asegurarse de que podría abrir las puertas.

Finalmente, llegó al sótano.

Había una puerta hecha de diamantes y oro, la cual se encargó de abrir uno de los 5 mayordomos que llevaba consigo, el cual accedió con una sonrisa debido al conjuro que llevaba en su cuerpo. Y Henri le devolvió la sonrisa, no lo quería admitir pero se sentía viva, los reyes habían mandado perseguir a muchas de las suyas por su magia, estaba de acuerdo con que se merecían esto.

Tras la puerta había montones de oro, armaduras, espadas y reliquias antigüas y modernas pertenecientes a los reyes, aunque no por mucho tiempo más. Mando a los hombres entrar y empezaron a meter todas en bolsas y más bolsas. Henri utilizaba su magia para hacer volar montones de oro y meterlos en sacos que parecían nunca llenarse suficiente debido a la avaricia que recorría las venas de todos los presentes, salvo los mayordomos claro, los cuales se encontraban sonriendo emocionados al ver la magia de Henri.
Todo era un espectáculo de brillo de oro silencioso.

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Y entró.
La habitación estaba oscura pero podía distinguir un poco su enorme aposento. Había tomado una bolsa de las hiervas de Henri para lograr el silencio en sus pasos y movimientos, haciéndose casi impredecible por aquel que no poseyera el mismo nivel de magia de Henri.
Sonreía en medio de la noche, estaba ahí, donde siempre había planeado desde que recordaba tener memoria, callaría al fín todas las bocas que dijeron que no lograría llegar a nada.

Lith la capitana, en lo más alto del reino.

Empezó a ver qué algo se movía en la cama del príncipe y, en efecto, era él. Se encontraba aún dormido y parecía demasiado indefenso, incluso más joven que ella, a pesar de que debían tener la misma edad. Era pálido y delgado y vestía un pijama color mar oscuro. Su largo cabello rubio caía por su pecho mientras este se movía lentamente marcando la respiración de alguien que duerme sin ninguna preocupación.
Sin pensar más, Lith le echó los polvos de Henri por encima, provocando así un estado de sueño profundo para poder cargarlo con facilidad. Lo cual funcionó a la perfección.

Siguiente parte del plan, ahora debía cargarlo y llevarlo hasta el patio trasero, donde había quedado con Henri para volver con ella a su barco mientras sus hombres ya debían de separarse y dirigirse, al igual que ellas, pero andando como sencillos campesinos con un saco de arena, al barco.

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Henri se dirigía con los hombres al portón, habiendo saqueado hasta el fondo las reliquias y con una deslumbrante sonrisa de superioridad en la cara.
Los mayordomos aún hechizados la abrieron la puerta, ya eran las 4 de la mañana, debían darse prisa antes de que amaneciera. Les indicó a los chicos como debían de separarse y se despidió de ellos en silencio, volvió a los pasillos en busca del patio trasero el cual encontró rápidamente gracias a las indicaciones de los mayordomos sonrientes.Los cuales ordenó, como último mandato antes de que recuperarán su consciencia, que se tiraran a la cama del príncipe y durmieran allí. Eso no estaba plaenado, pero Henri no pudo evitar reírse a carcajadas de solo pensar en la cara de los reyes al ver tal espectáculo. Atravesó las puertas hacia el patio, todo lleno de flores y paseos, con la suave luz de la luna iluminando todo.

Y allí estaba Lith.

Sentada como si llevara rato esperándola, con la misma sonrisa que ella y el príncipe en brazos. Lith se había puesto la pequeña diadema del príncipe que la otorgaba cierto toque de deslumbre teniendo en cuenta que ahora mismo iba vestida con los colores de la corte y parecía un precioso caballero.

Henri no pudo evitar reír y al llegar a su lado se acercó a ella, tal vez demasiado, llegando a presionar sus labios con los de Lith, recordando la última vez que la había besado y como habían decidido que cada una debía ir por su camino porque vivían en mundos diferentes pero...Sus labios salados y sus brillantes ojos oscuros eran demasiado hipnotizantes como para poder resistirse más.
Lith se sonrojó levemente y la miró a los ojos, sonriendo. Henri se apartó y miró al suelo.

-Lith yo...- Empezó a susurrar Henri, dejando caer mechones de su pelo por sus precioso rostro.

Pero Lith se levantó con una sonrisa burlona y la besó en la mejilla cogiendo su mano y empezando a andar rápidamente por los jardines con el príncipe sostenido en el aire, gracias a un hechizo de Henri.

-No pasa nada, enserio.- Susurró Lith sin soltar su mano con una sonrisa de victoria por llevar al príncipe y sus tesoros con ella.

•La pirata y el caballero•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora