~•Trío de amigos•~

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- Eh, Togami-kun ¿A dónde vamos? - Dijo el albino cansado de camínar.

- ¿Qué dije de las preguntas?. Tsk, ya vamos a llegar, tú solo sígueme, plebeyo - Habló el rubio, recálcando la palabra "plebeyo" porque al parecer, ese erá el unico insulto que se sabía.

- Ahora que lo recuerdo, no te he dicho mí nombre, perdóna mís modales. Soy Nagito Komaeda, el Estudiante Suertudo Definitivo.

- Creí haberte mencionado que no me interesaba tú nombre, pero bueno, eso no quita que te siga llamándo plebeyo.

De repente, el rubio se detuvo en frente de un salón, ocasionando así que el peliblanco tambíen parará de camínar.

- ¿Ha?, ¿Que pasa? - Susurró el albino.

- ¡Ash!, ¿por qué estó me pasa a mí?. ¡Guarda silencio, de lo contrarío ella nos verá! - Menciono fastidiado Byakuya, el peliblanco ni sabía de quíen le estabán hablando.

El albino asomo su cabeza por curiosidad, visualizó a lo que parecía ser una chica, la cuál tenía cabello púrpura amarrado en dos trenzas y una larga falda, el peliblanco no podía ver más, ya que la chica estabá de espaldas. Al parecer al rubio no le alegraba encontrarse a esa chica, ya que se escondío detras del peliblanco.

Komaeda vío como la mujer frente a sus ojos olfateaba algo, el albino solo miraba la escena extrañado.
Hasta que la chica se volteo.

Pudo ver la cara de la chica, tenía unas gafas con unos ojos.. ¿rojos?, y lo que más llamabá la atención de está, es la larga lengua que llevaba al aíre. El albino no dejaba de meterse en desgracias.

El rubio seguía escondido tras el peliblanco. Y la mujer extraña cada vez se acercaba más a Komaeda.

- ¡Oye tú, pelos de semen, te habló a tí! - Hablabá la chica míentras apuntaba al albino con unas afiladas tijeras.

- ¿P-pelos de semen?, ¿yo?.

- ¡Si! Te hablo a tí, estás impregnado del olor de mí príncipe, ¿dónde está? - La pelipúrpura cada vez acercaba más sus tijeras a la cara del albino - ¡Si no me lo dices en diez segundos, te clavare estás tijeras en toda tú cara de niño bonito que tíenes!.

- ¿Q-quíen es tú príncipe? - Apenas habló el albino, desconcertado.

- Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco - La chica ni le respondío al peliblanco, y ya estabá empezando con su conteo - cuatro, tres, dos, un-

- Ya basta, ser asqueroso - Interrumpío Byakuya con el conteo de la chica - No tíenes derecho a reclamar por mí presencía.

La chica bajó sus tijeras de la cara del albino. Y se lanzó sobre Byakuya, bueno, un intento de ello, el cuál habría logrado si el rubio se hubiera quedado quieto. En cambío, la mujer de las tijeras estabá en el piso, por haberse lanzado de semejante forma, erá obvio que Byakuya no se ibá a quedar parado víendo como la otra se le tíraba encima.

- Tch, muy bien, ¿podemos seguír? - Le dirigío la palabra el rubio al peliblanco.

- Espera, ¿estás bien?, ¿quíeres que te ayude? - Pero el albino ignoró al rubio, ayudando a la chica en el suelo - Hacer caer a una señorita y no ayudarla a levantarse, mal rollo Togami.

Antes de que el rubio pudíera responder, escucharón un estornudo, proveniente de la mujer tírada en el suelo.

- ¿H-huh?, ¿Q-que pasó?. ¡B-Byakuya-sama! - El rubio súspiro con cansancio, más el albino estabá confundido, se sentía como la primera vez que habló con Ouma. El pobre peliblanco no entendía por qué la chica había cambíado tan drasticamente de actitud, si hasta los ojos le habían cambíado de color.

¡Feliz San Valentín! (Hinakoma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora