CAPÍTULO 3

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April Andersson (Janine)

El cuaderno y el bolígrafo eran un lujo que Víctor nunca le concedería. Escribir en un diario se le antojaba un acto de desobediencia en esta prisión de desolación. La humillación y el sufrimiento de los últimos meses habían dejado cicatrices profundas, tanto físicas como emocionales. Sin embargo, en su mente, el acto de recordar y plasmar sus pensamientos se convirtió en una necesidad desesperada.

Flashback

— Por favor, Víctor, te lo ruego, el bebé es lo único que tengo. — La voz de April, temblorosa y desesperada, apenas podía elevarse por encima del ruido de su respiración entrecortada. Intentaba levantarse de la cama, pero el dolor y la debilidad de sus heridas la mantenían postrada.

Víctor se acercó con una frialdad calculada, sus palabras cargadas de una certeza cruel.

— Querida, ya tengo planes para tu bebé. — Su tono era impasible, como si hablara de una simple formalidad.

— Me niego. — La voz de April se quebró, llena de determinación y miedo.

— Tu opinión jamás contará, April. Así que te ajustas a lo que yo decida. Nos vemos, mi amor. — Víctor la besó en la frente con una sonrisa que no llegaba a sus ojos y se marchó con la seguridad de quien no necesita dar explicaciones.

April comenzó a maldecir, a gritar con desesperación, intentando liberarse de las vías intravenosas que la mantenían atada a esta pesadilla. La llegada del médico y la enfermera solo intensificó su pánico. Cada pensamiento giraba en torno a su bebé; el miedo la hizo perder el control antes de desplomarse en los brazos de Morfeo.

Fin del Flashback

En su habitación sin ventanas, el camino hacia la libertad parecía estar cada vez más distante. Su estado físico era preocupante. Su peso estaba por debajo del promedio para el trimestre en el que se encontraba. La combinación del accidente, el coma y la alimentación deficiente no había sido beneficiosa para ella ni para su bebé. La idea de perder a su hijo la llenaba de desesperación. Moriría si algo le sucediera a su bebé.

Víctor jugaba con su mente, y ella lo sabía. Pero enfrentarlo sola era una tarea imposible. Las tormentas parecían aproximarse, y ella se mantenía en un estado de vigilancia constante, esperando el momento adecuado para actuar. El embarazo, en circunstancias tan atroces, era lo único que le daba fuerzas para seguir adelante.

Mientras acariciaba su vientre avanzado, unas lágrimas solitarias rodaban por sus mejillas. Aunque no sabía nada sobre Azael ni su estado emocional, el pensamiento de su amor y su hijo le brindaba un poco de consuelo.

— Deseo que pudiera saber qué hará papá. — Susurró, con una mezcla de tristeza y esperanza.

La voz sarcástica de Alaska la sacó de sus pensamientos.

— Por lo menos ya puedes sentarte.

April se sobresaltó ante el tono burlón. Víctor, con su habitual brusquedad, intervino.

— Déjala. — Su mano tocó el cabello de April de manera brusca, causando un dolor palpable.

— ¡Aush! ¡Víctor! — Alaska se quejó, frotándose la mejilla.

Víctor se giró hacia Alaska, su mirada fría y calculadora.

— Estás buscando tu propia sentencia, Alaska. — La confrontó, y Alaska, en un impulso de ira, se alejó, gritando.

— ¡Alaska! — Víctor la llamó, pero Alaska ya estaba lejos.

April, con una mezcla de recelo y desesperación, intentó hablar.

— ¿Víctor, podemos hablar?

Víctor la miró con una sonrisa maliciosa.

— ¿El dios que conozco ha cumplido mi deseo? — Su tono era cargado de sarcasmo.

— Déjate de deseos. — Frunció el ceño, tratando de mantener la compostura. — Lo más importante entre tú y yo en este momento es mi hijo. Estoy dispuesta a hacer lo que sea para mantenerlo a salvo. Me golpearé contra la pared, me pondré sobre botellas de vidrio, me arrodillaré y te suplicaré que no me alejes de mi hijo. Te lo ruego, Víctor, es lo único que me mantiene con vida. Si me lo quitas, no podré soportarlo. Hazlo por los hijos que me quitaste. — Susurró con un dolor palpable en su voz.

Víctor se cruzó de brazos, su expresión implacable.

— Qué dramática te has vuelto. — Su tono era despectivo.

— Víctor...

— Mira, querida April, en unas semanas nos iremos de esta pocilga y volveremos al mundo de los negocios. Tengo todo fríamente calculado, pero puedo hacer una excepción con tu bebé. Pero con una condición, te lo diré cuando estemos en casa. ¿Qué te parece?

— No tengo opciones contigo. — Su voz era resignada, aceptando que esta oferta era lo mejor que podía obtener en su situación actual.

— Es lo que te ofrezco. — Se sentó a su lado, su proximidad provocando un escalofrío en April.

— ¿Me lo prometes? — La duda era evidente en su voz.

— Soy Víctor Esparza, siempre cumplo mis promesas. Mira, una de ellas era recuperarte, y aquí estás. — Sonrió con una malicia calculada.

April tragó saliva, aceptando que esta era su única opción.

Azael Britt

El sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos.

— Señor Britt, tiene una reunión con el señor Sorní en media hora. — Gabriela le informó antes de retirarse rápidamente. Azael se quedó solo en la oficina, intentando concentrarse en el trabajo. Era lo único que podía hacer bien en este momento, un intento vano de mantener el control sobre su vida.

La ausencia de April le estaba pasando factura. A pesar de su éxito en el mundo de los negocios, el vacío que dejó su esposa lo estaba consumiendo. Los días se le hacían interminables sin ella, y el dolor de su pérdida le era cada vez más insoportable.

La culpa lo atormentaba. Se sentía responsable de todo lo que había pasado. La idea de haberla perdido por sus celos desmedidos lo hacía cuestionar su propia cordura. La necesidad de verla, de saber cómo estaba, se volvía cada vez más desesperada.

— Azael Britt. — La voz de Gabriela lo sacó de su ensimismamiento. La puerta se abrió bruscamente, y la amiga de Janine apareció en la oficina.

— ¿Quién te crees que eres para entrar a mi oficina de esta manera? — Su voz estaba cargada de irritación.

— Señor Britt, disculpe, no pude detenerla. — Gabriela habló rápidamente, su expresión preocupada.

— Llama a seguridad, no deseo hablar con ella. — Azael señaló hacia la puerta, su paciencia al borde.

— Señor Britt, tiempo sin vernos. Soy la Agente Murillo de la DEA. — Gabriela se presentó con una sonrisa tensa. La sorpresa y el desconcierto se reflejaron en el rostro de Azael al reconocer la presencia de la agente.

La tensión en la oficina se podía cortar con un cuchillo. El destino parecía estar jugando una partida complicada, y Azael se encontraba atrapado en medio de una tormenta que no sabía cómo enfrentar.

SALVAME 2: Nunca es tarde para volver a vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora