CAPÍTULO 8

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April Andersson (Janine)

El rostro de April se había empalidecido mientras se acomodaba en uno de los muebles de la sala, vestida para la ocasión en un elegante vestido rojo de la marca Britt. El diseño del vestido, de cuello alto y corte recto, con una manga larga y la otra adornada con pedrería, dejaba su lado izquierdo al descubierto. A pesar del maquillaje natural que llevaba, su mirada estaba fija en la nada, inmersa en un mar de pensamientos. Las tres palabras que resonaban en su mente eran como un eco constante: boda, Mariana, Azael.

El sonido de pasos cerca la hizo girar lentamente la cabeza hacia el origen del ruido. Allí estaba Víctor, el hombre que había convertido su vida en un torbellino de sufrimiento. Se encontraba en la entrada de la sala, ajustándose el reloj con un gesto de tranquilidad que contrastaba con la angustia que sentía April.

—¿Dónde iremos, Víctor? —preguntó April, con voz temblorosa al ver a Víctor acercarse.

—A la boda de mi hermano —respondió él, sin desviar la mirada de su reloj.

—¿Estarán los Britt...? —susurró April, sintiendo una oleada de nervios al pronunciar el nombre de la familia que había dejado una marca profunda en su vida.

—Sí —confirmó Víctor, mirándola a los ojos por primera vez—. Estará Azael también —agregó con una frialdad calculada.

April cerró los ojos, luchando por calmar el tumulto en su interior. El simple hecho de mencionar a Azael la llenaba de un nerviosismo abrumador.

—Eso qué, no te preocupes. No se acercará; eres mi mujer, después de todo —dijo Víctor, extendiendo su mano con una sonrisa que no reflejaba su verdadera intención—. Te ves hermosa.

—¿Qué planeas? —preguntó April, ignorando el cumplido y mirando fijamente a Víctor.

—Eso pronto lo sabrás —dijo él, tomando su mano con fuerza.

—¡Víctor! —protestó April, intentando soltar su mano.

Azael Britt

Azael bajó del auto y, de inmediato, los flashes de las cámaras comenzaron a parpadear a su alrededor. Hizo un gesto de saludo, como si estuviera en una campaña política, ajustando su traje a pesar de que ya estaba perfectamente colocado. Caminó hacia la entrada de la iglesia, donde ya se encontraba gente acomodada en los bancos. Se acercó a su abuela, quien le recibió con una calidez que contrastaba con la frialdad del evento.

—¡Qué guapo, hijo! —le dijo la abuela, colocando sus manos sobre su pecho.

—Gracias, abuela. Tú estás radiante —respondió Azael con una sonrisa relajada.

—Tu madre está corriendo de un lado a otro —dijo ella entre risas—. Parece loca.

Azael rió con ella, sabiendo que, a pesar de los esfuerzos de su madre, su relación con su familia se había vuelto distante desde los cambios en su vida. Intentaba retomar su papel en la familia mientras lidiaba con la nueva realidad.

El cuñado de Azael ingresó al lugar mientras una melodía suave llenaba la iglesia. Azael observó la ceremonia con una mezcla de resignación y espera. La noche se perfilaba como una larga serie de eventos formales, y la presencia de Janine, con toda la complejidad emocional que traía, era una constante en sus pensamientos.

Janine Andersson (April)

Durante el viaje hacia la iglesia, la tensión era palpable. April no podía dejar de moverse en su asiento, la ansiedad de enfrentarse a Azael le hacía casi inestable. Sabía que el reencuentro sería complicado y que cualquier intento de hablarle sería aún más doloroso. La llegada a la iglesia, un lugar lleno de recuerdos, la hizo sentir como si estuviera regresando a un pasado doloroso.

Víctor, a su lado, la amenazó con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. La idea de tener que enfrentarse a Azael, a la familia Britt y a su propio dolor le resultaba insoportable.

—Que te quede claro, eres mi esposa. No quiero que mires a Azael o sino... adiós, Ikia —dijo Víctor, apretándole el brazo.

—Por eso no quería que me trajeras. Me amenazas hasta por respirar —respondió April, tratando de liberarse de su agarre.

Víctor la guió hacia la salida del auto, enfrentándose a las cámaras y las luces que capturaban cada movimiento. La ansiedad de April era palpable mientras se dirigía hacia la iglesia, sintiendo la presión de la situación y las miradas curiosas de los asistentes.

Dentro de la iglesia, el ambiente era opresivo. April se sentó en la sillería del coro, con las manos sudorosas y la respiración entrecortada. Cada momento se sentía como una eternidad, y su ansiedad aumentaba a medida que el evento avanzaba. La ceremonia parecía interminable, y la tentación de buscar a Azael y enfrentarse a él era abrumadora.

Cuando la ceremonia terminó y la gente comenzó a aplaudir, Víctor la obligó a levantarse y aplaudir también. El beso de los recién casados fue captado por los fotógrafos, y las típicas fotos familiares comenzaron. April se sintió como si sus piernas fueran de gelatina.

Víctor, con su actitud implacable, la arrastró hacia los novios, y April, a pesar de su desesperación por no mirar, no pudo evitar fijarse en Azael. El contacto visual fue breve pero intenso, y la reacción de Víctor fue inmediata. La llevó a una habitación adyacente, donde la confrontación se volvió física. Víctor la abofeteó y la zarandeó, y sus gritos de rabia resonaron en el pequeño espacio.

—Jamás en tu vida volverás a dejarme en ridículo —gritó Víctor, agarrándola de los hombros y sacudiéndola.

—Tú en la vida me volverás a abofetear, malnacido —respondió April, intentando liberarse de su agarre, pero él se hizo más intenso.

—Eres mía, April. No mirarás a menos que te diga que mires —ordenó Víctor, lanzándola al suelo antes de salir furioso. April, con lágrimas en los ojos y la furia en el corazón, se quedó sola en la habitación, sintiendo el peso de su situación.

Cuando salió de la habitación, vio a Mariana y Alexis saliendo de la iglesia, rodeados de invitados que lanzaban arroz y flores al aire. April se sintió un poco aliviada al ver que Mariana estaba feliz, aunque la realidad de su propia situación seguía siendo dolorosa.

Víctor la llevó a la recepción, un elegante jardín decorado como un cuento de hadas. Mientras él atendía una llamada, April se detuvo para preguntar por el baño. Al recibir la dirección, se apresuró a entrar, cerrando la puerta y apoyando su cabeza contra ella. Mirándose en el espejo, vio el reflejo de una mujer hecha un desastre, con el maquillaje deshecho y los ojos hinchados por el llanto.

Sus manos temblaban mientras limpiaba las lágrimas, el caos emocional en su interior abrumándola. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero en ese momento, su única preocupación era encontrar una manera de sobrellevar la noche.

SALVAME 2: Nunca es tarde para volver a vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora