CAPÍTULO 7

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Azael Britt

La tarde se presentaba con un cielo grisáceo, como si el clima reflejara el estado de ánimo de Azael. La boda de Mariana, a la que asistía con una mezcla de desgano y resignación, estaba a punto de comenzar. Se subió al auto con el rostro sombrío, dejando que el frío de la tarde lo envolviera mientras Taylor lo conducía hacia el lugar del evento. Las calles de Nueva York parecían más sombrías de lo habitual, y el bullicio de la ciudad solo acentuaba su desánimo.

En el trayecto, Azael intentaba despejar su mente. Las imágenes de la noche anterior y las múltiples llamadas que había ignorado lo atormentaban. Gabriela, su asistente, había sido la única que logró recordarle que el evento era ese mismo día. Aun así, sentía que no era suficiente para calmar su malestar. La resaca persistía, y el café no había sido suficiente para disipar el dolor de cabeza que lo acompañaba.

Al llegar al lugar de la boda, un elegante salón con decoración refinada, Azael se detuvo un momento en la entrada. Observó la entrada adornada con flores blancas y cintas doradas, un contraste con su estado de ánimo. Taylor le ayudó a salir del auto, y se dirigió hacia la puerta principal del salón, donde la música de fondo comenzaba a filtrarse.

El lugar estaba lleno de invitados, todos vestidos con esmero y conversando animadamente. La atmósfera era de celebración, pero Azael se sentía desconectado de la alegría que lo rodeaba. Su mirada recorría el salón, buscando algún rostro conocido, alguien con quien pudiera compartir un breve intercambio de palabras para distraerse de la monotonía de la situación.

Al llegar al vestíbulo, se encontró con varios miembros de la familia y amigos. Su madre, con su elegancia característica, lo saludó con una sonrisa que no lograba disipar su mal humor. Sabía que ella esperaba que estuviera más comprometido con el evento, pero su mente seguía ocupada con pensamientos sobre su reciente separación y los cambios que había enfrentado en su vida.

Mariana, la novia, lucía radiante en su vestido de novia. La felicidad en su rostro era palpable, y Azael no pudo evitar sentir una punzada de tristeza al comparar su alegría con su propia melancolía. La ceremonia comenzó, y el salón se llenó con el sonido de las risas y los brindis. A medida que el evento avanzaba, Azael se vio envuelto en conversaciones superficiales y en un mar de caras desconocidas.

Cada vez que su mente divagaba, pensaba en lo que había perdido. Ikia, su hija, estaba lejos, y aunque sabía que no estaba en una posición para tomar decisiones ahora, la distancia entre ellos y la complejidad de su situación le pesaban. Víctor, el hombre con el que April estaba, seguía siendo una preocupación constante. No podía ignorar el papel que jugaba en esta intrincada red de relaciones.

La noche se fue desarrollando entre cenas y discursos, y Azael se mantuvo en un rincón apartado, con una copa de whisky en la mano para tratar de ahogar sus pensamientos. La boda de Mariana era un recordatorio de todo lo que había perdido y de cómo su vida había tomado un giro inesperado. La celebración continuaba, y él, aunque presente en cuerpo, seguía ausente en espíritu.

Finalmente, el evento llegó a su fin, y los invitados comenzaron a dispersarse. La música se apagó lentamente, y la gente empezó a abandonar el salón. Azael se dirigió hacia la salida, sintiendo el peso de la noche y la carga de sus preocupaciones. Taylor lo esperó con el auto listo, y al subirse, se hundió en el asiento, esperando que la noche pudiera ofrecerle un respiro en medio de este caos emocional.

El trayecto de regreso a casa fue en silencio, y el bullicio de la boda se desvaneció a medida que se alejaban del salón. En su mente, las preguntas seguían sin respuestas, y la incertidumbre sobre el futuro persistía. La vida seguía su curso, pero Azael seguía atrapado en una encrucijada, buscando un camino hacia la resolución y la paz.

April se encontraba en el corazón de la mansión, en una habitación que, a pesar de su elegancia, le resultaba fría e impersonal. La opulencia del lugar contrastaba con su estado de ánimo. Mientras se acomodaba en la silla giratoria, observó el espacio a su alrededor. El cuarto estaba siendo transformado por un grupo de personas que se movían rápidamente, llenándolo de cosméticos y productos para el cuidado personal. La atmósfera era abrumadora, y a pesar de sus intentos de mantenerse serena, el peso de la situación se hacía cada vez más evidente.

Víctor, con su porte imponente y su tono autoritario, había entrado en la habitación con la noticia de la fiesta a la que debían asistir. Sus palabras eran claras: no había lugar para la resistencia. La idea de tener que participar en una fiesta, justo después de su reciente alta médica, le parecía casi una burla. Aunque trató de expresar su malestar, Víctor no estaba dispuesto a escuchar sus quejas. La insistencia en que debía ir a la fiesta y su falta de comprensión la hicieron sentir aún más atrapada en la situación.

El recuerdo de Azael y la vida que había dejado atrás en su mente se entrelazaba con la realidad de la nueva casa y las exigencias de Víctor. Cada movimiento en el espejo y cada toque de maquillaje le recordaban que su vida había cambiado drásticamente. La imagen de Mariana Britt, la hermana de Azael, y la boda a la que estaba a punto de asistir, la atormentaba. La mente de April no podía evitar divagar hacia ese evento que representaba una etapa de su vida que sentía tan lejana y dolorosa.

Mientras los estilistas y asistentes continuaban con su trabajo, April se sentía como un pájaro enjaulado. Cada toque en su rostro y cabello era un recordatorio de la distancia emocional que sentía respecto a su antigua vida. La mansión, con su lujo aparente, solo acentuaba su sentimiento de alienación. La presión de la situación, la obligación de presentarse en la fiesta, y la constante presencia de Víctor en su vida la hacían sentir cada vez más atrapada en una burbuja de desesperanza.

Finalmente, cuando su transformación estuvo completa, April se levantó con una mueca de incomodidad. La fiesta a la que iba a asistir era una pieza fundamental en el rompecabezas que Víctor estaba armando, y aunque sabía que debía cumplir con su parte, la idea de enfrentarse a la sociedad con una sonrisa falsa era casi insoportable. Sus pensamientos volvían a Mariana y a la boda, a Azael y a su vida pasada, una vida que parecía tan distante como un sueño olvidado.

Cuando Víctor entró de nuevo en la habitación, su mirada se posó en April con una mezcla de satisfacción y expectativa. Con un tono autoritario pero un toque de afectación, le recordó que la fiesta era importante. April, aunque cansada y desanimada, asintió con la cabeza, sabiendo que su única opción era seguir adelante.

La preocupación por Mariana y la boda seguía presente en su mente. Mientras se dirigía hacia la salida, se obligó a concentrarse en el momento presente, aunque su corazón seguía aferrado a recuerdos dolorosos y preguntas sin respuesta.

















SALVAME 2: Nunca es tarde para volver a vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora