CAPÍTULO 1

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Azael Britt entró a su empresa con un semblante que no prometía nada bueno. Su actitud fría y distante no pasó desapercibida para los empleados, que se esforzaron por no cruzarse en su camino. Al ignorar las miradas curiosas, Azael se dirigió directamente al ascensor privado, deslizó su tarjeta y ascendió a su oficina, donde la jornada prometía ser intensa.

Gabriela, su secretaria, lo recibió con la agenda del día, pero Azael la despachó sin prestarle mucha atención, cerrándole la puerta en la cara mientras se dirigía a su escritorio. Se despojó del saco del impecable traje y encendió su laptop para revisar correos electrónicos de proveedores, socios y nuevos negocios. La ausencia de Janine o april se hacía sentir, y Azael intentó apartar su nombre de su mente, enfocándose en el trabajo como distracción.

El tiempo pasó sin que Azael notara la hora del almuerzo. Mientras miraba la vista desde su oficina, su mente se vio arrastrada de vuelta a la noche en que la verdad sobre Janine fue revelada. La angustia y el dolor de esos momentos regresaron con fuerza.

- ¿Por qué? – murmuró, sabiendo que no había respuesta.

La puerta se abrió sin previo aviso y una mujer, amiga de Janine, entró en la oficina. Su presencia sorprendió a Azael.

- Disculpa – dijo la mujer, visiblemente incómoda – Vine a ver a Janine, pero no está en la oficina.

Azael frunció el ceño, irritado por la interrupción. – Ella no trabaja aquí – respondió con desdén – ¿Puedes irte? Tengo mucho trabajo.

La mujer, visiblemente molesta, lo desafió. – Sé que no somos allegados, pero te estoy hablando con educación, no con tu actitud desagradable. Solo quiero saber dónde está mi amiga.

Azael, sintiendo una mezcla de rabia y desesperación, se levantó del escritorio. – Te daré un par de cosas. Primero, no me vuelvas a señalar. Segundo, no sé dónde está tu amiga. ¿Cómo se llamaba? Déjame recordar, April – dijo con sarcasmo, viendo cómo la mujer palidecía. – Si no tienes nada más que decir, puedes retirarte.

La mujer, temblando, hizo una última mirada llena de miedo antes de abandonar la oficina a toda prisa. Azael se quedó solo, agobiado por la inquietud. Si ella no estaba con Janine, ¿dónde podría estar? Intentó convencerse de que no debía preocuparse por la mujer que le había roto el corazón, pero no pudo evitar la tristeza que le atenazaba el pecho.

Con un suspiro derrotado, se dejó caer en su silla. La garganta le dolía desde hacía semanas.

Flashback:

- ¡Qué quieres que te diga, Azael! – le gritó Janine – No soy la mujer que piensas – se limpió las lágrimas de su rostro – En realidad no me llamo Janine Dávila, sino April Andersson. Soy la esposa de Víctor.

Fin del flashback.

Azael sacudió la cabeza, intentando despejar esos recuerdos dolorosos. Volvió a concentrarse en el trabajo, pero la ansiedad y el dolor seguían presentes. Se dio cuenta de que su culpa y desilusión no eran únicamente por Janine; él también había cometido errores. Le había obligado a casarse con él y a mentir a su familia, y ahora todo parecía un castigo divino.

La presencia de Gustavo interrumpió sus pensamientos. El amigo de Azael entró en la oficina con una expresión de preocupación.

- Hermano mío, te ves terrible – comentó Gustavo, que se acomodó en la silla frente al escritorio.

Azael se esforzó por mantener una actitud profesional. – Para nada, todo está perfecto, Ramírez – respondió con desdén, utilizando el apellido de su amigo.

Gustavo no se dejó engañar. – Sabes que estás mintiendo. No sabes cómo perdonarla – observó, con un tono comprensivo. – Todos cometemos errores, Azael. Mi esposa me perdonó todas las infidelidades que hubo en nuestra relación de novios. Entendió que no todo es perfecto y que en algún momento me daría cuenta. Me dejó por un tiempo, pero me hizo buscarla y rogarle que volviera. Aprendí que no todo es de colores.

Azael frunció el ceño. – Lo tuyo es diferente – dijo, tratando de restarle importancia.

- Eso está claro – asintió Gustavo – Ella pasó por tantas cosas... abuso sexual, abortos, golpes. Como hombre, me siento asqueado por lo que pasó. Pero tú estás atrapado en tu orgullo. Cuando te des cuenta de que ella merece todo lo que una persona le pueda ofrecer, no vengas con un vaso de whisky diciendo que tuve razón.

Gustavo se levantó, y Azael le lanzó una carpeta sin mucho éxito. – Eso decides tú – dijo Gustavo, guiñando el ojo – Te veo luego. Tengo una reunión con Oswaldo.

- Vete – gruñó Azael.

Una vez que Gustavo salió, Mariana entró en la oficina. – ¿Comiste carne de tigre, hermanito? – preguntó, con una expresión preocupada.

- ¿Qué quieres? – respondió Azael, con poca paciencia.

Mariana sacó una invitación de su cartera. – La invitación de mi boda. Espero que Janine venga. No contesta mis llamadas, pero como eres el marido, deberías decirle que tiene tiempo suficiente para tomar un vuelo y llegar a tiempo – le besó la mejilla. – Nos vemos, hermanito.

Azael asintió con frustración. – Claro – dijo, desviando la mirada.

Mariana cerró la puerta, dejándolo solo con sus pensamientos y decisiones abrumadoras. Se pasó la mano por el cabello varias veces, sintiendo el peso de sus decisiones.

Azael permaneció sentado en su oficina, sintiendo el peso de las decisiones y el dolor en su pecho. El eco de las palabras de Gustavo resonaba en su mente, sumado al recuerdo de la última conversación con Janine. Mientras intentaba concentrarse en los correos electrónicos y en la interminable lista de tareas, su mente seguía regresando a la misma pregunta: ¿cómo seguir adelante después de todo lo que había pasado?

Horas después, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Azael decidió que necesitaba un cambio de escenario. Salió de la oficina, dejando atrás el bullicio de la empresa y el peso de sus pensamientos. El aire fresco de la noche lo recibió con un contraste refrescante. Caminó sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, buscando claridad en medio del caos de sus emociones.

Mientras paseaba, sus pensamientos se volvieron hacia el encuentro con Gustavo y sus palabras de sabiduría. Azael se dio cuenta de que su orgullo y su dolor lo habían encerrado en una burbuja de autocompasión. Sabía que debía enfrentar la verdad y tomar decisiones que podrían cambiar el rumbo de su vida.

De repente, su teléfono sonó. Era un mensaje de texto de Mariana:

"¿Tienes alguna noticia de Janine? La boda se acerca, y me gustaría que ella estuviera allí."

Azael leyó el mensaje y sintió una mezcla de culpa y desesperación. Mariana había sido comprensiva, pero la situación se estaba complicando aún más. La perspectiva de enfrentarse a sus familiares y a los amigos en la boda sin resolver su propia situación con Janine lo abrumaba.

Decidió regresar a la mansión, donde esperaba encontrar un poco de paz y tiempo para pensar. Cuando llegó, se encontró con la casa en silencio, un recordatorio de la ausencia de Janine. La mansión parecía vacía y fría sin su presencia.

En un hospital, April Andersson (o Janine) yacía en una cama de hospital. No podía abrir los párpados ni mover su cuerpo; se sentía atrapada. Escuchaba voces lejanas.

- Señor, ella aún tiene fracturas múltiples. Es un milagro que siga viva o en el estado en que está – decía una voz masculina.

- Solo mantenla viva y que me sirva. El resto me encargo yo – ordenó Víctor.

- Sí, señor – respondió la voz.

April volvió a sumirse en la oscuridad, esperando el próximo giro en su tumultuosa vida.

SALVAME 2: Nunca es tarde para volver a vivir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora