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...Trey

El agarre de Atena en mi brazo se vuelve más fuerte cuando intentamos atravesar la masa de gente.

Doy un vistazo hacia atrás para asegurarme de su estado.

Ella me devuelve la mirada y aunque sea poco visible por la oscuridad y las luces nítidas, logré detectar su enorme sonrisa de emoción.

La entrada no nos fue difícil y a pesar de que el guardia dudaba en nosotros, después de que Atenea le mostrará su falsa identificación, totalmente creíble y eficiente, nos dejó pasar sin ningún impedimento.

Una vez llegamos junto a la barra, buscamos lugar hasta encontrar uno libre. Me acerqué a la madera y recargue mis brazos tratando de llamar la atención del bartender, mientras Atenea logró sentarse en el pequeño taburete junto a mí.

Los enormes altavoces reproducían la música a un volumen bastante alto, llegando a ser ensordecedor y molesto.

— ¿Qué pedirás?— Preguntó Atenea apoyándose en mi hombro y cerca de mi oído para poder oírla.

Acción que logró hacerme remover incómodo y que un cosquilleo se adhiera en esa parte de mi piel.

— No sé— respondí sin mirarla.

— Pídeme algo— Tomó mi mano, dejando algo en ella. Bajé la mirada y encontré un fajo de billetes— Quiero probar algo bueno.

— ¿De dónde sacas tanto dinero?— Pregunté sorprendido.

Ella sonrió y se encogió de hombros— Es un secreto.

Giré los ojos y volví a concentrarme en llamar al barman. Asintió hacia mí y cuando se acercó me incliné hacia él.

— Dame un vodka puro y....— di una rápida mirada a Atenea—...un cóctel, del más suave que tengas.

Él asintió y se alejó para preparar nuestras bebidas. A los minutos volvió y le entregué el dinero.

Llevé rápidamente el vaso a mis labios, haciendo que el líquido amargo y agrio bajara por mi garganta, dejando que haga efecto en mi organismo.

Atenea tomó su copa y lo miró fijamente, sin saber bien qué hacer.

—¿Qué ocurre?— Dejé el vaso en la barra.

Levantó su cabeza— Nada.

— ¿Entonces?— elevé su copa con mi dedo desde la parte baja, incitando a beber— Bebe.

— ¿Acaso quieres emborracharme?— Preguntó divertida.

Si solo supiera que eso no tiene casi nada de alcohol.

— No...todavía no.

Encaró una ceja divertida y llevó la bebida a sus labios, dándole un trago sin despegar su mirada de la mía.

Hizo una pequeña mueca, de lo que diría es disgusto, pero lo trató de disimular sonriendo.

— ¿Y bien?— Pregunté burlón.

Solo Una Última OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora