•EPÍLOGO•

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"¿Sabes cuál es el problema de este mundo? Todos quieren una solución mágica a los problemas, pero todos rehúsan creer en la magia."- Alicia en el País de las Maravillas



La nieve pintaba todo su alrededor con pesar, llenando el pequeño lugar con frío denso, seco y blanco.

La cabaña se posaba en lo alto, bastante lejos de la ciudad concurrida cercana al agua congelada, los glaciares y la vida.

La primera vez que llegó a la ciudad fue un encuentro y choque cultural totalmente fuerte, encontrándose con gente que hablaba un idioma desconocido, de manera llena de vida, demasiado alto y rápido, incluso rozando lo agresivo en la entonación de cada palabra.

Le cautivó lo cerca que se estaba del mar, de la libertad y el agua. Kilómetros y kilómetros lejos del peligro, del caos y de la muerte. Sumado a la población reducida que había, también aprendió a enamorarse de su gente. Cada vez que bajaba del Monte en su camioneta, pasando por las casas construidas en las laderas del mismo, cada una con escaleritas pintorescas de tonos vibrantes, se encontraba con una multitud de emociones juntas. Desde la música sonando alto y fuerte por alrededor de algunos bares y restaurantes, hasta las conversaciones ajenas que era imposible ignorar porque, simple y llanamente, hablaban muy alto. A carcajadas, con emoción y sin parar. ¡Era raro encontrar calma! Pero eso estaba bien, porque él vivía refugiado en el monte, bastante lejos del inicio de la subida, teniendo cerca a dos o tres vecinos como máximo. Esos dos o tres vecinos que cada fin de semana lo despertaban con música que, a regañadientes, tuvo que aprender a amar (pero no del todo, Luis Miguel no era su favorito).

El cambio fue bueno, estuvo bien. Era algo que hacía años venía persiguiendo, pero que por motivos que aún no lograba entender por completo no había logrado.

Disfrutó la comida a pesar de que significó despedirse de varios manjares típicos de su tierra natal, encontrando con suerte un ramen instantáneo de segunda marca en los pasillos lejanos del supermercado.

Disfrutó de la vecina, muchos años mayor, que insistió en llevarles comida cada día 29 de cada mes porque "se va a desperdiciar.". Y Yoongi no podía permitir que se desperdiciara tan buen manjar ¿Verdad?

Al principio costó entender el idioma, porque... dios, el español era muy difícil. Pero Taehyung, en su naturaleza y especie desconocida, conocía cada puto idioma del mundo.

Entonces, no, huir a Tierra del Fuego no se sintió exactamente como "huir". Sacando de lado que una bomba explotó en el mundo, y que todas las naciones entraron en una pequeña e insignificante charla, la que casi los lleva a una inminente tercera Guerra, no podía sentirse como la huida de su vida cuando cada día de la semana se despertaba en una cama lo suficientemente grande para los dos, con un perro tirado en los pies de la cama, negro, gordo y fofo, rodeado de los brazos pesados de Taehyung. Y todos los días, sin falta, el sol los bañaba a través de los ventanales de la habitación.

Fairy Project . VOL.1 | Taegi-jikook CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora