Solos

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Advertencia: Contenido sexual explícito. 

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-Oi, Erwin, ¿Cuánto te falta?- pregunta sentándose al borde del escritorio y se inclina a escudriñar los documentos que lo mantienen tan ocupado- Termina por la mañana, la próxima expedición será dentro de un mes.

-No puedo, Levi, tengo que enviar esto pronto, lo más probable es que deba buscar donaciones y es necesario que—

-Lo sé, el presupuesto que nos dieron es una mierda, malditos cerdos- gruñe cruzando una pierna sobre la otra y aparta un mechón rubio de la frente contraria, jugueteando con el entre sus dedos.

-No puedo concentrarme si haces eso, Levi- señala sin ocultar la sonrisa que se apodera de sus labios antes de acariciarle el muslo despacio, dándole un beso en la rodilla- Te he descuidado estos días.

-Una semana, sé que estás ocupado con el trabajo, Erwin, no importa.

-¿Entonces por qué estás aquí? Son casi las tres de la madrugada, no sueles buscar mi atención tan descaradamente, no me provoques, Levi- pide colocándose de pie e inicia un cariñoso beso que no tarda en subir de intensidad mientras las manos del pelinegro se aferran a sus hombros- Sabes que no puedo resistirme al tenerte así.

-No es mi culpa que seas tan fácil de provocar, supongo que es mejor que me vaya.

-No, no vas a dejarme así, te daré lo que tanto quieres, Levi.

En un parpadeo lo tumban en el escritorio y suelta varios jadeos al sentir las mordidas que reparten por su cuello junto a esas manos que encienden cada lugar que tocan. En cuanto el mayor se acomoda entre sus piernas abiertas, se apresura en quitarle la chaqueta pero cuando desabotona la camisa, unos golpes a la puerta los obligan a separarse y rápidamente se arreglan, manteniendo una prudente distancia.

-Adelante.

-Hola, Erwin, oh, Levi, pensé que estabas solo, ¿Tienes unos minutos? Es por los experimentos que quiero hacer con Eren.

-Ya me iba, oi, cuatro ojos, lárgate pronto, Erwin aún tiene trabajo pendiente y necesita descansar un par de horas- advierte recibiendo un pulgar en alto como respuesta.

Al regresar a la habitación, se recuesta en la cama sin quitarse la ropa (en caso de una emergencia), a excepción de las botas y hunde la nariz en la almohada. Hoy será otra noche que tendrá que conformarse con ese aroma.

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Un repentino calor comienza a invadirlo, removiéndose un poco al mismo tiempo que algo húmedo se desliza por su hombro. La somnolencia enlentece sus reacciones hasta que siente un dedo incursionando en su interior y aprieta las sábanas, captando por el rabillo del ojo aquella silueta de cabello rubio que es suavemente iluminado por la luz de la luna.

-¿Qué hora es, Erwin?- pregunta con la voz pastosa por el sueño y se gira para quedar boca arriba, permitiendo que se acomode entre sus piernas.

-Casi las cuatro de la madrugada.

-Necesitas dor— mordiéndose el labio inferior, acalla un fuerte gemido cuando otro digito se suma a prepararlo.

-Te necesito a ti, Levi, lo siento, he estado muy ocupado, voy a compensarte.

-¿Cómo compensarás diez días? No me gustan las semanas antes de una expedición, trabajas demasiado, no quiero que te enferm—

Un lascivo beso deja al descubierto las ansias del comandante que no duda en corresponder con igual intensidad. Su cuerpo se enciende con cada caricia, roce, besos y mordiscos, alcanzando un nivel febril que amenaza con entregarse al placer sin importar que en las habitaciones contiguas duermen sus compañeros. En un rápido movimiento intercambia lugares, lamiendo cada centímetro de piel a su alcance en un lento descenso que lo lleva a la entrepierna del comandante, quien ha tomado la precaución de desnudarse.

Colección EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora