La novia del comandante

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-Oi, Erwin, ¿Qué es esta mierda?- pregunta enseñándole la palma de la mano que acaba de deslizar por debajo del escritorio- ¿Olvidaste como limpiar?

-Lo siento, lo haré de nuevo.

-¿Qué te pasa? ¿Esos cerdos te están molestando de nuevo? Tsk, no deberías escucharlos, Erwin, estás haciendo bien tu trabajo, no tuvimos bajas en la última expedición, ¿o estás cansado? Te has quedado hasta tarde las últimas tres noches, ve a acostarte, yo terminaré aquí- ofrece percatándose de la expresión en el rostro contrario que no sabe cómo interpretar, mucho menos esa pequeña sonrisa- ¿Por qué me miras así?

-Siempre te preocupas por mí.

-Por supuesto, no eres capaz de cuidar bien de ti mismo, incluso olvidas comer cuando preparas una expedición, ¿Qué pasará si te enfermas? Por eso es importante limpiar, si todo está limpio es una preocupación menos, solo debo asegurarme de que comas bien y descanses un par de horas- señala dándole la espalda y moja un paño, frotando los cristales de la ventana pero se detiene al sentir un cuerpo tras él- ¿Qué haces?

-Te ayudaré, no alcanzas los que están arriba.

-Tsk, ¿Me estás llamando enano, bastardo? Vuelve a limpiar el escritorio, no te moverás de ahí hasta que esté impecable.

-Sí, Levi.

Al final el rubio tiene razón, necesita una silla para alcanzar los vidrios más altos. En un momento se coloca de puntillas y está a punto de perder el equilibrio pero dos manos lo sujetan con firmeza por la cintura, dándole un punto de apoyo que le permite continuar. No es primera vez que están en una posición similar y nunca se explicará por qué parece tan correcto.

-Levi, ¿Me puedes ayudar con algo?

-Claro- responde escudriñándolo unos segundos. Por alguna razón, no le gusta lo serio que se ha puesto.

-Si te invitan a salir, como una cita, ¿A dónde te gustaría ir?

-¿Un cita?

Durante un instante se queda inmóvil, procesando las palabras que acaba de escuchar. Jamás ha considerado la idea de que el comandante esté interesado en alguien, siempre se ha avocado por completo a la tarea de eliminar titanes. Tal parece que sus prioridades cambiaron y no debería extrañarle, tarde o temprano formará su propia familia. Ahora entiende los constantes viajes, sumado a lo distraído que está, es muy probable que la chica que le gusta viva en la capital.

-¿La conociste en uno de esas fiestas de ricachones? Debes ser popular entre las hijas de esos cerdos, felicitaciones, ahora suéltame, ya terminé- ordena más hostil de lo que desea y se arrodilla a limpiar la silla, evitando a toda costa el contacto visual- Lo siento, no puedo ayudarte, nunca he tenido una cita.

-No quiero arruinarlo, Levi, por favor.

-Tsk, supongo que un lugar tranquilo, con una buena vista y donde puedan estar solos.

-Entiendo, ¿Y cuál crees que será un buen regalo? He pensado en rosas pero no sé si le gustarán- comenta prestando toda su atención a las reacciones del pelinegro, quien parece pensativo y se incorpora despacio- ¿Levi?

-Creo que es un buen regalo, a mi mamá le gustaban- susurra lo último apretando el paño con más fuerza de la necesaria y varias gotas caen en sus botas- Una vez le regalaron una rosa blanca, esas cosas no son comunes en el subterráneo, ella estaba feliz... supongo que a tu novia le gustarán.

-¿Mi novi—

-Trae más agua, esa está sucia.

-Per—

Colección EruriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora