Capítulo I

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Estoy con mi fisioterapeuta en el camerino, es uno de mis mejores amigos. Paolo terminaba de dar los últimos masajes, tengo Tendinitis de Aquiles, lo que supone una afección repetitiva y desencadena -si no tomas las cosas con calma- en una ruptura del tendón.

No podía tomarme las cosas con calma, era la prima bailarina del Ballet de New York y tenía un peso muy grande sobre mis hombros, se lo debía a mi ex-compañero de baile -otro de mis mejores amigos-; que murió en un accidente automovilístico hace dos meses al perder el control del coche después de asistir a una fiesta a la cual insistí yo en ir, él era muy fiestero pero justo ese día quería tranquilidad. Siempre que salía él no conducía, ya que terminaba hasta el culo de alcohol y algunas sustancias. Yo quería quedarme un rato más tonteando con un chico que conocí y él decidió irse, una muy mala decisión, terminó estrellado contra el escaparate de una tienda, muriendo por el impacto en el acto.

Al recibir la noticia horas más tarde, una parte de mí se desintegró, la culpa por hacerlo salir y dejar que se fuera en esas condiciones me atormenta todos los días, a pesar de que todos me dicen que no piense eso, que fué una decisión suya.

Llevábamos juntos desde pequeños y todos los logros que he tenido en la vida los había compartido con él codo a codo. Todo el esfuerzo, el sudor y la sangre se redujo a cenizas.

Claramente como cualquier espectáculo, el show debe continuar, se lamenta su muerte pero tomará su lugar el secundario, mucha gente ha invertido en la temporada y no hay que defraudarlos, decían; yo simplemente quedé estancada, y cada día siento que me asfixio, los ensayos son más duros de lo habitual, prácticas de muchas más horas para hacer que el sustituto llegue a la perfección que tenía Ramsés, pero no lo logrará, él era único.


Miro a Paolo y él me devuelve una mirada de desaprobación, sé lo que va a decir.

-Estás cometiendo una locura muy grande, lo sabes.

Yo solo observo, me quedo callada, es una locura, pero no puedo frenar todo ahora, mañana es la gran noche y nada puede fallar.

-Dí algo Anastasia.

-¿Qué quieres que responda?- quito mi pie con brusquedad de sus manos y me levanto de la silla- ¿Qué tienes razón?, la tienes, pero es mi decisión, no puedo defraudar a nadie.

Comienzo a dar vueltas por toda la habitación, parezco un animal enjaulado.

-Para todo hay solución Ann- ahí volvió él apodo cariñoso - No te van a recriminar porque lo dejes, entenderán tu condición- se levanta de golpe- ¡Maldición!, no tengo por qué permitirte esto.

Resoplo y le hablo con más firmeza de la que nunca había aplicado.

-¡He tomado ya una decisión! - le recrimino con el dedo- ¡No hay marcha atrás!, estoy cansada de estar siguiendo siempre todo lo que dictan los demás.

-¡Él no hubiera querido esto Ann!- ahí terminé de explotar como una puta olla de presión.

-No por compartir cama con él te hace un experto en saber qué hubiera querido él en este ámbito.

En el momento que suelto esas palabras me arrepiento, veo su cara desolada.

-Lo siento- camino hacia él, tocándome mis sienes- no debí decir eso.

-Lo quería, más que a nada en el mundo- sus ojos se empañan, yo me adelanto y lo abrazo.

-Todos, era difícil no quererlo- nos quedamos abrazados llorando por un buen rato.

Vivir sin controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora