Capítulo III

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Mi familia es fuera de lo común. Con sus procedencias, número de integrantes y gustos de cada individuo, podríamos montar un circo y vivir de ello.

Por parte de mi madre ya conocen a Valeria. Tuvo un romance con Alexey Sokolov, un gimnasta muy famoso de su época y proveniente de una familia adinerada. Según cuenta mi abuela, cuando las familias se enteraron de aquel romance a lo Romeo y Julieta, acordaron el matrimonio para evitar escándalos e imprevistos; casándose mi abuela con 24 años y mi abuelo dos años más. Ella contrajo el apellido Sokolova; en Rusia la mayor parte de los apellidos tienen género masculino y femenino, por eso se agrega la ¨a¨.

Mis abuelos tuvieron suerte de que aceptaran las familias aquel romance, no todos en aquella época eran tan afortunados. Mi abuela con 27 años, decidió que era el momento de procrear y tuvo mellizos: Dasha (mi madre) y Sergei; esto no le impidió seguir con ballet, aunque a la edad de 36 se retiró para dar clases en Estados Unidos, mi abuelo también dejo la gimnasia y siguió a mi abuela en sus locas aventuras por América.

Los mellizos fueron adoctrinados para seguir los pasos de mis abuelos, pero les salió un poco mal el asunto. Mi tío detestó el deporte, se convirtió en médico y está haciendo voluntariados en  Médicos Sin Fronteras. Luego está mi madre que como dije anteriormente, su futuro en el ballet no era tan brillante y lo remató al enamorarse perdidamente de mi padre a los 18 años en un viaje a Barcelona, él tenía 22 años y se encontraba allí junto con mi abuelo por negocios.

Hijo de una andaluza y un vasco, ese es mi padre; una mezcla que no tiene ni pies, ni cabeza. Mi abuelo paterno Antxón/Antonio era un magnate en el sector textil y mi abuela Dolores era su diseñadora principal, entre telas y encajes surgió el amor. Aunque nadie puede comprender cómo un témpano de hielo como mi abuelo y un desparpajo de mujer congeniaron. Ellos no tuvieron tanta recepción por parte de las familias en esta unión, pero siguieron juntos contra viento y marea; o debo decir, contra tules y máquinas de cocer. De esa unión explosiva nacieron 3 hijos: Yazmín, 2 años después Iñaki (mi padre) y 3 años más tarde Mikel.

Yazmín creció estudiando música y tocando el violonchelo, entró el Orquesta Sinfónica Nacional, se casó con un director de orquesta y tuvo 3 hijos; que luego, pasaron a la tutela de mis padres después de que murieran ella y su esposo en un atentado en Madrid.

Mi padre siguió a mi abuelo, comenzó a estudiar un grado en Administración de Empresas y a tomar pequeñas responsabilidades dentro de la empresa familiar. Al conocer a mi madre en Barcelona y fugarse los dos por varias semanas a vivir la vida loca, descubrió que esa era la mujer de sus sueños pero, tenían que volver ambos a la realidad; él terminar la carrera y ella volver al ballet en New York.

Siguieron enviándose postales, realizando llamadas a larga distancia y después de un año de relación a distancia, mi padre la convenció de que viviera con él en España. Por parte de mi padre estuvieron encantados en conocer a la chica que lo dejaba en vela, pero el ataque que le dio a mi abuela Valeria al proponer él aquello, fue de la magnitud de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki.

Después de tanto insistir, huelgas de hambre, llantos inconsolables y el apoyo de mi abuelo -que medió para ayudarla-, la dejo ir con la condición de que entrara en la Compañía de Ballet Nacional Español. Mi madre aceptó a regañadientes, pero 2 años más tarde quedó embarazada y se retiró de la compañía. Mi abuela enfureció porque ¨tiró su futuro por la borda¨, luego calmaron las aguas e incluso vino a España junto con mi abuelo por una temporada para organizar una boda fugaz, ayudar y conocer a la otra parte de la familia. Según mis padres la casa fue un manicomio total.

Mi madre al tener a Christopher se dedicó a criarlo y a buscar otra cosa que le motivara en la vida; descubriéndolo más tarde través del hermano menor de mi padre, el arte. Juntos decidieron hacer distintos proyectos por Europa y abrir varias galerías, mi madre gestionándolas y mi tío pintando. Fué todo un éxito por el aire innovador que presentaban, así que mi madre decidió regresar a New York 3 años después y abrir una sucursal; mi padre aprovechó también para dar el salto con la empresa familiar y expandir.

En New York meses después llegó Natalia, luego con 2 años de diferencia mi persona y para culminar los mellizos, Ander y Lucía 3 años más tarde. Un kindergarten entero en casa, quienes también se sumaron los hijos de mi tía Yazmín: Helena, Mario y Rocío.

Vivir sin controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora