CAPÍTULO 37

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Survivor-2WEI

Por un momento se me olvida todo, las mentiras y los secretos. Por un momento lo dejo ir todo y disfruto de los segundos de alivio que me produce estar en sus brazos firmes. Su pecho sube y baja con respiraciones aceleradas y yo siento que mis piernas quieren fallarme. La sangre caliente mancha mi vientre y desciende en hilillos por mis muslos. La siento haciendo su baile sobre mi piel.

Mi mejilla abandona su pecho y buscan sus ojos. Estos me miran por una milésima de segundo para luego serpentear por mi cuerpo, notando la sangre que me cubre. Sus ojos se ensombrecen y acto seguido rasga gran parte de su camiseta. Sus dedos actúan ágilmente, formando una especie de vendaje compresivo sobre mi vientre.

—Vamos, tenemos que sacarte de aquí.

Sus dedos buscan los míos, pero los alejo.

—No, tenemos que sacarlas. —tiro de su brazo en vano. —No podemos dejarlas aquí, morirán.

—No sé a qué te refieres.

Sus ojos me revelan la mentira al instante así que doy media vuelta deshaciendo mis pasos en dirección a las celdas. Veo el final del pasillo que da al que ha sido el territorio de las torturas y perversiones de Roy y Hannibal. Justo cuando abandono los muros del pasillo veo una sombra moverse por el rabillo del ojo y acto seguido, la sombra toma forma de un hombre que me asienta una patada en el costado.

—¡Katherine!

Caigo al suelo de inmediato, sujetándome el lateral, sintiendo que me falta el aire. El dolor es ensordecedor, noto motas negras nublándome la visión y mil agujas pinchando mi lateral. Alzo la mirada en el momento exacto para ver como Aiden aparece detrás de su figura y clava un cuchillo hasta el mango en su cráneo. Los ojos se le vuelven blancos y cae de rodillas al suelo.

—¡Katherine! —se arrodilla. —Joder, nos vamos de aquí ahora mismo.

Intenta pasarse mi brazo por sus hombros y levantarme, pero siseo entre dientes de dolor.

—Sácalas. —digo a medio camino de una súplica.

Mira por encima de mí, viendo todas las celdas llenas de chicas en condiciones lamentables.

—No tenemos tiempo.

Lo agarro de los restos de su camiseta acercándolo a mis ojos.

—Yo hace unos minutos estaba en el lugar de ellas, sácalas.

Lo veo murmurar algo por lo bajo y se levanta mientras yo intento recomponerme en el suelo. Escucho como les habla a las chicas indicándoles que se alejen lo máximo posible y luego el sonido de las cerraduras siendo rotas por los disparos.

Mis ojos viajan hasta la que hace poco fue mi celda.

—¡Aiden! —grito, presa del pánico.

Una mancha roja cubre parte del suelo de la celda, pero el cuerpo de Roy no está ahí. Sigo las manchas de sangre confirmando que ha debido de sobrevivir al disparo y ha escapado arrastrándose.

—¿Qué? —sus ojos grises me revisan por completo, buscando algún daño nuevo. —¿Qué ocurre?

Señalo con el dedo la mancha de sangre.

—Le disparé. —se me entrecorta la voz. —Le disparé a Roy antes de escapar.

Sus brazos pasan por debajo de mis rodillas y me carga con un rápido movimiento, sin suponerle ningún esfuerzo. El dolor parece atenuarse aún más.

—Pues está claro que debe seguir vivo. —se gira para salir de aquí. —Vosotras caminad detrás de mí y no hagáis ningún ruido.

Las chicas no hacen señal de haberlo escuchado, caminan con pasos débiles y cortos, rodeándose los cuerpos casi desnudos con los brazos. Mi mirada no las abandona mientras noto mi cuerpo balancearse con los pasos de Aiden.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora