CAPÍTULO 39

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Hearts on fire-ILLENIUM

Narrado por Cassie

Cada día me veo más sobrepasada por la situación. Pensar que mi amiga podía morir fue un dolor tan intenso, que creo que no pude respirar con normalidad hasta que Lev vino a comunicarme las buenas noticias.

Ahora, casi una semana después, todavía me cuesta asimilar todo lo que está ocurriendo, todo lo que he descubierto. Todavía estoy esperando el momento en el que salga la cámara oculta o me levante de la cama y los últimos meses resulten ser solo un sueño.

Estoy caminando hasta casa de Jules, disfrutando del trayecto para aclarar todos mis pensamientos. Estos días me han servido para investigar por internet sobre la mafia rusa y todo lo que este me ha podido brindar. Aún no puedo creerme que Lev pertenezca a ese mundo y mucho menos que Katherine haga lo que dice que hace. Siempre he pensado que ocultaba cosas pero no imaginé algo como eso...

Diviso el porche de la casa de Jules y aferro la pequeña cajita que sostengo entre mis dedos. Pasteles de limón. Espero que a la señora Miller le hagan tanta ilusión como a mí comprarlos para ella. Toco el timbre y me remuevo expectante en el sitio. No tarda en abrirse la puerta, revelando a un Jules vestido con pantalones grises y una camiseta sin mangas. Mi mirada desciende por un momento al pequeño trozo de piel de su estómago que queda a la vista. Carraspeo mi garganta mientras aparto la mirada.

—¿Cassie? —dibuja una sonrisa. —No te esperaba por aquí.

—¿Molesto? Puedo venir en otro momento. —hago ademán de retroceder.

—Tú nunca molestas. —me agarra por la muñeca arrastrándome al interior. —¿Qué tienes ahí?

Levanto la caja de pasteles a la altura de mi cara y dibujo una pequeña sonrisa nerviosa.

—Pasteles de limón.

Su sonrisa se engrandece aún más. Su sonrisa siempre me ha encantado, pero ahora que sé todo lo que sacude su vida, la adoro aún más. Ver a Jules es como ver el sol en persona.

—No tendrías que haberte molestado. —comenta mientras se dirige a lo que supongo que es la cocina. —Se los llevaré luego, ahora está dormida.

Asiento y lo espero observando todo a mi alrededor. No hay cambios significativos con la vez anterior, puede que más papeleo en el recibidor y más olor a antiséptico. A pesar de ser buenos amigos, su casa es totalmente desconocida para mí.

Al cabo de unos minutos aparece Jules con dos pequeños platos en sus manos.

—Toma, tenía un poco y bueno...Tu favorito es el de chocolate, ¿no?

Coloca frente a mí un platillo con un trozo de pastel y sí, tiene razón, el pastel de chocolate es mi perdición. Podría comerme cientos de pasteles de chocolate enteros y nunca cansarme. Excepto ahora. Solo ver el plato frente a mis ojos hace que una sensación extraña me revuelva el estómago. Aparto la mirada del pastel.

—Sí, ya sabes que me encanta el chocolate.

Asiente mientras sonríe de forma tímida. Se lleva un pedazo de su trozo a la boca con ayuda de una cucharilla y cuando nota que no hago lo mismo con el mío, pone cara de extrañeza. Si quiere decir algo, no lo hace.

—¿Cómo está tu madre? —pregunto.

—Sigue igual, hay días en los que está muy cansada, como hoy. —veo que sus ojos viajan por un segundo a las escaleras. —Y hay otros días en los que parece tener más vitalidad.

Coloco una mano sobre su antebrazo intentando transmitirle, aunque sea una pizca de mi cariño. Me alegra sentir que tocarlo no me altera, que no hace que me den escalofríos fríos por la espalda o me falte el aire. Al principio esto era impensable y ahora cada día doy un pasito más al frente. Soy consciente de que estoy caminando por un camino largo, duro y repleto de altibajos.

El Juego de la ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora