Hibisco.

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Un verano como otro cualquiera. Esta vez Beatriz y su familia se habían marchado a Grenada, una isla en las antillas. A su casa de allí, porqué la familia Castillo era famosamente reconocida por la riqueza que obtenian. Un dia, soleado, con nubes y una brisa perfecta, la pequeña de la familia recorría la isla, se la sabía como la palma de su mano. Caminando entre la maleza, Bea, escuchó pasos y risillas. Sin más, se giró y un individuo se movió a gran velocidad. Ella sin darle importancia siguió su camino hacia la playa, pero esta vez corriendo a gran velocidad. Rápidamente vió a quién le seguía. Mirándole con desafío, Bea empezó a correr muy rápido, observando la distancia, y apartándose de los obstaculos. Por un minuto cerró los ojos, y cuando los abrió sus pies estaban mojados. El chico que le había desafiado estaba detrás de ella riendo. Bea, sonriendo de medio lado, cogió un bastón que había a su alrededor y le señaló con él riendo. El chico le sonrió y cogió otro bastón y le apartó. Empezaron a pelear como los antiguos piratas. Aunque ella fuera una chica, había aprendido mucho de su hermano mayor, así que no era una contrincante horrible, al revés, era muy difícil de derrotar. El chico se sorprendió de aquél nivel, así que atacó más. Ella con dos movimientos le dejó sin bastón empujándole con el suyo. Él con las manos en alto, de una patada le apartó el suyo y se acercó a ella sonriendo. Ella sonriendo huyó de él corriendo hacía otro lugar. Él la siguió y la alcanzó a los pocos minutos. Se lanzaron en la arena, quedando ella debajo y él arriba.

-No has cambiado nada, eh -Le dijo él con una sonrisa en la cara.

-Tu tampoco, sigues siendo el mismo niño de siempre -Le contestó con cierta astucia.

-Española tenías que ser -Rió mientras le acariciaba un mechón del pelo.

-Te recuerdo que tu también lo eres, de Valencia exactamente -Le apartó de encima de un empujón y se levantó.

-Y tu de Barcelona. Te has vuelto muy fuerte, por lo que veo. Años anteriores te ganaba con esto de las peleas de piratas -Se pasó la mano por la cara mientras respiraba forzadamente.

-He cambiado -Dijo quitándose la arena de los hombros.

-Yo no diría lo mismo -Se levantó él.

-Ahí te quedas Nicolás -Se fué caminando hacia las casas.

¡Espérame Bea! -Le alcanzó corriendo.

Aquellos dos se marchaban dejando el campo de batalla atrás. Bea era la pequeña de la familia, con tan solo 16 años. Tenía medianamente el pelo largo, con las puntas más claras que la base de su pelo. Sus ojos era profundos, de un marrón oscuro, diferente a todos los de su familia. En cambio , su amigo Nicolás, era un año mayor. Su pelo desaliñado era de una mezcla entre marrón y rubio, mientras que sus ojos eran tan azules, tan puros, como las aguas cristalinas de la isla.

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