-¿Se puede saber que haces aquí tumbada? -Preguntó enseñando una gran sonrisa.
-¿Que pasa, que una chica normal no se puede tumbar en la playa? -Le contestó con cierto tono burlón.
-¿Desde cuando eres normal? -Se la devolvió riendo.
-Qué gracioso -Se levantó mientras lo decía con ironía.
Bea se quitó la arena y se marchó dejando a Nicolás detrás. ¿Como ella podría tener en la memoria una batalla con el chico que siempre le molesta? No lo entendía. Nicolás, no queriendo quedarse atrás, la seguía desde lejos, observando sus movimientos, como el pelo se movía por el viento, la forma de caminar. Todo eso le producía una enorme sonrisa en la cara, que sin darse cuenta, ahí estaba. No se pudo contener y corrió hacia ella cogiéndola por la cintura, tirándola a la arena. Rodaron hasta que ella quedó encima. Bea se quedó desconcertada al ver aquél ataque. Nicolás no podía aguantarse las ganas de sonreír. Era verdad que la sonrisa de Nicolás era especial, no era una sonrisa como las revistas, llevaba una magia escondida. Al ver aquella sonrisa Bea no pudo contenerse y empezó a reír mientras se levantaba. Sin inmutarse, siguió con su trayecto directo al centro de San Jorge. Nicolás no dejaba de impresionarla con sus ataques inesperados, con sus sonrisas, con sus burlas.
Cuando llegó al centro, se le ocurrió girarse para ver dónde llevaba Nicolás. No se encontró con nadie. Volvió a su posición normal y una fuerza la levantó en brazos. Ese cuerpo robusto, ese pelo tan particular y la forma de reír no era nada ni nada menos que su hermano Rubén. Desde que eran pequeños, Rubén la había tratado como una princesa, pensaba que al ser la única hermana, debería tener algo especial.
-¡Bájame Rubén! -Le gritaba riendo.
-¿Porqué? Con lo que te ríes... -Decía bajándola y seguidamente abrazándola fuerte.
-Hermanito hermanito, nunca me cansaré de tus abrazos, son los mejores! -Dijo mientras le abrazaba con dulzura.
En ese justo momento llegaba Nicolás. Al verla abrazada surgió un sentimiento molesto. No se lo pensó más se acercó para ver quién era. Bea al notar su presencia se separó de su hermano y un sentimiento de alivio acudió a Nicolás.
-¡No te había reconocido, que alto estás, tío! -Le dijo Nicolás a Rubén.
-¡Pues no hablemos de ti! -Le contestó.
Bea pasaba de la conversación y se fué a su casa sin que ninguno de los dos se diera cuenta, a pesar de que el centro siempre estaba lleno de gente comprando, o tomándose algo. Ya estaba pasando el día rápidamente, y Bea tenía que prepararse para ir a La Hoguera, esa fiesta tan esperada. En un momento pensó en la anciana Amelie, quería verla, pero en su mente también estaba Nicolás, como siempre. No se lo podía quitar de la cabeza. Ya habían pasado 6 años desde que lo vió por última vez , y ahora ocupaba la mayor parte de su mente. Sacudió su cabeza y empezó a pensar en que ponerse para la fiesta. Vestidos, pantalones de estampados fuertes, tacones... ¡Demasiadas prendas para solo escoger una! Pasaba el tiempo y aún no sabía que elegir. Tan sólo le quedaba una hora y media para ir y aún no tenía nada. Hasta que por fín busco en el fondo de su armario y encontró la prenda anfitriona. Mientras tanto, Nicolás en su casa, también estaba indeciso por la prenda que iba a utilizar, no debía ser formal, pero tampoco tan informal. Se desesperó tanto que cuando iba a llamar su madre, encontró lo que le sería la prenda perfecta.
-¡Vamos Bea, que llegaremos tarde, se que eres mujer, pero no tardes tanto! -Reprochó Aitor en dirección a la escalera.
-No seas así, al fin y al cabo, es nuestra hermanita Bea, la pequeña -Le hizo callar Rubén.
-¡Marchad vosotros, yo ya os alcanzaré! -Con mucha prisa contestó ella.
-Vale, adiós entonces... -Dijo Aitor mientras ya salía por la puerta dejando a Rubén dentro.
No llegaron a ser los cinco minutos y su hermano ya se quedó asombrado por su presentación.
Ya en la playa, todos los chicos juntos, chicas contándose sus cotilleos, niños jugando, y los responsables encendiendo la hoguera, llegaba Nicolás con una camisa blanca, piratas vaqueros y unas deportivas bastante modernas. La espera le parecía eterna, Bea no aparecía y ya iba a empezar la sentada junto la hoguera. Justo pensando en ella, por el norte de la playa apareció Rubém, junto a su hermana Bea. Llevaba un vestido corto de color blanco, con un fino cinturón marrón por encima de la cintura, también llevaba unas sandalias marrones tipo romanas, mientras que llevaba el pelo semi-recogido. Nicolás se quedó con la boca abierta, literalmente. Nunca había visto esa cara de Bea, estaba realmente hermosa y él estaba realmente nervioso.
-Hola Nicolás -Le saludó ella con su hermano al lado.
-Ho-ho-hola Bea, q-que guapa estás... -Le respondió tímido mirando el suelo levemente sonrojado- No sabía que pudieras ser así, quiero decir que, que puedas ser tan guapa, ay no, quiero decir... -Decía cada vez más nervioso.
-¿Así que piensas que no puedo ser guapa porque no soy como las demás chicas?
-Mujer, yo te veo diferente a las demás. -Le contestó rascándose la nuca.
-Porque parezco un chico cuando estoy contigo, ¿verdad? Así que para ti soy solo un amigacho, ¿no? -Empezaba a enfadarse Bea.
-¡No no no quiero decir eso! Quiero decir, que bueno... -Levantó la cabeza excusándose.
-Nos vemos luego Nicolás -Se marchaba ella mientras se apoyaba en el brazo de su hermano Rubén.
Él se le quedó mirando soltando el brazo como si estuviése muerto, con una flor de hibisco pequeña que había guardado para ella, con los ojos medio llorosos.
Rubén se sentó al lado de su hermano Aitor, mientras que Bea se sentó en la zona de las chicas jóvenes de la isla, y Nicolás, obviamente con los chicos. Cuando los niños se tranquilizaron y parecían callados, los organizadores empezaron con la tradición.
>>Hace mucho tiempo, todo el pueblo de San Jorge, tenía la creencia que si durante esta fiesta, La Hoguera, había paz y harmonía todos tendríamos protección durante un largo periodo, pero, si había una pelea entre dos personas, esas dos personas estaban destinadas a un final catastrófico, porque, como todos los niños que estáis presentes, sabéis que en lo más hondo de esta isla habita un ser endemoniado que te arranca el corazón y luego se come lentamente a la víctima. En el caso de los niños, si hacían rabiar a sus padres, o enfadaban a los organizadores, ese ser les perseguiría todas las noches. Ahora, no está ese ser, esta su descendiente, más desarrollado, más preparado para cazar. Así que, tened cuidado con lo que hacéis.
Los niños, como siempre corrían al lado de sus padres, pero al terminar aquella leyenda, un chico se sentó al lado de Bea y le dió conversación. Nico al ver aquella escena, se enfureció. Se dirigió a esa dirección y los separó a la fuerza.
-¡¿Pero se puede saber que estás haciendo?! -Le gritó Bea.
-¡Apartarte de él! ¡¿No lo ves?! -Le contestó furioso.
-¿Porque has hecho eso? ¿A ti que más te da?
-No vale la pena hablar contigo, no tienes remedio -Dijo él a desgana.
-¡¿Que no merece la pena hablar conmigo?! ¿Acaso crees que puedo hablar contigo con esos cambios drásticos de humor? -Se acercaba más a su cara enfadada.
En ese momento un viento fuerte apagó la hoguera y solamente la luz de la luna iluminaba la playa. Bea y Nicolás por un momento se miraron atemorizados.

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Hibisco.
Teen FictionBeatriz, o como le llaman sus amigos, Bea, ha vuelto al cabo de 6 años, a la isla Grenada, dónde tiene una casa para pasar las vacaciones. 6 años atrás conoció a Nicolás, un chico también español, que lo que más le gustaba era estar al lado de Bea...