Capítulo 4: Problemas.

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-¿Q-que ha sido eso? -Musitó Bea mirándole fijamente.

Él no le contestó, sólo se limito a ver a la demás gente que habia en la Hoguera. Todos se miraban entre ellos, hasta que finalmente, un organizador para no meter miedo en la gente, dijo que fue un brisa fuerte quien apagó la hoguera. La gente iba marchándose a sus casas, por grupos, nadie sólo.

Todos los grupos, o casi todos se marcharon. Alrededor de la hoguera sólo quedaron Aitor, Rubén, Nico y Bea. Bea se puso entre sus dos hermanos mientras que Nico enfrente de ellos. Bea no tenia ganas de mirarle a la cara, después de aquella pelea. Como siempre Aitor la incordiaba, y ella en ese momento le daba igual todo. Hasta que los cuatro escucharon un ruido por detrás de ellos. El primer movimiento de Rubén fue protegerla, el de Aitor mirar que era eso y el de Nico agacharse al suelo, en busca de alguna antorcha abandonada por los organizadores. Ese sonido volvió a sonar. Bea cada vez estaba más atemorizada, al igual que sus hermanos al no saber que era eso y que peligro suponia. Nico no lo sabía, pero inmediatamente encendió aquella antorcha y los rostros de todos se iluminaron. Ese sonido cada vez era más cercano y ya se apreciaba bien. Bea se levantó apartándose mirando hacía la maleza por si podía distinguir algo. Lo hizo. Se podia ver unos ojos con brillo bastante raro. Lanzó un grito ahogado. Nico fue a ella a ver que le pasaba, tocándole el brazo. Ella volvió en si, y le apartó al brazo señalando hacia donde habia visto a los ojos. No vieron nada y se marcharon hacia las casas. Cuando llegaron a la plaza a Aitor se le ocurrió una idea maravillosa. Ya que tal leyenda parecía ser verdad, no podían separarse si les ocurría algo. Así que Nico no tuvo mucho más remedio que irse a la casa de la familia Castillo. A Bea no le parecía muy buena idea, iba a tener dentro de casa la persona con la que se había peleado, pero lo aceptó.

-Voy a mi casita a por las cosas y voy directo a vuestra casa -Les dijo Nico.

-¡Pero no te demores, eh! -Contestaron los dos hermanos mientras Bea se limitaba a mirarle.

Mientras los hermanos Castillo se marchaban hacía su casa, Nico corría desesperadamente hacia su casita. Sabía que eso no era normal. Cogió una mochila en la que metió ropa. Pensó que por si algún caso, se llevó un pequeño botiquín. Se paró a pensar en lo que describieron los organizadores y rápidamente miró en los estantes. Hasta que por fin encontró el libro correcto. "Criaturas de la noche" se hacía llamar el libro. Lo metió rápidamente y marchó corriendo hacia casa de Bea. Allí le esperaba la madre de ellos, con una gran sonrisa en la cara, mientras llevaba una manta encima.

-Bueno, como sois tan amigos Bea y tu, te he preparado  una cama en su habitación. Tranquilo, ella ya lleva el pijama -Le decía mientras le guiaba a la habitación de Bea.

Allí se encontraba Bea dentro de la cama, girada en dirección a la ventana. Nico le saludó tímidamente pero ella no hizo el mínimo caso. Su madre le regañó y contestó, pero de mala gana.

-Tranquilo, no me voy a girar a verte como te cambias -Le dijo sin que hubiera una pregunta.

Nico se quedó medio confuso, y empezó a quitarse la ropa que llevaba. Se puso el pijama, y con pasos silenciosos entró en la cama.

-Lo siento -Le dijo por lo bajo.

-¿Has dicho algo? -Se giró mirándole.

-Que lo siento Bea -Le volvió a decir con un tono más claro.

Bea se levantó un poco de la cama mirándole mientras apoyaba la cabeza sobre la mano, raramente, sonriendo. Nico se quedó confuso al ver esa reacción en ella después de lo sucedido. El no pudo evitar sonreir, mientras se colocaba el pelo a su sitio.

-Mira que eres bobo -Le contestó ella mientras le tiraba un cojín.

-¡Ahora eres tu la que me insulta! -Le tiró el cojín mientras reía.

Se pasaron mucho tiempo riendo y hablando. Echaban de menos esa relación de cuando eran pequeños, pero ahora han crecido, sus gustos, sus pensamientos, su forma de actuar... Puede que hubieran cambiado, puede que tuvieran gustos opuestos pero eso no les haría separarse. Llegó un momento que Bea no aguantó más y se durmió. Nico empezó a reir pero sin hacer escándalo, por lo que se levantó, la tapó, le dió un dulce y lento beso en la frente dándole las buenas noches mientras el se recostaba y cerraba la luz. Lo que ellos no sabían es que esos ojos brillantes aún rondaban por la isla.

Hibisco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora