Capítulo 3: Amistad

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El niño miró sonriente a Yuki y los ojos se le iluminaron. Anne no conocía su sonrisa, tan dulce y agradable. Luego observó a Anne y la reconoció. Los ojos se le hicieron más grandes de lo que ya eran, notoriamnente sorprendido. La niña que había visto en el bosque resultaba ser su compañera de colegio también.

A Anne se le apretujaba el corazón viendo a su salvador del bosque allí, pero imposible de alcanzar. Incluso Anne, a su tan corta y dulce edad, sabía que si a Yuki le gustaba, no podía gustarle a ella también.

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Estaban en la cafetería. Usualmente se sentaban solo Yuki y Anne, pero esa vez las acompañaba él. Anne se sentía inhibida al lado de ambos. Hablaban entre ellos entre risas, con una confianza abrumadora, y Yuki le contaba todo de lo que se había perdido el tiempo que había estado faltando a clases. Anne pensó en esto último y se dio cuenta que Joss, hasta el momento, no había aparecido, pero que parecía venir faltando desde mucho antes que ella llegara. No pudo evitar que la curiosidad la invadiera.

—¿Por qué faltabas tanto? —le preguntó, sin miramientos, cortando con las risas.

Yuki lo miró con cierta tristeza y la cara del niño parecía más ensombrecida de pronto. El silencio se hizo lugar unos segundos, hasta que Joss decidió hablar.

—Mi mamá murió hace unas semanas. Me quedé con una tía en Alemania hasta hace unos días —le informó.

—Perdón, no quería... —Anne se sentía avergonzada del poco tacto con el que le había hablado. Su abuela siempre le había enseñado que esas cosas se preguntan con mucha educación.

—No te preocupes —la sorprendió. Ella lo miro a los ojos y él le estaba sonriendo—. Sólo Yuki lo sabía.

Anne entonces se dio cuenta de la característica de Joss que más admiraría a lo largo de su vida: La enormidad de su corazón.

—¡Hagamos una pijamada! —gritó Yuki de pronto, poniendo rojos a sus amigos. Toda la escuela se había enterado que ella quería hacer una pijamada.

—¿Una pijamada?

—¿Nunca tuviste una? —preguntó con brillo en los ojos Yuki, emocionada.

—No... —contestó, algo avergonzada.

—¡Bien! ¡Entonces será en mi casa, hoy! —Anne sufría pensando en si sus padres la dejarían dormir en la casa de una compañera después de lo ocurrido— Por cierto —interrumpió Yuki en los pensamientos de Anne—, ¿por qué Akane no regresó al salón?

Anne miró a Joss unos segundos y decidió confesar lo ocurrido.

—Entonces la expulsaron al fin —concluyó Yuki, con expresión pensante.

—No había visto a Akane en el bosque ayer. Así que ella fue capaz de hacer eso... —dijo Joss, mirándola serio y sorprendido.

—Espera... ¿Entonces ustedes ya se conocen? —preguntó Yuki, entrecerrado los ojos mientras los observaba.

Anne se puso roja de los nervios, aunque no estaba segura de por qué.

—¡Genial! —exclamó Yuki, con total inocencia y genuina felicidad. La sonrisa de la niña era tan contagiosa que provocaba sonrisa en sus dos amigos también.

El día transcurrió sin más sobresaltos. Todos los chicos parecían haberse olvidado de la existencia de Akane. Su paso por el colegio no había sido muy trascendental, aunque le había parecido escuchar a una maestra decir que en su asignatura se había desempañado muy bien. Anne había asumido que Akane era mala como persona y mala como estudiante, así que aquello la tomó por sorpresa.

Los fragmentos de su almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora