Capitulo 4: Incertidumbre

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El resto del día había transcurrido sin mayores sobresaltos. Lo especial del primer día se diluyó con el pasar de las primeras horas, y en poco tiempo ya habían ingresado en la típica rutina del ajetreado horario escolar.

Los tres amigos compartían las mismas clases e iban juntos a todos lados. Después de las permanentes bromas de Yuki, Anne pareció olvidar el episodio de su extraña jaqueca. Sin embargo, cuando estaban por montar las bicicletas y regresar a sus casas, Anne volvió a notar una extraña y disimulada mueca de dolor en Yuki.

—Yuki, ¿otra vez jaquecas? —le preguntó, esta vez más preocupada que antes.

Esta vez Joss estaba cerca y se alarmó también.

—¿Jaquecas? —le preguntó, acercándose a su novia mientras la miraba con una dulzura inexplicable.

Bajo la cabeza hasta su altura y le acarició la sien con ternura, mirándola fijamente.

Anne ya estaba acostumbrada a ese tipo de interacciones románticas entre ellos, pero no dejaba de sorprenderse de la dulzura con la que él siempre la trataba. A veces sentía un pequeño vacío en el corazón al verlos así.

—Ya está, sólo fue un momento —los intentó tranquilizar la joven, sonriendo despreocupada como siempre.

No les dio tiempo a contestar a ninguno, pues se apartó rápidamente de Joss y se montó en la bicicleta de inmediato.

—¡Esta vez les llevaré la ventaja a los dos! —exclamó mientras se iba, pedaleando a toda velocidad.

Joss y Anne no pudieron evitar intercambiar una mirada de preocupación mutua, pero duró solos segundos. Sonrieron y corrieron a sus bicicletas para alcanzarla.

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El camino fue más corto para regresar que para ir en la mañana. La oscuridad del atardecer comenzaba a asomarse lentamente.

Luego de despedirse de Yuki, Anne sintió que algo extraño estaba sucediendo. Nunca, en todos los años que la había conocido, había visto a Yuki quejarse de esa forma por una jaqueca. Había estado enferma antes, incluso una vez por una neumonía, y no la había visto hacer esas muecas de dolor. Yuki no acostumbraba a tener esas expresiones, mucho menos quejarse.

—Vamos, te acompañaré a tu casa —le dijo Joss, sacándola de sus pensamientos luego de que Yuki entró en su casa.

—No es necesario que lo hagas —le dijo Anne por milésima vez en los años que llevaba de conocerlo. La casa de Joss estaba más cerca que la suya, por lo cual acompañarla implicaba regresar y hacer algunos kilómetros de más. La casa de Yuki siempre quedaba de pasada para ambos.

Por más veces que se lo dijera, él siempre insistía en acompañarla a su casa.

—Quiero hacerlo, vamos —le sonrió él, haciendo un gesto con su cara en dirección a la calle que conducía a su hogar.

Anne sacudió la cabeza, sonriéndole también. Tenían mucha tarea que hacer y el día había sido bastante largo, pero aun así él quería acompañarla.

Realmente Anne no había tenido ningún problema de inseguridad en todos los años que llevaba viviendo allí, al menos no después del violento encuentro con aquella niña extraña, Akane.

Desde que había forjado amistad con Joss y Yuki todo había mejorado. Con el tiempo dejó de ser la "chica nueva", y la inmigración se naturalizó bastante no sólo en Japón sino en otros países también. De cualquier forma, en el fondo ella sabía que nunca sería realmente considerada como una japonesa por sus vecinos. Había llegado a aceptar esto con los años.

Los fragmentos de su almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora