¿Acaso no es gracioso ver a la gente quejarse de mil y un cosas cuando en realidad no pueden ser conscientes de su propia suerte?
La gente desea tantas cosas por egoísmo que se ciega de la abundancia que lo rodea.
Dinero, satisfacción personal, libertad, adrenalina, deseo y, sobre todo, placer.
Muchas veces, nuestros más profundos anhelos, son aquellos que nos destruyen de la manera más cruel posible.
-¡Kousuke-san!-Grito un rubio con calma mientras terminaba de acomodar los almuerzos de todos en sus lugares.
El nombrado acudió al llamado con una gran sonrisa en su rostro, se acercó al que poseía hebras doradas, beso sus labios con devoción tratando de transmitirle todo su amor.
Era su lugar favorito, al lado de la persona que en algún momento fue su subordinado, y si por el fuera, jamás de apartaría de el.
Pero, como todo, se tuvo que separar cuando los gritos pequeños de un par lo interrumpieron.
-¡Papá Masa! ¡Michiko no deja de quitarme mis juguetes!-Grito una voz perteneciente a un niño pequeño quien estaba con lágrimas adornándole el rostro.
-¡Eso no es cierto, papá Masa! !Es Kazuya quien no deja de arruinar mis juguetes!-Se defendió la acusada con mucha indignación e ira en sus ojos.
Kousuke le sonrió al ojiverde y soltó un gran suspiro para agacharse a la altura de los niños.
La niña llevaba por nombre Michiko Oshiba, la hermana mayor de 10 años, era bastante tranquila y linda, pero demasiado cuidadosa con sus cosas, por lo que no soportaba que alguien arruinara algo que tuviera muy planeado, si lo hacían llegaba a ser bastante explosiva en lo que hacía y decía, pudiendo herir inclusive a la persona que más amará aún cuando no fuera su intención.
De alguna manera, se parecía a Kousuke, y no solo nos referimos en el aspecto de personalidad, sino también en el físico, de los dos hermanos era quien más compartía rasgos con el profesor, con sus bonitos cabellos oscuros largos alaciados y ojos grises.
Por otro lado, el niño pequeño tenía por nombre, Kazuya Oshiba, amoroso y de apariencia adorable, era dos años menor a Michiko. En general, como cualquier niño, le gustaba hacer bromas y jugar, por lo que llegaba a sacar de sus casillas a su hermana mayor.
En apariencia, poseía igual ojos grises como Michiko, pero sus cabellos eran dorados como los del rubio, alborotados y bastante difíciles de peinar.
Vaya que parecían como si de verdad fueran hijos suyos por genética.
-A ver pequeños, ¿por qué no dejan de pelear y hablan? Son hermanos y los hermanos deben quererse así como jugar, el pelear solo trae problemas, no quiero que vayan a ser niños problemas.
-Papá Kou, no te enojes, pero queremos que sea Papá Masa quien nos ayude-Dijo con temor el pequeño rubio.
-¿Y eso? ¿Acaso no soy lo suficientemente lindo?
-No es eso papá, pero papá Masa es el es más tranquilo y no nos llega a dar miedo al momento de recibir el sermón-Explicó sin temor la pelinegra logrando que Masahiro y Kazuya la vieran con reproche.
Kousuke por su parte, abrió más grandes los ojos muy asombrado por las palabras de sus hijos y se avergonzó un poco porque lo tuvieran en ese concepto.
Era cierto que cuando él llegaba a intervenir, solía transmitir un aura de miedo y respeto, casi como hacía cuando su querido hermano Kensuke no quería estudiar.
Tenía sentido porque los niños acudían al rubio, después de todo era alguien que sabía tratar con cariño y paz a ambos de una forma excepcional, sabía bien cómo arreglar las cosas sin intimidar a sus hijos.
ESTÁS LEYENDO
Nadie sabe lo que tiene...Hasta que lo pierde...
FanficOshiba Kousuke y Setagawa Masahiro viven felices como pareja después de muchos obstáculos vencidos. Están casados, han adoptado 2 hermosos hijos y parece que por fin tienen paz. Sin embargo, cuando la presión de ser padre, profesor y esposo consume...