Tengo novia.

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En casa de los Fugo, los viernes por la noche estaban reservados para cenar en familia. ¿Era un ambiente agradable? No, no mucho. Pero en defensa de los padres de Pannacotta, por lo menos lo estaban intentando.

La tradición era relativamente reciente, iniciada aproximadamente tres años atrás, cuando, después de que Pannacotta comenzara a ir a terapia tras casi ser expulsado del colegio por darle una (bien merecida) paliza a tres de sus compañeros, el psicólogo regañó a sus padres por no estar lo suficientemente presentes en la vida de su hijo (entre muchas otras cosas).

Fragola y Andamio Fugo no eran padres terribles... Pero tampoco eran los mejores. Su matrimonio había sido prácticamente arreglado, y habían tenido a su único hijo por obligación, pero en verdad lo querían. Solo... Bueno, ellos tampoco habían contado con los mejores modelos de paternidad. Antes, del evento catalogado como "el incidente" solían dejar a Pannacotta al cuidado de niñeras por semanas completas, y delegaban casi todo lo relacionado a su bienestar (escuela, salud, etcétera). Genuinamente creían que estaba bien, pues Pannaccota siempre había sido un niño "prodigiosamente maduro e inteligente".

Gracias al cielo, el terapeuta los había sacado de su error relativamente a tiempo. Antes de "en incidente", ambos habían estado a punto de enviar a su hijo prematuramente a la universidad. Claro, a los trece años Pannacotta ya tenía un coeficiente intelectual de 152, pero no la inteligencia emocional necesaria para lidiar con el ambiente universitario, como les hizo saber el bendito psicólogo Squalo. "Aún es un niño, déjenlo vivir como uno".

Pero, como quedó anteriormente establecido, los Fugo distaban de ser los padres perfectos. A veces hacían cosas estúpidas. Cosas como tratar de convencer a su visiblemente incómodo hijo de salir con la hija de unos de sus socios comerciales, incluso si Pannacotta había rechazado la oferta (de forma nada sutil) más de ocho veces a ese punto.

—Sheila es un encanto. Deberían darse una oportunidad.— Insistía su madre, usando ese tono dulcemente condescendiente que tanto lo irritaba.

—No estoy interesado.— Ni siquiera levantó la vista de su plato para contestar.

—Mira, estábamos pensando en organizar una comida con sus padres, para que ustedes puedan...

—Ya. Dije. Que. No.— Las pausas entre cada palabra eran un desesperado intento por subrayar su significado, a ver si sus padres entendían de una buena vez el significado de su negativa. A pesar de ir a la misma escuela y coincidir frecuentemente en los eventos de sus padres, apenas había cruzado un par de palabras con Sheila E. No le desagradaba: simplemente no estaba interesado en ampliar su círculo social, mucho menos en conseguir una novia.

—Pannacotta, no le hables así a tu madre.

El chico respiró profundo y contó hasta diez. Esa era la técnica más efectiva de las que había probado con su terapeuta para evitar sus arranques de ira.

—Lo siento.— En realidad, no lo hacía. En esa ocasión, era plenamente consciente de que él tenía la razón. Sus padres no estaban respetando sus límites y tenía derecho a estar enojado, pero expresar eso solo iba a hacer que la situación escalara más lejos.

—Solo dale una oportunidad.— Volvió a insistir su madre. Para cualquier otro, a ese punto hubiera resultado más fácil ceder, pensando en que tal vez sus padres dejarían atrás el tema tras una cita fallida. Pero Pannacotta conocía a sus padres, y sabía que, si hacía esa concesión no se los quitaría de encima. Si por ellos fuera, seguramente ya estaría comprometido con Sheila, como garantía para una alianza comercial entre los padres de ambos.

—No voy a hacerlo.

—¿Por qué no?— Esta vez, habló su padre.

Pannacotta estuvo a punto de decir "simplemente porque no quiero", pero ya había enunciado esa frase muchas, muchas veces, y al parecer, no era lo suficientemente válida. Su cerebro rápidamente alcanzó otra respuesta, una que Trish le había contado que utilizaba para deshacerse de los tipos que se ponían pesados al notar que era una chica en ciertos juegos online. Sabía que mentir no era la mejor opción, pero estaba demasiado cansado para meditar las consecuencias.

—Porque ya tengo novia.— Escupió, antes de darse tiempo para arrepentirse.

La mesa se quedó en silencio. Sus padres lo estaban observando como si le hubiera crecido una segunda cabeza.

—¿Tienes novia? — Preguntó su padre, bastante incrédulo.

—Sí.

—¿Por qué no nos dijiste?— Esta vez, fue su madre quien habló.

—No lo creí necesario. Es bastante reciente.— Lo dijo con tal naturalidad que, de no saber que estaba inventándose todo en el acto, él mismo se lo había creído.

—¿Quién es? ¿Es la niña de los Brando?

Otra vez, Fugo respiró profundo y contó hasta diez. El hecho de que invalidaran la identidad de su mejor amigo, aunque fuera por "accidente" hacía hervir su sangre.

—No. Giorno únicamente es mi AMIGO. —Hizo énfasis en la última palabra, como un recordatorio pasivo-agresivo de su género. — Y él está saliendo con alguien desde hace un año. Ya se los he dicho.

—¿Entonces quién es?

Debió saber desde un inicio que para sostener su pequeña mentira, tendría que crear muchas más. Ya era tarde para arrepentirse, así que comenzó a buscar una opción viable entre su no tan amplia lista de amistades femeninas. Leonette quedó inmediatamente descartada, no solo porque salía con Bruno, sino porque era demasiado mayor para él (y se veía aún más grande gracias a su estilo de maquillaje). A Trish la conocían sus padres, y sabían que aún le quedaban tres meses de su intercambio en Francia, por lo que no resultaría creíble. Solo quedaba una opción viable.

—Narancia. Narancia Ghirga.

—Oh. Nunca la habías mencionado. ¿También va al colegio? — No le gustaba nada la curiosidad en la voz de su madre.

—No.

—¿Entonces de dónde se conocen?

Presintiendo que "por Discord" no sería una respuesta aceptable, optó por decir una verdad a medias.

—Es amiga de Giorno. Él nos presentó.— Técnicamente, era cierto. Giogio era quien le había enviado el enlace del server donde se conocieron.

Sus padres no cuestionaron más al respecto. Pasaban demasiado tiempo fuera de casa como para estar al pendiente de los detalles de la vida social de su hijo. Sabían que le iba bien en la escuela, que se encontraba bien de salud y que no salía de casa en horarios peligrosos. Con eso se daban por servidos.

—Si es amiga de Gio, entonces debe ser una buena chica. ¿Por qué no la invitas a la casa? Para que podamos conocerla.

Pannacotta maldijo mentalmente. Debió saber desde el inicio que la conversación llegaría a ese punto. Ahora no podía echarse para atrás. Tenía que improvisar algo. Rápido.

—No creo que sea buena idea. Llevamos poco tiempo saliendo y...

—Tráela a cenar el próximo viernes. — Dictaminó su padre, con ese tono que usaba cuando quería ponerle punto final a una conversación.

—Bien. Le diré más tarde.— Por fuera, Pannaccota se veía tranquilo. Por dentro, estaba en pánico.

"¿En qué diablos me metí?"

Tenía ganas de escribir algo bonito y wholesome donde los bbs no estén traumados, así que les traje esto.

¿Tengo como ocho historias en emisión? Sí.

¿Eso me va a detener de publicar otra? Por supuesto que no.

Esta cosa entra dentro de mi colección de "historias que iban a ser un oneshot, pero no tengo autocontrol, así que van a ser varias partes". Eso sí, va a ser corta.

Novia de emergencia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora