Narancia, necesito un favor

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Contrario a lo esperado, durante el resto de la cena Pannacotta fue sintiéndose progresivamente más tranquilo. Por fin, sus padres habían dejado a un lado el tema de la novia, centrándose a hablar sobre algunos de los asuntos administrativos de la empresa, conversación en la que el adolescente participaba activamente: La idea de llegar a dirigir (a su debido tiempo) la farmacéutica de sus padres le resultaba genuinamente atractiva.

Mientras hacía preguntas sobre la renovación de algunas patentes, otra parte de su cerebro analizaba el problema de su noviazgo ficticio con Narancia, y había llegado a la conclusión de que la situación no era tan mala como creyó en primera instancia.

Gracias al cielo había elegido a Narancia. Estaba seguro de que, a diferencia de Trish, si le planteaba la situación accedería a seguirle el juego por una noche. Afortunadamente, ella al igual que los otros miembros del servidor en el que se conocieron, eran de Nápoles, por lo que la "cita" era viable. El único riesgo significativo era que sus padres (o mejor dicho, su madre, ya que el cretino de su padre no se interesaba en la vida de su hija) decidieran no darle permiso de ir a la casa de un chico al que solo conocía por internet (algo bastante comprensible), pero contaba con que Giorno y Mista alegaran a su favor con la madre de Narancia.

En el último de los casos, si Narancia se negaba, o no le daban permiso, podía decirle a sus padres eso mismo. O que habían terminado. De cualquier forma, la situación estaba controlada: Ventajas de ser un genio.

Terminada la cena, Fugo se encerró en su cuarto, y tras verificar que todo dentro del terrario de su serpiente (una Amblyodipsas polylepis llamada Purple Haze) estuviera en orden, se dejó caer en su cama, celular en mano. Decidiendo que era mejor enfrentar las cosas de una buena vez, abrió WhatsApp y buscó entre sus contactos a Narancia Ghirga. Estaba en línea, esa debía ser una señal del destino.

"Narancia, necesito un favor enorme. ¿Puedo llamarte?"

Fugo esperó un minuto. Luego dos. Luego cinco. Narancia seguía en línea, pero el mensaje no se marcaba como leído, y él no era una persona muy paciente. Al diablo, iba a llamarla directamente.

Dentro de otra casa, en un barrio distinto de Nápoles, Narancia se encontraba recostada en su cama, en medio de una violenta guerra de stickers con Mista, cuando sonó su teléfono. Dejó caer el aparato en su cara del susto: Nadie (excepto su madre) la llamaba por teléfono, e incluso eso era reservado para situaciones extremas (como cuando salía a algún lado y olvidaba revisar sus mensajes). Siempre se comunicaba por mensaje de texto, o si a caso, por llamadas grupales previamente programadas.

Tras sobarse la cara, levantó su teléfono para ver quién osaba perturbar su paz de esa forma. Le sorprendió muchísimo ver que se trataba de Fugo, a quien tenía registrado como "Pannicakes" junto a un emoji de fresa. Contestó justo cuando el rubio creía que tendría que marcar de nuevo.

—¿Hola?

—Narancia, necesito un favor.

—Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú?— Fugo apretó los puños y contó mentalmente hasta diez. Incluso si su amiga tenía un punto y estaba siendo bastante grosero, estaba demasiado estresado para admitirlo.

—Por favor, no empieces con tus cosas. Es importante.

—Bien, bien... ¿Qué necesitas? Si vas a pedirme diamantes en Minecraft, lo siento pero se los di todos a...

—No es sobre videojuegos. Es algo serio.

—¿Ah?— La confusión en su voz era casi tangible. Desde su perspectiva, tratándose de asuntos del mundo real, ella no tenía nada que ofrecer a Fugo, excepto tal vez consejos, pero Gio era mejor para eso.

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