Epílogo (parte 1)

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—¡Panniiiii! Llevamos horas estudiando. ¿Podemos hacer una pausa? Me duele la cabeza de ver tantos números.— Gimoteó Narancia, poniendo ojos de perrito regañado. 

—Bien. Descansemos quince minutos.— Concedió Fugo, observando la hora en su celular, porque cuando decía "quince minutos" no era una simple expresión: Pretendía regresar a estudiar después de esos quince minutos (aunque seguramente, Narancia encontraría alguna forma de extenderlos a treinta). 

En realidad, ya casi tenían el temario completo repasado, y después de que el odioso profesor Brunello  fuera reemplazado de forma permanente por la mucho más amable y competente profesora Montreal (cosa que tal vez había sucedido finalmente gracias a influencias de los padres de Pannacotta con el ministerio de educación) Narancia no tenía tantos problemas con la materia de física, la única para la que aun tenía que presentar un examen, así que el repaso general estaba llevando mucho menos de lo planeado. Probablemente solo necesitarían media hora más para revisar los temas faltantes. Pero cuando Narancia comenzaba a quejarse, significaba que no iba a prestar atención a menos que la dejara despejarse un poco. 

Además, había leído en algún lado que el estudio era más eficiente con pequeños periodos de descanso.

—¡Gracias, Panni!— Contestó, antes de levantarse de la silla y estirarse como gato, suspirando con satisfacción al sentir como la tensión se liberaba de su espalda. Fugo notó que la camisa se le levantaba un poco, dejando ver su ombligo. Dejó escapar un pequeño chillido de pánico antes de bajar la mirada a la libreta, con la cara roja. —¿Podemos ir por gelato? — Preguntó la chica, felizmente ignorante de la crisis interna de su tutor.

—Ehh... Sí. Solo déjame ir por mi cartera.

Por supuesto, lo de la cartera era un pretexto para escapar por unos segundos, en lo que su cara regresaba a un color natural, pues en realidad la tenía en su bolsillo.

Había una gelatería a unas cuentas calles de la casa de Pannacotta. Los precios eran un poco altos, pero, a criterio de Narancia, Fugo, Giorno y todos los que los habían probado, el precio valía la pena. Narancia ya se sabía el camino: No era la primera vez que iba desde la casa de Panna a esa gelateria, y seguramente, tampoco sería la última.

Una semana después de la semi-desastrosa cena con los señores Fugo, tuvo lugar una estupenda primera cita en el cine, donde vieron una película de terror tan mala que seguramente los hubieran sacado de la sala por culpa de sus risas si está no hubiera estado casi vacía. Después de eso, fueron a jugar boliche, y mientras Narancia fallaba la mitad de los tiros, Fugo admitió por primera vez, incluso si era solo para sí mismo, que le gustaba Narancia.

Esa realización, en compañía del descubrimiento de que, ignorando sus repentinos episodios de timidez/ineptitud social inmovilizantes provocados por alguna sonrisa demasiado radiante o un poco de contacto físico, se sentía cómodo con Narancia, hizo que no tan poco a poco comenzara a integrarla a su círculo de amigos en el mundo real.

Fugo empezó a acompañar a Giorno cada que iba a casa de Mista, y Narancia comenzó a ser invitada a las pequeñas reuniones de fin de semana en casa de Giorno o Pannacotta. Jugaban videojuegos o  juegos de mesa; salían al parque, dónde Narancia le enseñó a usar patines y montar bicicleta; fueron un par de veces a la playa, dónde Fugo pudo culpar al sol por la coloración rojiza en su rostro (cuando la verdadera razón era Narancia en traje de baño) e incluso (sin que los padres de Pannacotta lo supieran, por supuesto), fueron a Polnarefflandia. Además de que los eventos de negocios a los que sus padres lo llevaron dejaron de ser tan aburridos desde la primera vez que su padre dijo "puedes traer a tu novia" y Narancia aceptó, de buena gana.

Y la última semana habían pasado todas las tardes juntos, alternando entre las casas de ambos, con Pannacotta ayudando a estudiar a Narancia para sus exámenes finales.

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⏰ Última actualización: Feb 05, 2022 ⏰

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