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Debería de sentirse feliz

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Debería de sentirse feliz. Eufórico y emocionado. Al fin y al cabo, de su mejor amigo estaba hablando. En aquel inmenso espacio donde solían pasar tiempo mientras que no se encontraban en la academia, el pelirrojo sentía la marea de emociones acumularse en su pecho y corazón con tan solo ver a su rubio amigo, y amor platónico. Caminaban en una amena charla, como todas las que tenían. Por alguna razón siempre encontraban algo de que hablar, rompiendo hasta el más profundo de los dolorosos silencios al recorrer cada rincón del centro comercial. Se mantenían en movimiento, buscando qué hacer, qué decir, qué sentir, hasta que el parar abrupto del mayor impidió al entusiasta chico seguir con su camino. Lo miró inquisitivo, apreciando las facciones del bello rostro de su acompañante, deteniéndose en lo rubíes que portaba como ojos. Los afilados orbes apuntaban a la silueta de una bella mujer, quien cruzaba justo en frente de ellos. Su largo y sedoso cabello negro ondeaba al son de su fino y elegante andar. Las piernas que parecían de porcelana daban soporte a una figura perfecta, de curvas espectaculares y un perfil tallado por las más talentosas manos que alguien pudo poseer. Había dejado a los chicos sin aliento, aunque de maneras muy diferentes. El rubio, ensimismado viéndola por su inminente perfección, había quedado sin palabras. El leve rubor en sus mejillas solo lo pudo haber notado Eijiro, quien no despegaba la mirada de su amigo. Admiraba como lo filosos rubíes centellaban siguiendo con la mirada los firmes pasos de la desconocida. Su corazón de a poco empezó a estrujarse. La clara atracción era imposible de esconder, haciendo sentir al pelirrojo miserable. La respiración le empezaba a fallar y sus traicioneros pensamientos no hacían más que empeorar su estado. El cambio de humor fue, por el rubio, completamente ignorado. Su alegre pelirrojo amigo había acallado cualquier comentario que hubiese estado pronunciando al verlo apreciar tal mujer que lo había flechado. Poco le importaba si es que el chico siguiese hablando, poco le importaba si es que había herido sus sentimientos al dejar de escucharlo, poco le importaba todo, solo quería seguir a la espléndida fémina que sin aliento lo había dejado. Kirishima lo notó, haciendo su pecho arder en combustión. Su garganta se cerraba, impidiendo a sus pulmones adquirir el oxígeno que necesitaba para subsistir. La boca seca hacía que cualquier intento de hablar doliese, y de sus ojos quería bajar un río de lágrimas, que no era notado por el rubio. El corazón había empezado a palpitar de manera estruendosa dentro de su pecho, doliendo cada latir. Se estaba volviendo el infierno siquiera seguir de pie y apreciar como su mejor había sido flechado por la belleza de la chica que se encontraba a tan solo unos metros de distancia. Después de despegar la mirada de su amigo, y dirigirla a la chica notó cada vez más partes perfectamente delineadas de ella. Para luego así bajar su mirar a su propio cuerpo, odiando todo lo que veía. Su figura no era lo suficientemente masculina para superar la perfección de la chica. Deseaba un poco más de cintura, y quizás si sacaba un poco de músculos sería más atractivo. La idea de bajar de peso se coló en sus pensamientos. Qué sería más masculino que cuidar de su salud, bajando unos kilos que sentía que tenía de más. El temblor de su organismo fue notado por el rubio que había vuelto a la tierra.

La melodía del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora