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La música resonaba en mis audífonos mientras me movía alrededor de mi habitación

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La música resonaba en mis audífonos mientras me movía alrededor de mi habitación. Hoy los de la clase se reunirían para ver películas. Todos empezaban a intentar levantar el ánimo de cada uno para estar lo mejor posible para cuando llegase Kirishima. Había participado, para sorpresa de muchos, en algunas de las cosas que habían planeado. Jugar un par de juegos en la consola de Denki, ayudar en la cocina, charlar un poco sin explotar a nadie, pero hoy no estaba de humor. Preferí encerrarme en mi habitación y escuchar música para calmar mis pensamientos que habían empezado a atormentarme de nuevo. La ansiedad estaba regresando, cuando hace unos días se había calmado. De nuevo, la presión en el pecho aumentaba de manera descomunal. Los pensamientos negativos y extremistas volvían a llenarme. Es una jodida mierda, solo quiero estar en paz. Me recriminaba cada error cometido con Kirishima. Desde insultarlo, pasando por quizás un par de mentiras que he dicho, hasta que llevarlo al extremo de generarle episodios de ansiedad otra vez. Sabía que lo que yo sentía ahora, no era nada en comparación a lo que él tuvo que vivir. Esta canción, por más que no sea para nada mi estilo de música había logrado encantarme. La escuchaba al menos una vez por día. La letra llegaba a cada parte de mi mente, muchas cosas que quería decirle a Eijiro se encontraban aquí. Mi pecho se empezó a contraer devastadoramente, otra vez la maldita ansiedad que me superaba. Sentía la culpa embriagar cada sentido, cada pensamiento. Me siento la peor persona que pudo existir alguna vez. No pude estar para él en un momento tan crítico, tan serio. Solo quería sentirlo entre mis brazos otra vez. No quería mantener la misma postura que antes, solo me concentraría en mi camino de héroe, pero no a costa de los demás, sino junto con los demás. Me di cuenta de que me ciego demasiado por mí mismo, por una visión totalmente individualista y eso terminó afectando a mi mejor amigo, y la persona de la que estoy enamorado. No podía cometer los mismos errores, ahora que espero conseguir una segunda oportunidad. Ruego que Kirishima también quiera verme, sentirme. Lo necesito a mi lado. Tengo que decirle que a pesar de todo estoy aquí, y que lo seguiré estando por siempre. Estaba empezando a hiperventilar, mi pulso estaba acelerado otra vez. Maldita cabeza de mierda, por qué me haces esto, por qué ahora. Estaba por sumirme en mi angustia de nuevo, pero unos golpes me distrajeron.

- ¡Bakugo! ¡Ven a la sala! - gritó el idiota cinta scotch desde el otro lado de la puerta.

- ¡AHORA NO EXTRAS! - Grité en respuesta. No quería que nadie me moleste. Hoy me iba a dejar consumir por las letras de las canciones que inundaban mi habitación. Había desconectado mis auriculares de mi celular, dejando que la música llene toda la habitación. Solo quería aislarme del resto de bastardos ahora. No lloraría, hoy no, lo había decidido, pero cada vez se volvía más difícil. Recordar a Kirishima en mis brazos era doloroso, sobre todo porque la sensación se desvanecía. El aroma de sus sudaderas cada día se perdía más, haciendo que sea casi imperceptible. Era tan complicado sentirlo cerca, sentir su calor. Era una verdadera pesadilla. Lo amo tanto, es imposible la manera de describirlo. Y por tanto tiempo también, no sabría decir cuándo empezó. Pero aun así si sabría decir por qué lo oculté y lo reprimí. Antes de entrar a la U.A pensaba que demostrar este tipo de sentimientos era solo una prueba de debilidad. El camino hacia la cima lo construye uno solo, los afectos son solo una distracción. Es verdad que si quiero ser el número 1 tengo que mejorar por mi cuenta, pero teniendo a Eijiro a mi lado me sentía fuerte. Me volvía indestructible. Pelear a su lado es la mayor dicha que pude haber sentido alguna vez. Y me di cuenta de ello, ya cuando estaba por perderlo. Solo quería tocarlo, sentirlo también. Perdonar sus errores, que él perdone los míos. Conocer sus pecados, aceptarlos y amarlos de la misma manera que lo amo a él. Sentir que el sol sale en el amanecer, desvaneciendo los temores y la angustia que abrumaba nuestros corazones. Efectivamente, me volví un puto cursi. Pero si es por Kirishima qué mierda importa. A su lado la luz entraba junto con el viento por las ventanas, recordando que estamos vivos y que estamos juntos. Aunque a este paso, todo se volvía a oscurecer. Su tacto se desvanecía, así como él lo hizo en mis brazos. Mirando hacia el techo, de rodillas en mi habitación deseaba a lo que sea que me dejen decirle a Kirishima que estaré a su lado siempre. Desde el anochecer hasta cuando los primeros rayos del sol llenen la habitación. Nunca lo dejaré solo, siempre estaré a su lado, sin importar qué. Es una promesa. Pero de qué servía, él no estaba aquí para escucharme, para perdonarme, simplemente no estaba. Aun así, lo sostendría cuando las cosas saliesen mal, cuando la oscuridad atraviese el camino, cuando las horas se vuelvan infinitas hasta que llegue el amanecer. No me alejaría nunca, no lo haré de nuevo. Quería gritar, e iba a hacerlo, pero una sombra se coló por el espacio entre la puerta y el suelo. Iba a reclamar que me dejen solo, no quería ver a nadie, pero esa persona se fue. Bien, así no me joden. Cerré mis ojos, tenía la intención de subir a mi cama y dormir todo lo que pueda. Ya eran pasadas las 10 de la noche. Los ruidos en la planta baja habían cesado hace tan solo unos minutos. No sabía por qué había tanto escándalo, solo iban a ver películas. De seguro los idiotas eligieron una de terror y todos gritaron porque no aguantaron esos efectos especiales baratos. Antes de siquiera poner mi pijama escuché ruidos en la habitación de al lado. ¿Qué mierda? No era posible. Intenté convencerme de que era solo mi imaginación, o quizás alguno de esos idiotas que tengo como amigos, pero juro que estoy escuchando alguien en el otro cuarto. En el de Kirishima. ¿Tan loco me estoy volviendo? Maldita ansiedad, todo es su puta culpa. Me iba a meter en mi cama, ignorando el hecho que no había topado mi ropa, pero las sombras de los pasos de otras personas y susurros del otro lado me hicieron levantar toda alerta en mí. Algo no cuadraba. ¿Quién a esta hora entraría al dormitorio de Eijiro? ¿Para qué entrarían los otros extras? Aizawa nos había dicho que lo mejor era dejar esa habitación cerrada, para que podamos concentrarnos en otras cosas hasta que vuelva. Por eso, hace días que ese lugar no había sido abierto. ¿Sería que...? ¡Kirishima! Me quedé estático en mi lugar. Mi respiración se había agitado y mi corazón acelerado. Pero nada de esto era como el pánico de hace unas horas. Era totalmente diferente. La adrenalina corría por todo mi cuerpo y mi mente de lo que estaba a mil por hora se quedó en blanco. Genial, gran puto momento para dejar de funcionar, estúpido cerebro, estúpido cuerpo, estúpido todo, tenía que ver al pelos de mierda. Una vez mi cuerpo respondió, salí disparado de mi habitación, quedando en pocos segundos al frente de la puerta de mi Eijiro. ¿Y ahora qué hacía? ¿Debía tocar? ¿Entrar en silencio? ¿Decir algo? ¿Cómo lo saludo? ¿Qué hago? Tantas dudas en mi cabeza me habían enfurecido. Sin pensar, estallé la puerta de un fuerte golpe, sin importarme nada de lo que podía pasar.

La melodía del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora