Capítulo 17: Botella de tequila y malas decisiones

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Holiii

El siguiente capítulo trata temas como perdidas familiares, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas. Leer con discreción, por favor. 

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CAPÍTULO 17: BOTELLA DE TEQUILA Y MALAS DECISIONES

DANIELA WEMBLEY

Nunca he sabido qué sentir en los funerales, principalmente porque siempre odié ver a las personas llorar a mi alrededor. Me sentía impotente, siempre he estado molesta con la vida y aun cuando nunca lograba comprender la nubla de mis sentimientos, los funerales fueron ese algo a lo que me terminé acostumbrando desde que era pequeña.

Tenía cinco años cuando murió mi abuelo. En ese momento no entendía nada, pero cuando fui creciendo y entendía que un familiar no volvía a aparecer en las cenas de navidad, fui llenándome de resentimiento y de odio.

Me sé el procedimiento exacto de estas situaciones.

Recibimos la llamada, normalmente es mamá o uno de mis tíos, nos unimos y manejamos a casa, esperamos a que los de la morgue hagan su trabajo, recibimos el cuerpo en el ataúd y como ya hemos pasado demasiadas veces por esto ─y siendo sincera, siete veces es suficiente para romper a cualquiera─, no velamos el cuerpo.

Enterramos el cuerpo el mismo día.

Como en este momento. Todos vestimos de negro y el cuello incomodo de mi camisa está poniendome ansiosa, pero intento dejarlo de lado mientras tomo asiento al lado de mi madre y de Jasper, mi hermano mayor.

Este ladea el rostro para verme luego toma mi mano y la aprieta.

La familia se acerca para poner rosas en el ataúd y yo solo puedo pensar que la última vez que vi a la tía Lola, terminamos discutiendo por eso, flores. No solía ir a casa muy seguido, en primer lugar, porque las cosas con mamá siempre terminaban en discusiones, en segundo, porque esa casa tenía demasiados fantasmas alrededor.

El día que fui, la tía me invitó a unirme a su día de jardinería, así que acepté, pero mientras yo quería que se sembraran unos tulipanes rosados, ella decía que era mejor que se sembraran rosas.

Pero ella quería rosas azules. Decía que las rosas blancas no le gustaban y le daban ganas de vomitar, tenía la sensación de que eran las flores más tristes, ninguna flor sin algo de pigmentación podría ser plenamente feliz.

Me parecía tonto, también había felicidad y plenitud más allá del azul, rojo y amarillo, y supongo que ella no sabía que el blanco era la presencia de todos los colores.

Así que si, terminamos sembrando rosas azules ─en mi defensa ella podría ser más terca de lo que parecía. Nadie lo creería al ver a una señora que medía un metro cincuenta y uno, con el rostro de un ángel─.

Ese día terminé con mis dedos heridos por las espinas, mientras ella se reía y lágrimas de felicidad salían de sus ojos al ver todo su jardín lleno de rosas azules. Muchas, tantas que hasta tuve que aceptar que todo era hermoso.

Era de esas discusiones tontas de las que al final te reías.

Y ahora ella estaba en una caja de madera, muerta y todo el mundo ponía rosas blancas en su ataúd de madera oscura.

Las ganas de vomitar fueron instantáneas, así que me levanté con la rosa azul en mi mano, aun cuando supe que ella se habría vuelto loca de saber que había arrancado una de su bello jardín, con mi mano izquierda tiré todas las rosas blancas al piso.

Beso sabor a tequila [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora