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Sirenia Garnet
El sol comenzó a brillar y la luz se coló por la ventana y se situó en mí cegando mi vista.
Con mucha pesadez abrí mis ojos y me doy cuenta de que sigo en la misma posición con Toby. No me soltó para nada en toda la noche.
Me duele todo el cuerpo, recuerdo que anoche este maldito psicópata me golpeó brutalmente dejándome casi inconsciente. Traté de moverme de la cama, pero Toby gruñó medio dormido y reforzó más su agarre en mi cintura.
Siento el cuerpo entumecido por haber estado en la misma posición toda la noche.
Con dificultad me giré para quedar cara a cara con él. Con temor lo miré, aún sigue dormido y lo analicé más detalladamente; Cambió mucho desde que era un niño, la gran rajadura que tiene al lado de su boca es horrenda y asquerosa, aún se vé un poco fresca la herida. Hay veces que cuando habla salen unos finos hilos de sangre de la herida y huele muy mal.
Me pregunto quién le habrá hecho esa fea cicatriz.
¿Se habrá peleado?
Debió haber sido una pelea muy terrible para que saliera así de lastimado.
Estiré mi mano para tocar su herida, pero cuando estuve a punto de tocarlo frunció su entrecejo dando señal de que está despertando y empecé a temblar de miedo.
Me soltó, se estiró en la cama y accidentalmente me tumbó al suelo.
—¡Auch! ¡Duele!—Me quejé tirada en el suelo.
—Ahg, deja de quejarte tan temprano o te daré otra paliza.—Dice con voz irritada y adormilada.
Me quedé helada por sus palabras.
No quiero que vuelva a pegarme, si él se lo propone me hubiera asesinado a golpes anoche.
Reparé en mi lugar cuando se levantó de la cama y su mirada se posó en mí poniéndome demasiado nerviosa, traté de levantarme del suelo y me tensé al no poder hacerlo.
Me exalté cuando Toby me cargó para llevarme al baño y me depositó encima de la tapa del inodoro. Después procedió a quitarme la ropa y empecé a temblar de nervios y de miedo.
—¡Espera! ¿¡Qué haces!? ¡No quiero!—Me resistí.
—¿Acaso prefieres estar llena de sangre y tierra?—Me contesta notablemente molesto y siguió con su objetivo de quitarme la ropa.
—¡Puedo hacerlo sola! ¡Por favor, te lo ruego!—Lo alejé de mí.
Con su mano hecha puño golpeó con mucha fuerza la pared casi estrellándola y salió muy furioso azotando la puerta.
«Por un momento creí que íba a golpearme».
Me dirigí hacia la puerta y le coloqué el seguro porque temo que ese loco entre mientras me esté bañando. Me desvestí y me metí con cuidado a la regadera, abrí la llave y sale el agua muy helada, y brinqué afuera de la regadera temblando de frío, abrí la otra llave y el agua sale igual de helada.
