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Hoodie
Tengo varios días vigilando a Sirenia desde una cierta distancia, evitando a toda costa estar a la vista de ella. He querido acercarme a ella y hablarle, pero el trabajo no me lo permite o Tim interviene.
Se ha vuelto mi pasatiempo favorito observarla a diario.
El otro día, Tim me descubrió merodeando por la casa dónde Sirenia está encerrada.
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Un día me escapé del trabajo para ir a ver a Sirenia. Al llegar a su casa sólo la ví de lejos y me aseguré de que ella no me viera. No quiero incomodarla o asustarla.
Una vez casi me descubre, siento que ella se siente observada. Debo ser más discreto.
Pasa la mayor parte del tiempo en la ventana mirando a la nada con nostalgia y tristeza. Ese día, una gruesa lágrima resbaló por su mejilla, ella se siente atrapada y asustada. Yo siento impotencia y rabia por no poder ayudarla.
El otro día la ví salir de bañarse y se paseó por toda la casa en toalla. Me sentí avergonzado y evité mirarla, me sentí un atrevido por mirarla en toalla de baño. Soy un asesino a sangre fría, sádico y un maldito monstruo que se mancha las manos de sangre inocente, pero aún conservo mis modales.
«Admito que Sirenia es una chica muy bonita».
Hace mucho que no espío a una chica. Siento nostalgia.
Pero en éste caso, no la estoy espiando, ni acosando. Sólo la cuido cuando Toby no está o cuando tengo tiempo.
Prometo que un día de éstos, me la robaré. Me la llevaré lejos de ese maldito pirómano y de cualquier otro infeliz que quiera dañarla.
Sirenia, muy pronto te llevaré conmigo.
¿A dónde? No lo sé.
Sólo espera un poco más... Un poco más...
—¿Brian? ¿Otra vez aquí?—Tim me sorprendió otra vez.
Volteé a mirarlo y ahí está él, cruzado de brazos muy molesto.
Suspira con pesadez.
—No estarás pensando en robarte a esa chica otra vez, ¿Verdad?—Me mira atento esperando mi respuesta. No respondí, sólo bajé la cabeza.
Tim miró a Sirenia quien está en la ventana, perdida en sus pensamientos.
—Brian, abandona ya esa estúpida idea de robarte a esa chica. Regresa al trabajo, por favor.—Se dió media vuelta para irse, pero detuvo su paso para mirarme de reojo.—No quiero volver a verte merodeando por aquí. ¿Has entendido, Hoodie?—Mencionó con dureza y asentí.
